La santa ignorancia. El tiempo de la religión sin cultura
En el decaído pero aún chispeante mundo intelectual francés, los debates sobre cultura y poder siguen alimentando tanto disciplinas científicas (antropología, sociología, historia) como pugnas electorales (Sarkozy a vueltas con la identidad francesa). Olivier Roy, heredero, tal vez a su pesar, de esta tradición, repasa en La santa ignorancia las tesis clásicas acerca del carácter cultural e ideológico de los marcadores religiosos y las rebate a partir de una candente constatación: que los fenómenos de fundamentalismo religioso se han globalizado y compiten entre sí como valores de mercado mundializados. Roy, destacado especialista en el islam contemporáneo, amplía territorio en esta obra y aborda el fenómeno religioso todo a la luz del furor fundamentalista. No es lo que suele pensarse, pero lo cierto es que la secularización ha reforzado la autonomía del hecho religioso. Los actuales fundamentalismos (evangelista, salafista, neosufí, ultraortodoxo judío o hinduista), hijos del mundo secular, contraponen la universalidad del dogma y la ortopraxis a la antigua aclimatación de lo religioso a los valores culturales dominantes (etnia, nación, lengua). La religiosidad desplaza a la religión. La experiencia espiritual al saber religioso. Y la conversión y el renacimiento personal al linaje. Y siempre en un espacio desterritorializado, en el que la sociedad real, que busca consensos, cede su lugar a las comunidades de fe acríticas y, en ocasiones, hasta virtuales. Roy critica por igual a culturalistas y marxistas, pero se sirve de sus instrumentos de análisis. Por ejemplo, se niega a hablar de aculturación y prefiere el término "formateo" para referirse al proceso de estandarización y customización de los marcadores religiosos. Con cierta sorna, se pregunta por el futuro del rock cristiano, las cíber-fetuas o el eco-kosher, sin caer en la cuenta de que, para los fundamentalismos, el futuro es el presente.
La santa ignorancia. El tiempo de la religión sin cultura
Olivier Roy
Traducción de Ana Escartín
Península. Barcelona, 2010
335 páginas. 23,90 euros
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