"Yo he elegido mancharme y hablar con un miembro de ETA"
Es una víctima del terrorismo de 1980, el año con récord de muertes de ETA, casi un centenar, cuando quedarse en Euskadi, como hicieron Iñaki y su familia, era un acto de valentía y resistencia; cuando a los familiares del difunto se les insultaba en los funerales. Su padre, Juan Manuel García Cordero, delegado de Telefónica en Gipuzkoa, fue secuestrado y asesinado por los Comandos Autónomos Anticapitalistas en San Sebastián el 23 de octubre. Iñaki ha pasado, durante los últimos 30 años, en un difícil camino, del odio al perdón. Accedió a verse con un preso disidente de ETA en el programa de encuentros del Ministerio del Interior, y lo hizo público en este periódico. Estaba nervioso. Le preocupaba cómo iba a interpretarlo el mundo de las víctimas.
Hoy está absolutamente convencido de que hizo bien, y aunque sabe que se trata de una iniciativa minoritaria, cree que ha "sembrado una semilla" que "los que vengan detrás recogerán". "Hay veces que merece la pena bajar al garaje y mancharse de grasa para arreglar el coche. Si una víctima y un victimario somos capaces de sentarnos, la sociedad también tendría que serlo", dice, tranquilo, en la Facultad de Economía de la Universidad de Deusto de San Sebastián, donde da clases de Marketing. "En mi caso, por el tiempo transcurrido, he pasado el duelo por la muerte de mi padre y estoy más preparado para hacer este tipo de cosas. Hay otros que no pueden, o no quieren, y están en todo su derecho. Esta es mi opción".
"Accedí, además, porque sabía que me iba a reunir con alguien que estaba reconociendo el daño causado y que estaba haciendo una autocrítica de su propio pasado. Ahora que piden amnistías generales para los presos, es importante resaltar lo que han hecho los de Nanclares de la Oca. Ha sido, dentro de su mundo, un acto revolucionario: ver el dolor humano que han causado y reconocer que la violencia no era el camino para lograr sus objetivos políticos. Si el resto de los presos no dan ese paso, va a ser muy difícil restablecer la convivencia en el País Vasco".
Últimamente ha oído decir, en sectores abertzales, que obligar a los presos a pedir perdón es humillarlos. "No lo entiendo. No les pido que renuncien a sus ideas, sino que den la cara, que respondan por lo que han hecho. Yo no quería humillar a nadie cuando pensé en verme con un preso. Critico sus métodos, no su opción política. Será difícil una buena convivencia si no admiten que matar para defender un Euskadi independiente ha sido un error". -
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