Una nueva independencia
La emancipación fue una gesta de todos los latinoamericanos, que ahora se enfrentan al doble reto de recuperar el espíritu integracionista y el reencuentro con España y Portugal.
La celebración de los 200 años de independencia que se realizará el 2010 en buena parte de las naciones latinoamericanas tiene diversas lecturas. Un rasgo común en todas ellas es que dicho proceso de emancipación fue una gesta de todos los latinoamericanos, sin importar su lugar de origen o residencia. Alguien lo catalogaría como un proceso integrador, en donde no resulta sorprendente que O'Higgins y San Martín crucen la cordillera de los Andes desde Argentina para liberar a Chile y, posteriormente, surja una escuadra para avanzar a Callao y hacer lo propio con Perú. Por su parte, Simón Bolívar avanza desde el norte de Suramérica a Venezuela y Colombia, luego a Ecuador para llegar al corazón de nuestro continente y librar la batalla que permite la libertad y, al mismo tiempo, la creación de Bolivia. La presencia de una fuerza integradora es la que permite dar ese gran salto.
Buena parte de los siglos XIX y XX constituye el esfuerzo de las naciones emergentes por asentar su identidad, formular sus instituciones, definirse como países independientes y soberanos. Esto implica un conjunto de problemas que se heredan para la demarcación exacta de los límites de uno u otro país. Hay entonces una necesidad de afirmación nacional que muchas veces requiere la resolución de conflictos con el vecino, pleitos que, como bien sabemos, dejan heridas difíciles de restañar. Por ello, creo que la celebración de los 200 años será abordada por las naciones latinoamericanas con una doble perspectiva. La primera es cómo recuperamos el espíritu integracionista para volver a tener una nueva independencia, en el sentido de cómo podemos ser más nosotros mismos frente a un proceso globalizador que, en tanto avanza sin reglas, más nos obliga a tener una sola voz. La segunda perspectiva es que tendemos a observar a España y Portugal como aquellos con quienes recorrimos una historia compartida, con valores comunes como el respeto a las instituciones, al Estado de derecho, a la democracia, a la búsqueda de una sociedad más cohesionada y solidaria. Y también, por qué no decirlo, una nueva mirada al mundo ibérico, porque ellos sí han sabido transitar y ser hoy, al inicio del siglo XXI, una península que desde Europa le habla al mundo con los valores permanentes del hombre.
Celebramos estos 200 años entendiendo que ahora, más que la afirmación de la identidad nacional, debemos enfrentar en conjunto un proceso de integración y, a través de dicho proceso, entender que nos volvemos a reencontrar con España y Portugal para ayudarnos mutuamente en la construcción de un mundo mejor. En ese contexto, las Cumbres Iberoamericanas son determinantes en el esfuerzo por construir el inicio de una comunidad de naciones que, a ambos lados del Atlántico, comparten ideas, historia, lengua y valores comunes. A partir de ahí, esa comunidad entiende que en el siglo XXI tenemos un futuro que construir en conjunto. El bicentenario es una oportunidad para renovar los lazos de una historia que tiene más de 500 años.
Ricardo Lagos (Santiago, 1938), presidente de Chile entre 2000 y 2006, ha presidido el Club de Madrid entre 2006 y 2009 y preside con el escritor Carlos Fuentes el Foro Iberoamérica.
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