"Cualquier crisis es una buena oportunidad para atreverse a cambiar"
El aprendizaje individual es la base de la transformación empresarial
La evolución y la transformación son inherentes a la condición humana y, en consecuencia, a las empresas y al sistema de mercado en el que interactúan. Sin embargo, lo nuevo y diferente suelen generar miedo y rechazo. De ahí que sea tan necesario comprender que "el primer paso para poder cambiar es creer en el propio cambio".
Ésta es la filosofía de los Talleres Internacionales sobre Economía del Conocimiento, organizados por Helix3C (www.helix3c.com/talleres.pdf) y patrocinados por la Fundación Cercle per al coneixement, con sede en Barcelona. Con el objetivo de convertir las ideas en acciones concretas que posibiliten una mejora de los proyectos empresariales, estos cursos -que comienzan a finales de abril y concluyen en octubre- cuentan con formadores de primera línea.
"Ganar dinero es necesario, pero más lo es saber cómo y para qué ganarlo. El lucro es un medio, no un fin: hay que dejar de confundirse"
Éste es el caso del reconocido consultor internacional en desarrollo organizacional, el profesor Itamar Rogovsky (Buenos Aires, 1936), presidente del Instituto GR, en Israel, para quien "él éxito y el desarrollo de las compañías consiste en aprender a convivir con el cambio permanente". Rogovsky también dirige un master de consultoría de procesos para la Asociación de Directivos de Recursos Humanos de España (AEDIPE) y es consultor de empresas como Danone, La Caixa y Renault.
Pregunta. ¿Qué opina sobre el el sistema de mercado actual?
Respuesta. Que es insostenible. El crecimiento económico se sustenta gracias al consumismo -no al consumo-, es decir, a la exacerbación de comprar productos y servicios que no satisfacen necesidades básicas. Paradójicamente, esta conducta inconsciente pretende aliviar la insatisfacción que genera el vivir obsesionado por el hacer y el tener. Hoy en día, el individuo cree que si no compra no vale, no es y no existe. Pero esta ilusión queda desenmascarada cuando se produce una pérdida de poder adquisitivo, una adversidad que genera a los individuos la necesidad de cambiar de actitud y de comportamiento. Lo cierto es que cualquier crisis es una buena oportunidad para atreverse a cambiar.
P. ¿Qué solución propone?
R. Que las empresas, que son el puente entre el sistema y los individuos, cambien su manera de ver la realidad y, en consecuencia, de organizarse. En vez de basar su modelo de negocio en promover el consumismo, pueden empezar a basarlo en la economía del conocimiento, cuyo pilar es el desarrollo del cerebro de todos los miembros de la empresa.
P. Los científicos dicen que utilizamos como máximo el 15%...
R. Por eso hay que apostar por las personas, que son la materia prima de las empresas. En cada uno de los profesionales reside el potencial que permitirá cambiar la manera de impulsar y gestionar los negocios, alineados verdaderamente con las necesidades humanas y planetarias, es decir, con el desarrollo sostenible. Si bien ganar dinero es muy necesario, más lo es saber cómo y para qué ganarlo. El lucro es un medio, no un fin: hay que dejar de confundirse.
P. ¿Qué reflexiones suele compartir con los profesionales?
R. Les animo a que descubran su potencial y a que se comprometan a desarrollarlo. Todos somos enormemente creativos, pero esta creatividad, que cada uno la canaliza a su manera, sólo aflora cuando nos liberamos de ciertos prejuicios y condicionamientos y entramos en contacto con nuestra realidad más esencial. Lo cierto es que el aprendizaje individual es la base de la transformación empresarial. Todo está conectado; por eso también les hago ver que el aislamiento es el asesino de todos los sueños, de cualquier posibilidad de innovación. Solos no podemos hacer nada; juntos, cualquier cosa.
P. ¿Cómo se lleva este aprendizaje a la práctica?
R. Cuando uno se atreve a decir lo que debe cambiarse, adquiere el compromiso de arreglarlo. Entonces la organización deja de ser enajenante, pues cada miembro comienza a organizarse libre y responsablemente, lo que revierte en su rendimiento y productividad. El liderazgo anónimo es el más fuerte e inspirador. De pronto, la empresa se convierte en un entorno que promueve la autenticidad de sus miembros, más allá de cumplir con los rituales y procesos burocráticos de siempre. Se recupera el sentido común y se potencian las relaciones personales.
P. ¿Y funciona?
R. ¡Por supuesto! A mayor esfuerzo, mayor recompensa. Las empresas que se gestionan conscientemente son las que más ganan y las que más duran. No se trata de una carrera de velocidad, sino de resistencia. Y no hablamos de humanismo, sino de crear riqueza global. Es cuestión de tiempo: el aprendizaje va a convertirse en el valor más rentable del siglo XXI.
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