Trichet aguanta el tirón (por ahora)
La acción del Banco Central Europeo logra calmar a los mercados en el nuevo rebrote de la crisis, pero las embestidas contra España e Italia amenazan al euro
Estos últimos días, el euro ha vivido su segunda semana trágica en tan solo seis meses. Y por segunda vez ha sido la calculada actuación de Jean Claude Trichet, al frente del Banco Central Europeo (BCE), la que ha evitado momentáneamente la catástrofe. La primera crisis, en mayo pasado, se saldó con el rescate forzoso de Grecia. Un parche tardío de 110.000 millones que salvó temporalmente al país, pero que dejó a la moneda única tocada y puso al descubierto por primera vez la fragilidad de todo el sistema.
Con la reciente crisis de Irlanda, la impotencia de la Unión Europea (UE) para exigir a Dublín acciones decisivas ha sido clamorosa. Los mercados lo han visto y ampliado el campo de caza a otros países. La mezcla explosiva de unos bancos insensatamente agigantados hasta el 1.000% del PIB con un Gobierno que no cree en el Estado ha acabado por poner al país de rodillas. El intento final de Dublín de reparar lo irreparable ha pasado una factura de 85.000 millones. Y esta vez los gastos se reparten entre la UE, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Fondo de Pensiones de los irlandeses.
Los inversores han perdido el respeto a la UE ante las continuas divisiones
España es la piedra de toque. Si cae, todo el proyecto europeo se irá al traste
El mar de fondo sigue y el panorama monetario ha variado radicalmente
Ningún líder europeo escapa a las críticas de cómo se ha manejado la crisis
Sin embargo, la intervención del pasado domingo, igualmente tardía, tampoco devolvió la calma a los mercados. A pesar de que Europa cuenta ahora ya con un fondo para emergencias de 750.000 millones, los inversores ya han perdido el respeto a la UE ante el espectáculo continuado de divisiones, proclamas, amenazas, en las que la canciller alemana, Angela Merkel, se lleva la palma. Cada una de sus soflamas ha provocado su subsiguiente turbulencia. Merkel ha encontrado a un aliado débil políticamente, el presidente francés Nicolas Sarkozy, lo que ha hecho más visible las divergencias entre la extraña pareja y el conjunto de la Unión, incluidos sus líderes los presidentes José Manuel Barroso (Comisión Europea) y Herman van Rompuy (Consejo Europeo).
A lo largo del año, Merkel ha amenazado sucesivamente con expulsar del euro a los países incumplidores y sancionar con la suspensión del derecho de voto a los reincidentes, y exigido que los inversores tengan que sufrir recortes de los bonos de los países afectados antes de que estos reciban ayudas, provocando la ira de Trichet.
Un botón de muestra del estilo alemán quedó patente en el enfrentamiento protagonizado por el primer ministro griego, Yorgos Papandreu, y Merkel en la cena del Consejo Europeo del pasado octubre. El dirigente socialista griego "se quejó de que la suspensión del derecho de voto era antidemocrático, a lo que Merkel replicó que si esta era la clase de club en el que se debía convertir el euro, quizá Alemania debería irse", según una fuente comunitaria, conocedora de la reunión.
"La razón verdadera de la crisis continuada es la falta de voluntad de nuestros líderes políticos para reconocer y abordar el problema estructural con el que el euro ha estado luchando desde su introducción", señala el ex primer ministro belga Guy Verhofstadt. "Seamos claros", afirma el político liberal en un trabajo seminal esta semana, "en ningún lugar en el mundo existe una moneda única sin un Gobierno único, un Gobierno que pueda presumir de un presupuesto grande y creíble, y un despliegue de sus propios recursos financieros y un mercado de bonos tan líquido como sea posible". El dirigente liberal subraya que "el euro no puede sobrevivir si tiene que seguir enfrentándose a 16 Gobiernos -17 desde enero- con 17 estrategias económicas diferentes y 17 mercados de bonos separados".
Esta imagen de desgobierno ha expandido el contagio que la semana pasada alcanzó fuertemente a Portugal, y en diferente medida a España, Italia y Bélgica. La fiebre se mide por el encarecimiento del coste de la deuda de un país en relación con el bono alemán. Los griegos deben pagar unos tipos de interés nueve puntos por encima de los que pagan los alemanes (2,8%) para financiar su deuda. Los irlandeses sufren un recargo de seis puntos; los portugueses, de más de cuatro, y para los españoles los tipos han llegado a superar en tres puntos a los alemanes. Un panorama que pone completamente en entredicho la solidaridad europea.
España es la piedra de toque. Si cae España, todo el proyecto euro se va al traste. "España sola ya es un país sistémico para la eurozona", sostiene Cinzia Alcidi, investigadora del Centre for European Policy Studies (CEPS). "Todo depende", precisa, "de las dimensiones de los problemas en los bancos. No puede haber un plan de rescate creíble simplemente porque puede requerir demasiado dinero". Alcidi considera que "en el caso de España, el problema es de naturaleza similar al de Irlanda. Los bancos se supone que están en mejor situación, pero, debido al estallido de la burbuja y al alto desempleo, es probable que los bancos puedan incurrir en pérdidas y, en consecuencia, algunos de ellos puedan ser insolventes". "En este caso", añade, "el Gobierno tendrá que elegir entre salvarlos y asumir el riesgo de convertirse él mismo en insolvente [si el problema es grande] o presionar por reestructurar los bancos insolventes".
Benedicta Marzinotto, analista del centro de estudios Bruegel, afirma que "es necesario hacer todo lo posible para evitar el contagio de dos grandes países como España e Italia". Marzinotto, que conoce bien la realidad italiana como profesora de Economía Política de la Universidad de Udine, considera que "si el contagio llega a ambos países al mismo tiempo, sería un serio problema para el euro, porque el fondo de rescate europeo no sería suficiente para apoyar a ambos". "La esperanza", añade, "es que el mensaje de la UE y las acciones del BCE sean suficientes para evitar que esto ocurra".
Desde la izquierda, Costas Lapavitsas, principal economista del centro de estudios Research on Money and Finance (RMF), estima que si España es alcanzada, el problema se convertirá "en uno de supervivencia de la zona euro", puesto que su deuda es enorme y el fondo de rescate es evidentemente inadecuado. "La UE tendrá que enfrentarse a esta situación, y el resultado sería que el euro se fracturaría", añade.
José Pérez, ex director general del Banco de España y miembro del grupo de expertos de Jacques de Larosière para la reforma financiera de la UE, destaca el injustificable cambio de actitud de Berlín. "Cuando la reunificación, Alemania pidió tiempo y no pusimos ningún problema. Ahora España no tiene ningún problema bancario si no hay ninguna debacle financiera internacional".
Las decisiones de Jean Claude Trichet, presidente del BCE, del pasado jueves de ampliar la barra libre de liquidez para la banca hasta medidos de 2011, comprar bonos de Irlanda y Portugal sin decirlo y, sobre todo, la advertencia sobre la "determinación de la eurozona para mantener la estabilidad" apaciguaron las tensiones momentáneamente.
Pero el mar de fondo continúa y en pocas semanas el panorama monetario de la UE ha cambiado radicalmente. Lo que hasta hace pocos días era impensable, cada vez se escribe y verbaliza con más soltura. Se romperá el euro, titula su trabajo Charles Grant, director del Centre for European Reform (CER), quien cree de todas formas que, a pesar de todas las dificultades, "es improbable que el euro se fracture". Y significa que "muchos anglosajones subestiman la fuerza de la voluntad política que lo sostiene". También Verhofstadt encabeza su trabajo con un título similar: ¿Cómo podemos salvar el euro?, admitiendo implícitamente la situación límite en que se encuentra la moneda única.
De todas formas, ningún líder europeo escapa a las críticas de cómo se ha manejado la crisis. También las hay para Trichet, a quien se acusa de haber desatado la tormenta hace un año al rechazar los bonos de baja calificación (BBB+) como garantía para que los bancos pudieran pedir préstamos al BCE, en la llamada "estrategia de salida" de la crisis.
A media que se toma conciencia del deterioro del euro proliferan las propuestas para salvar la moneda única. A continuación se describen las más significativas y sus dificultades de aplicación:
- Completa unión fiscal de la UE. Resolver la cuestión de fondo. La zona euro es desde su origen una construcción con la pata coja, como ha señalado reiteradamente el ex presidente de la Comisión Europea Jacques Delors, para quien la Unión Monetaria sin la Unión Económica es insostenible. El pasado martes, en el Parlamento Europeo, Trichet reiteró esta idea: "Tenemos una federación monetaria y necesitamos una cuasi federación fiscal". Verhofstadt sostiene que la coordinación actual es insuficiente y "ha puesto de relieve las profundas discrepancias en la eurozona, sobre todo entre los países del Norte y los del Sur". En su opinión, "lo que necesitamos no es una coordinación informal, sino una convergencia y armonización obligatoria de la política económica dirigida desde un único organismo". Reconoce que esto supone "una transferencia adicional de poder y autoridad de los Estados a la Unión", que implica reformas económicas, modernización del mercado laboral, reforma de las pensiones y un futuro sistema fiscal. "Son tareas urgentes", señala, "que deberían hacerse de manera combinada por las autoridades de la UE". "Y esto", subraya, "es exactamente lo que muchos países, en primer lugar Alemania, no quieren de ninguna manera".
Simon Tilford, economista jefe del CER, no tiene ninguna duda de que la "unión fiscal" es imprescindible para reconducir la crisis. Insiste en que "la crisis de la deuda soberana de la eurozona es política, no es un problema económico". Afirma que "tomada en su conjunto, la posición de la deuda de la Unión es manejable".
- Endurecer el Pacto de Estabilidad con más sanciones. Para Berlín, la solución pasa por un endurecimiento del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, con duras sanciones más automáticas, incluida la suspensión del voto en los consejos a los Estados infractores. La suspensión del voto es una propuesta muy difícil de que prospere, pues implicaría un cambio sustancial del Tratado, con apenas un año de vigencia.
Lapavitsas estima que "las herramientas para gobernar la zona euro no son suficientes". Pero sostiene que "la indisciplina fiscal no es el problema de la zona euro, como Irlanda, Portugal y España han demostrado". En su opinión, "el problema más profundo es la disparidad de competitividad entre el centro y la periferia, y las propuestas de la UE no hacen nada para afrontar esto".
- Masiva compra de bonos por parte del BCE. Como medida inmediata, varios políticos piden una acción más decidida del BCE, que hasta ahora solo ha comprado unos 70.000 millones de euros en los mercados secundarios de deuda. El ex presidente Felipe González recuerda que "la Reserva Federal de Estados Unidos ha comprado en un mes la misma deuda pública que el BCE en dos años". "Así", añade, "los bonos de Estados Unidos están fuera de la especulación. Si el BCE, que se resiste a comprar deuda pública a los Estados, hiciera la tercera parte del esfuerzo que ha hecho la Reserva Federal en compra de bonos de los Estados, la especulación se habría acabado".
José Pérez comparte esta iniciativa. "Yo estoy completamente de acuerdo con Ben Bernanke [presidente de la Reserva Federal]", afirma. Pérez respalda plenamente las decisiones de Trichet, pero echa en falta una actuación más decisiva del BCE. "El lunes pasado", comenta, "se perdió una oportunidad para una acción más ambiciosa que hubiera dejado descolocados a los cortoplacistas". "Creo que en estos asuntos hay que hablar menos y actuar más", concluye.
Por su parte, Lapavitsas cree que "esto es hacerse ilusiones". A su juicio, si el BCE hiciera lo mismo que ha hecho la Reserva Federal, el euro se debilitaría a medio plazo debido a la expansión de liquidez. "Además", apostilla, "el BCE tendría que convertirse en un banco central muy diferente de lo que quieren los alemanes".
- Aumentar el fondo de rescate europeo. Algunos analistas estiman que si España e Italia tuvieran que pedir ayuda a la UE y al FMI, el actual fondo de rescate de 750.000 millones sería insuficiente. Se ha considerado la posibilidad de ampliarlo hasta 1,5 billones de euros. Axel Webber, presidente del Bundesbank (Banco Central Alemán) y virtual sucesor de Trichet, ha insinuado la conveniencia de una ampliación, que rápidamente fue desmentida por la Comisión. Algunos Estados se han mostrado reticentes y otros han advertido de que un aumento ahora supondría una invitación a los especuladores, pues sería una clara insinuación de que se hacía pensando en España.
- Creación de un mercado único de eurobonos. Verhofstadt propone crear un mercado de bonos europeos de manera que el primer 60% de la deuda de todos los países de la eurozona sería en eurobonos en un mercado único de estos títulos. Estos bonos sénior estarían garantizados por el conjunto de la zona euro. Los Gobiernos podrían emitir bonos júnior más allá del 60%. Estos últimos serían más caros, y de esta manera se seguiría incentivando a los países a ajustar sus cuentas públicas.
- Recortar el Estado de bienestar y el sector público. Tanto Grecia como Irlanda han recibido ayudas con una gran condicionalidad de reducir los empleos, salarios y pensiones. Zapatero ha tratado de aplacar a los mercados anticipando con medidas de este estilo, congelando las pensiones, acelerando las reformas laborales y cortando parte del seguro de desempleo. Pero para ciertos analistas algunas de estas medidas carecen de justificación económica. "Me pregunto", señala con cierto estupor José Pérez, "qué tiene que ver la sostenibilidad actual del sistema de pensiones con la actual crisis financiera".
- Invitar a China a que realice compras masivas de deuda europea. Fuentes comunitarias han señalado que en este momento de crisis una solución inmediata podría ser invitar a China a que adquiriese masivamente deuda europea. Los chinos son ya los mayores propietarios de bonos del Tesoro de Estados Unidos, con dos tercios de sus reservas invertidas en ellos, unos 1,8 billones de dólares. Algunos analistas apuntan que China podría también prestar dinero directamente a la UE a un tipo del 3,5%.
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