El oscuro discípulo del Papa
Ratzinger nombra jefe de la influyente diócesis de Milán a Angelo Scola, amigo personal y miembro del movimiento ultraconservador Comunión y Liberación
Angelo Scola y Joseph Ratzinger son buenos amigos desde hace 40 años. Ambos son teólogos y han ejercido en la Iglesia moderna un papel similar, de intelectuales orgánicos. El primero enseñó en Friburgo. El segundo, en Bonn, Münster, Tubinga y Ratisbona. Los dos coincidieron en pensamiento y doctrina en las páginas de la revista Communio, fundada por Ratzinger y otros eruditos en 1972 y de la que Scola fue editor, un feudo de ideas tradicionalistas y teocráticas frente al progresismo de Concillium. Scola tiene 69 años; Ratzinger, 85. Entre 1986 y 1991, Scola fue consultor de Ratzinger en la Congregación para la Doctrina de la Fe. Son maestro y discípulo.
Cuando se conocieron, Scola era ya miembro activo de Comunión y Liberación (CL), el movimiento católico, junto al Opus Dei y los Legionarios de Cristo, más próspero y conservador de Italia, que con los años ha ido haciéndose cada vez más rico y más conservador. CL se resume hoy en una galaxia de empresas agrupadas bajo el sello Compagnia delle Opere (más de 30.000 sociedades) que domina con mano de hierro el exclusivo olimpo de los opulentos negocios italo-vaticanos, o vaticalianos, y los principales despachos del poder mediático, de Il Foglio y la RAI a Il Giornale o La Stampa.
El pontífice desoye los consejos de cardenales milaneses que ven en Scola a un protector de intereses
Hace 30 años, la diócesis de Milán, que desde el siglo IV se llama ambrosiana por san Ambrosio, el arzobispo guerrero que impuso la superioridad de Dios sobre el césar y uno de los cuatro padres de la Iglesia, expulsó del seminario a Scola. Los seguidores de CL afirman que fue alejado por su amistad con la organización que fundó Luigi Giussiani en Milán en 1954; otras fuentes sostienen que el informe diocesano afirmaba que el joven Scola sufría depresión.
Desde su inicio, Comunión y Liberación pareció implicarse en las terrenales cuestiones políticas y económicas tanto como en los asuntos de la fe y la caridad. Para un futuro cura ambrosiano, históricamente más dedicados al trabajo social y el compromiso intelectual y solidario con los pobres que a las cuentas de resultados y los nombramientos de ministros o subsecretarios, CL estaba entonces vetada. Mal vista. "Se pensaba que era un virus que estaba entrando en un cuerpo sano", recuerda el vaticanista Filippo di Giacomo.
La carrera de Scola estuvo desde ese momento unida a la de CL. En 1991 fue nombrado obispo de Grosseto, aunque poco después fue transferido a la tranquila rectoría de la Universidad Lateranense. Hasta que, en 2002, fue agraciado con el cargo de patriarca de Venecia, un puesto que siempre ha sido un trampolín hacia el papado. Pero Ratzinger fue elegido por sorpresa y cambió la historia. Scola debía esperar.
Ahora ha llegado el momento de la dulce vendetta. El martes pasado, Scola regresó a Milán por la puerta grande del Duomo: como jefe de la diócesis más importante, grande y rica de Europa: 1.107 parroquias agrupadas en 73 decanatos y 7 zonas pastorales. Más de 5 millones de habitantes. Tres mil curas, 800 párrocos. Su llegada a Milán ha sido lenta y tortuosa. Tras devolver la decisión tres veces al órgano curial colegiado que propone a los candidatos, quizá para que nadie le acusara de favoritismo, el Papa firmó el nombramiento esta semana.
Lo cierto es que, pese a las aparentes dudas papales, la anunciación de Scola se conocía en Milán desde antes de las elecciones municipales que ganó el candidato de la izquierda Giuliano Pisapia, el hombre que derrotó a Berlusconi. La campaña de prensa de los medios de CL ha sido crucial. Al frente de ella milita un personaje apodado Betula (abedul) y bautizado como Renato Farina. Es un periodista sedicente y por ello fue expulsado del colegio de periodistas, pero entra en el Parlamento, se hace fotos con Berlusconi y mueve los hilos de la información religiosa y política en prensa, radio y televisión junto al también ciellino Roberto Fontolan. No hace mucho, Scola afirmó en el encuentro anual de CL que Betula era el mejor periodista de Italia, y que le gustaría que hubiera 100 como él en el país.
El nombramiento de Scola ha sorprendido menos por su amistad con el Papa que por el hecho de situar a un gran prócer de CL en el lugar del cardenal Dionigi Tettamanzi. Este había colaborado en la victoria de Giuliano Pisapia como alcalde. Apoyó la necesidad de un cambio en la ciudad y catalizó a las bases para que votaran por el candidato excomunista frente a Berlusconi. Nada nuevo en realidad, porque Tettamanzi ha sido durante su mandato un azote de la derecha, y la Liga del Norte le definió como el imán de Milán por su defensa de la integración de musulmanes y gitanos.
Sucesor del añorado cardenal Martini, exarzobispo de Milán, un jesuita de gran talla, hoy enfermo de párkinson y que solo sale de su retiro en raras ocasiones -la última, para visitar al Papa hace dos meses y asesorarle (en vano) sobre el nuevo arzobispo ambrosiano-, Tettamanzi ha mantenido viva la vieja impronta progresista de la curia milanesa, un contrapeso frente a la ultraconservadora y ávida curia romana.
Nada de eso cuenta para Ratzinger. El cura genovés Paolo Farinella ha escrito: "La elección de Scola completa una lectura del pontificado en la cual ha muerto no solo la esperanza, sino también toda hipótesis de esperanza. El Papa ha consagrado a CL como el modelo de eclesialismo rampante que se mueve con soltura incluso en los negocios turbios de la Compagnia delle Opere, ese refugio de Satanás". A su juicio, "Scola devolverá a la laicista curia ambrosiana, abierta a la sociedad civil y al pluralismo, a una fase de obediencia ciega de memoria fascista". Y añade: "Mirada, corazón, riñones, hígado y entrañas serán dirigidos hacia Trento, o mejor más atrás".
La ruptura, la forma en que el Papa ha desoído las sugerencias de Martini, de Tettamanzi y de muchos creyentes milaneses, tiene también su referencia política: el presidente de la región, Roberto Formigoni, memores domini de CL. El gobernador que aceptó colocar a la azafata Nicole Minetti (hoy acusada por los jueces de dirigir el harén de Arcore) como diputada regional suena como sucesor de Silvio Berlusconi al frente de la futura derecha italiana. Scola ha sido investido como posible papa por Ratzinger. Y CL ve mucho más cerca su soñado porvenir. Según Filippo di Giacomo, "Scola y Formigoni persiguen exclusivamente sus intereses personales y los del grupo que protegen y les protege. La llegada de Comunión y Liberación a San Pedro y a Palacio Chigi pone los pelos de punta. Pero ese es su proyecto".
Farinella, el cura rojo de Génova, cierra así su elegía sobre la diócesis de San Ambrosio: "Qué pena ver las fotos de Scola brillando con sus puños dorados, con su reloj de oro, con su crucifijo de oro, con su manto rojo púrpura y su sombrero de tres picos, rigurosamente rojo. Me pregunto si alguien vestido así podría entrar en el cenáculo o pegaría mejor en la corte de Nabucodonosor, entre los sátrapas y los eunucos de corte". -
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