El encuentro de la música de Malí
El cáncer avanzaba en 2005 por el cuerpo del guitarrista Ali Farka Touré con la lenta obstinación de esas dunas del desierto que inspiraron su forma de fundir el blues del delta con el viento seco del África Occidental. En aquella época, su amigo, el virtuoso intérprete de la kora Toumani Diabaté, solía preguntarle: "Ali, ¿qué tal estás hoy?". A lo que este, invariablemente, respondía: "Fantástico. No podría estar mejor, Toumani".
De la suma de una vida en fuga y de esa arrogante determinación, común entre ciertas estrellas de la música africana, que adorna a Diabaté (Bamako, 1965), surge Ali & Toumani (Nuevos Medios), disco póstumo a dúo de uno de los patriarcas de la música de Malí, un país tan rico en sonoridades que parece más bien un continente. De un lado, la guitarra eléctrica melancólica y levemente rítmica de Touré; del otro, la kora, arpa-laúd de 21 cuerdas, que, tocada con la sabiduría de Toumani, se antoja el sonido más bello del mundo. La familia de Diabaté, griots, contadores de historias del extinto imperio Mandinga, lleva 72 generaciones perfeccionando la maestría a un instrumento del que su más célebre miembro es embajador por el mundo.
"La música que nosotros tocamos viene del pasado, sí, pero sirve al presente y se proyecta hacia el futuro", dice Diabaté
El álbum se grabó en Londres bajo los auspicios del productor del sello World Circuit, Nick Gold, a quien la guitarra de Touré cambió la vida un buen día de los ochenta y uno de esos tipos raros que aún entienden la música como un gravoso acto de amor. Y en la capital británica debió presentarse en febrero con un concierto de Diabaté y Vieux Farka Touré, hijo y orgulloso continuador de Ali. Pero, ay, la malaria impidió que Toumani abandonase Bamako.
El encuentro se produjo finalmente cuatro meses después, durante un festival de rock en la costa occidental inglesa. Diabaté, al frente de la Symmetric Orchestra, ofreció un recital para un público más dado a los blogs de tendencias que a los boletines de world music y que, sin embargo, disfrutó como recién despertado a la conciencia de que el mundo global podría ser la intrincada suma de sus partes. "La responsabilidad de la riqueza de la música de Malí solo es de Dios", explicó Diabaté entonces. "Creo que esos chicos han comprendido al fin que las raíces son necesarias, que la música que nosotros tocamos viene del pasado, sí, pero sirve al presente y se proyecta hacia el futuro".
Las amenazas que se ciernen por defecto sobre los discos póstumos se diluyen en los primeros compases de Ali & Toumani, un trabajo que suena a apresurado encuentro entre dos maestros, pero también a desahogado testamento de un hombre que pasó de carecer de luz eléctrica en el chamizo en el que vivía a girar por todo el mundo como una estrella. "Creo que es diferente de todos sus discos y de todos los míos. Incluso de In the heart of the moon
[de 2005, primera colaboración entre ambos]. Es el encuentro definitivo entre el norte y el sur de Malí".
Tan habitual del diálogo entre músicos como del verano de festivales español (y en general de España; en su discografía sobresalen las colaboraciones que mantuvo con Ketama), Diabaté estrenará en Cartagena (Murcia) el viernes y durante la jornada inaugural de La Mar de Músicas Afrocubism, proyecto personal del productor inglés Gold, quien soñó en cierta ocasión con una colaboración entre músicos de Malí y cubanos que un problema de visados impidió. De aquella frustración nació Buena Vista Social Club, el gran fenómeno de las músicas del mundo de los noventa. Y surgirá, por fin, la música, así como un disco, cuya publicación se prevé en otoño.
Ali & Toumani (Nuevos Medios). Toumani Diabaté participa el viernes 9 de julio en Cartagena en el proyecto Afrocubism y el miércoles 14 actúa con la Orquesta Sinfónica de Murcia en La Mar de Músicas.
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