División Norte-Sur
Al Norte, cáncer e infartos; al Sur, tuberculosis, malaria y diarreas. Esta arbitraria división sanitaria del planeta ha llegado a su fin en la Asamblea de la ONU dedicada por primera vez a las enfermedades no transmisibles. Básicamente, porque no es realista. El desarrollo de muchas zonas consideradas pobres hace solo un par de décadas ha hecho que en esas regiones también surjan con fuerza las enfermedades de ricos (obesidad, diabetes). O, si se prefiere, de viejos (cáncer, demencia).
El problema es que los fármacos para estas dolencias son tan caros o más que los del VIH. Y, de nuevo, surge el dilema de cómo facilitar el tratamiento. Este asunto subyace en la reunión de Nueva York. La posibilidad de que países como China e India fabriquen anticancerígenos baratos, por ejemplo, está sobre la mesa.
Para los activistas, el objetivo es conseguir lo que sucedió con los antivirales a finales de los noventa. Con la opinión pública volcada, las grandes compañías tuvieron que ceder derechos de patentes u ofrecieron sus productos a precios muy rebajados (al coste o incluso por debajo). Era la única manera de que países pobres pudieran dar medicación a su población. Así se llegó al caso de que un tratamiento puede costar 7.000 euros en España y 250 en ciertas partes de África.
Las compañías farmacéuticas saben a lo que se enfrentan. Aunque la ley las proteja -tienen derecho a mantener la protección intelectual de sus innovaciones 20 años-, la propia Organización Mundial del Comercio estableció en 2001 en Doha un mecanismo de excepción: que un país declare que tiene una pandemia o una crisis sanitaria. Eso le permitiría romper las patentes.
La ONU no parece dispuesta a ello. Al contrario que las enfermedades infecciosas, muchas de las no transmisibles son fácilmente prevenibles con unos hábitos saludables. Pero con la reunión de estos días ya se ha entreabierto la puerta.
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