"Casi todas mis novelas son como cartas"
Historia de Simona, y Sólo el azar (Pre-Textos) son los dos nuevos libros -novela y poesía- del escritor colombiano Darío Jaramillo (Santa Rosa de Osos, Antioquia, 1947). La novela la terminó con una beca Guggenheim, y ganó, en Santander, el Premio de Novela Corta José María de Pereda. "Sumando, es la novela que más plata me ha dado".
PREGUNTA. ¿Por qué la novela empieza: "Esta historia no tiene argumento. No es una historia"?
RESPUESTA. Porque quiero dar la impresión de que son hechos... Una novela fabrica un universo paralelo a la realidad que parezca real. Tal vez es por eso. La novela se basa en un intento de legitimar el adulterio por parte de uno de los protagonistas. Después encontré que Montaigne, en el siglo XVI, escribió ensayos que justificaban el adulterio. Sentir el placer de estar plagiando a Montaigne a posteriori es muy grato.
"Sentir el placer de estar plagiando a Montaigne a posteriori es muy grato"
P. Pero es un adulterio pactado con el marido...
R. De todas maneras, sí está teniendo una relación extramatrimonial. El pacto se da, de un lado, por razones de aceptación social y, del otro, porque ella, ¡esa sí que es una aventurera!
P. ¿Y se basa en un hecho real?
R. La Historia de Simona es curiosa. Hace unos cuatro años publiqué La voz interior, una novela muy larga. Tardé seis años en escribirla. Después de un esfuerzo así, uno queda como vacío. Una noche me dije: "¿Por qué carajos me tengo yo que salir de La voz interior?". Entonces cogí un personaje totalmente secundario, la hermana del narrador, Simona, y decidí contar su vida de una manera en que no hay ninguna dependencia argumental... Hay simplemente el robo de un personaje a la manera como lo podía hacer -Dios me perdone a mí mismo la vanidad de la comparación- Balzac o Faulkner.
P. En el libro se plantea la teoría adúltera del equilibrio universal. ¿Cree en esa teoría?
R. No, no creo... Pero me quedó bien inventada. En el adulterio hay algo muy duro que está patente en la novela: definitivamente, el amante o la amante son segundo plato. Y es algo que se asume casi de manera natural. Y me interesaba dejar eso ahí, flotando en un mundo donde el intercambio sexual ya no depende tanto de la formalidad de la relación, de que estemos casados o de que llevemos muchos años juntos. Termina dependiendo de algo mucho más animal: la sexualidad.
P. En el último capítulo, después de narrar en tercera persona, utiliza la primera persona. Sorprende al lector...
R. En términos de técnica, trucos de mago que tiene el narrador, ese me salió. Y además era necesario. Al final el personaje afrontará el dolor, y para poder contarlo tocaba desde adentro. Los primeros capítulos él era un objeto amado más que un amante; entonces no podía ser primera persona.
P. Y hace una reflexión sobre el manejo de la primera y la tercera persona. En sus novelas siempre hay este tipo de reflexiones sobre el escribir.
R. Lo aprendí con Fernando Vallejo, que dice que no hay tercera persona... ¡Mentiroso! Yo me siento mejor en primera persona. Por eso casi todas las novelas que he escrito son como cartas. La carta tiene el tono de conversación al oído. Y eso trato de cuidarlo en la novela. Es alguien que se sienta y te cuenta a esta distancia... "Óigame, la historia mía...". Y el desafío es que la oigan, que la gente se sostenga oyéndola y que le intrigue en qué va a terminar... para dónde va...
P. ¿Busca lectores cómplices que entiendan ese amor, sin compromiso, de una mujer de más de 40 años con un hombre de 20, la edad de su hijo?
R. Yo creo que sí, que inclusive voy a encontrar más lectoras cómplices que lectores cómplices... Ella es una mujer muy atractiva -las mujeres son más inteligentes que los hombres- y en la novela es muy notorio: él es un aprendiz; la sabia es ella, la que manda en la relación. Él va descubriendo cosas, una clave: no puedo hablarle de amor; entonces no le habla de amor. Él va siempre a la zaga del universo que ella va inventando...
P. El azar es otro tema recurrente en sus obras y es el eje de su nuevo libro de poemas...
R. El libro tiene una historia curiosa: eran tres partes y yo luchaba con Sólo el azar y no podía. Reescribía y volvía a escribir. Publiqué Gatos y seguí luchando con Sólo el azar. Y de pronto, Cuadernos de música también estaba terminada. Y me quedaron estos pequeños poemas que son un intento de tratar sobre el tiempo, sobre el destino, sobre qué es uno finalmente en el tiempo y en el espacio. Luché y luché, y logré cerrarlo hace como un año y medio
P. Sus poemas de amor pintan el amor sublime, de entrega. Me llama la atención que al menos en tres de sus novelas habla de amores frustrados, amores sin futuro ¿Por qué?
R. ¿No será que el amor siempre hay que vivirlo en presente, que es algo que se hace, que se fabrica entre la pareja a cada instante, que no hay proyección a futuro? Cualquier apuesta al futuro, si no lo daña, al menos lo puede hipotecar. Mientras estuve enamorado escribí muchos poemas de amor. Pero esos que quedaron después los pude controlar en términos de poesía. El problema ya no era cómo expresar el amor, sino cómo manejar este universo de palabras. Las palabras tienen que decir algo... Si no sería un galimatías, algo que a mí no me interesa. Y entonces ese contenido se confunde con la forma. Entonces es una lucha de años que a mí me obsesiona. Me la paso aquí hablando solo, en eso...
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