Sobre la vocación
Los textos en torno a la literatura vibrantemente pensada, casi padecida, sobresalen en la obra ensayística que Francisco Casavella escribió durante 25 años. Una nueva edición de la novela El día del Watusi incluye correcciones del autor
Desde El triunfo, que apareció hace veinte años, Francisco Casavella no se ha ido de la memoria porque aquél fue un relato sin concesiones a la circunspección democrática, o a los ensimismamientos sentimentales de otros jóvenes narradores y desde luego a nadie se le hubiese ocurrido llamarlo angloaburrido. Era una estirpe literaria conocida y nacía de la intuición de la calle y del oído con una habilidad muy experta para adoptar las voces de otros -el golferío del Raval barcelonés cuando no se llamaba Raval-, que por lo demás eran muy cercanas a la biografía de Francisco García Hortelano (que era el nombre real del autor). Alguno pudo pensar que era la deriva que tomaba la novela social en democracia después de la novela de detectives, pero no era eso: era la primera estampida de un escritor vocacional y compulsivo que había de llevarle, por convicción y por pasión, a narrar veinticinco años de democracia en una novela de mil páginas titulada El día del Watusi (2002- 2003) y publicada en tres entregas por razones editoriales. Hoy está reeditada en Círculo de Lectores, en DeBolsillo y en Destino en un solo volumen, como quiso él y dedicado tan limpiamente "A María. Porque éste no es un trabajo de amor perdido". Es una frase ambigua pero me quedo con uno de sus sentidos más directos: la fe del escritor y la convicción en el oficio han rematado un trabajo que se entrega entero y acabado. Cumple además con un sueño de juventud -que aparece mencionado en más de uno de sus artículos-: crear el mismo simulacro de mundo vivido integralmente que él ha vivido tantas veces como lector de novelas extensas, majestuosas, interminables y absorbentes.
Elevación, elegancia y entusiasmo. Artículos y ensayos (1984-2008)
Francisco Casavella
Prólogo de Jordi Costa
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores
Barcelona, 2009
1.009 páginas. 35 euros
El día del Watusi
Francisco Casavella
Destino. Barcelona, 2009
1.184 páginas. 28 euros
El día del Watusi reúne esos requisitos y muchas de las razones de esa entrega a la lectura y la literatura (y la música y el cine, coprotagonistas de su vida) están casi exageradamente presentes en las mil páginas de artículos que su amigo Jordi Costa ha reunido ahora. El proyecto nació antes de la muerte del autor en 2008, con 45 años, pero es improbable que en su origen el propósito fuese reunir la totalidad de su obra de no ficción, como la llama Costa, aunque tantas veces las crónicas y algunos artículos jueguen con mecanismos de la ficción. Su muerte debió precipitar (no lo sé) la decisión de reunir estas mil páginas que hoy resultan excesivas por una razón, y es que diluyen lo mejor del autor en un mar de articulismo que no siempre tiene gracia, que a menudo es inmaduro, que estilísticamente es más pobre o raso de lo que merecía un tomo de esta naturaleza (y en esta colección).
Lo que cuenta sin embargo es lo que está tan cerca de él que casi da apuro: lo mejor me parece sin duda los trabajos más profesionales y recientes, de la última década, en torno a la literatura vibrantemente pensada, casi padecida. Muchas de sus reseñas aparecieron en este Babelia y ahora se leen junto a otros trabajos más reposados, como algunos prólogos, algunas conferencias y textos de alguna regular extensión. Hay una conferencia particularmente valiosa en torno al cine americano de los últimos cuarenta años y su trasfondo sociocultural y político. La conferencia es por supuesto imposible de hacer, y por eso mismo el resultado es un ensayo excelente a partir de unas cuantas películas clásicas, pero también algunos títulos tan potentes como Meridiano de sangre, de Cormac McCarthy, o La mancha humana, de Philip Roth.
En los comentarios literarios más que en la crítica cultural es donde brota el ansia de inteligencia literaria del novelista: sobre el mundo de Saul Bellow o sobre su pasión integral por Pío Baroja, o cuando casi se atraganta de entusiasmo con Respiración artificial, de Ricardo Piglia, asombrado de que se edite en España veinte años después de publicarse en Argentina. Y ahí es también donde recuerda con intención, y frente a la escandalera por el pasado nazi del adolescente Günter Grass, que fue y sigue siendo el autor de El tambor de hojalata. La última sección del volumen se reserva para alguna entrevista y sobre todo una conferencia sobre sí mismo como escritor, una suerte de autobiografía comprimida donde reaparece una cierta franqueza desarmante, o una suerte de ingenuidad directa, dispuesta a esquivar a cualquier precio la menor pomposidad o solemnidad, incluso exagerando lo contrario. Hay algo barojiano, quizá sí, porque hay un escudo moral en la decisión de llevar en la cartera durante diez años la fotografía en que Lara le entrega un cheque a un viejo Baroja medio atónito. Pero también hay mucho de inocencia y vocación en mirar el mundo social de la transición, incluido el de la literatura, sin integrarse en él, sin que cuenten con él o, cuando menos, sin que lo parezca demasiado. Y sin embargo el asunto de fondo siempre fue otro, y estaba desde el principio: "Yo busco una vía de conocimiento a través de la ficción para reflejar después esa búsqueda en un lenguaje que se pretende elástico, duro y hermoso".
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