El primer país en salir
Fue Estados Unidos, en particular, su sistema bancario, el que precipitó al mundo entero a la crisis económica más grave desde la que dio origen a la Gran Depresión. Es probable que sea también esta economía de las que primero arrastre a la recuperación mundial. La razón no es sólo la tópica flexibilidad que se atribuye a sus mercados y agentes económicos, sino la decisión de sus autoridades de financiar los estímulos que sean necesarios para evitar que la tasa de paro desborde la frontera del 10% de la población activa. También cuenta la disposición de las instituciones estadounidenses a reconocer los errores y a poner en marcha sin excesiva demora soluciones. La crisis bancaria del verano de 2007 y los episodios que la sucedieron han terminado de confirmar la gran decepción generada por el sistema económico estadounidense. Desde los episodios en torno a la quiebra de Enron hasta las grandes estafas de Madoff, pasando por las prácticas de la mayoría de los bancos de inversión o de las agencias de calificación crediticia, la credibilidad de las instituciones en las que se fundamenta el capitalismo americano ha quedado por los suelos. La capacidad de exportación de prácticas y habilidades, la autoridad, en definitiva, para liderar la dinámica de globalización, ha quedado en entredicho. Un motivo más para que la hegemonía sea, cuando menos, compartida.
De eso es consciente la nueva Administración americana, probablemente la mejor equipada de talentos económicos desde hace muchos años. La disposición del presidente Obama a aceptar los compromisos multilaterales o de su secretario del Tesoro a coordinar con China soluciones reparadoras sobre la arquitectura financiera internacional son exponentes inequívocamente positivos. La cooperación también se ha dejado ver en los estímulos sugeridos en estos dos años, ya fuera en los orientados a flexibilizar las políticas monetarias hasta límites insospechados o a tratar de compensar el desplome de la demanda agregada de la economía. Todo ello después de asignar importantes recursos de los contribuyentes al apoyo más o menos transitorio del sistema bancario.
Sobre esas bases es razonable anticipar indicios de cierta recuperación de la actividad y mejoras en los resultados de algunas empresas y bancos. Son poco más que indicios, pero si se sostienen en los próximos meses y si se encuentran respaldados con estímulos adicionales, es probable que lleve razón Ben Bernanke al destacar menos negros que los hasta ahora observados. Los mercados de acciones tienen ganas y saludan ese compromiso expreso del presidente de la Reserva Federal por mantener tipos de interés en niveles bajos durante bastantes semanas más. Cautela es un mensaje que sigue siendo el más pertinente. En todo caso, para que esas señales de esperanza se concreten sería bueno que Europa, sus gobiernos y su Banco Central dejaran de esperar sentados en el poyete de una severa recesión que fueran EE UU y algunos emergentes los que alimentaran la demanda de sus pequeñas locomotoras. Esa espera podría conducir a tensiones no muy distintas de las que sufrió EE UU hace algunos meses en su sistema bancario. La estrecha correlación entre paro y deterioro bancario de los activos bancarios es ahora más amenazante a este otro lado del Atlántico. Y la recuperación, mucho más lenta. -
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