La casa por barrer
Lo mejor y peor de esta obra de seiscientas páginas es su proliferación y, de paso, su dispersión informativa. Se habla de tantos aspectos o historias del mundo paralelos al mundo de la casa que la casa va perdiendo su anunciado papel de protagonista y se disuelve entre los muchos argumentos y curiosidades de alrededor.
Más que un libro sobre la historia de la casa propiamente dicho es un libro de historia que toma, por ejemplo, como punto de partida el Palacio de Cristal de la Exposición Universal de 1850 en Londres: su construcción, sus materiales, su atractivo, y el de los edificios alrededor de Hyde Park.
De vuelta al tema casero, los impuestos sobre las ventanas y el grosor de sus cristales, el mundo de la electricidad y la reunión en la mesa de comer van salpicando un relato que sin dejar nunca de ser ameno, con frecuencia rompe el hilo de lo que promete tratar.
Bryson, famoso por 'Una breve historia de casi todo', que se quedaba en la vida de casi nada, se ilusiona por relatar un asunto tras otro, casero o no
De este modo accidentado, cuando el lector concluye el libro siente haber recibido un generoso menú histórico, compuesto de pequeñas cosas y de curiosidades simpáticas, rehundidas ambas en un texto que no invita a entrar en la casa, y menos a habitarla, como sería de buena educación según su titular.
De los relatos que va soltando el autor, unos tienen que ver con las ocurrencias de la arquitectura y sus órdenes clásicos, pero muchos más cabrían en un ondulado discurso sobre la evolución de la privacidad, desde hace cuatrocientos años hasta el principio del siglo XX.
Dormir juntos, "hacerse" literalmente la cama (con maderas y pajas), defecar juntos en animada conversación, tomar comida del plato del otro con las manos, no lavarse, no quitarse la ropa para acostarse, etcétera. Son usos que, aun relativamente sabidos, no dejan de interesar a cualquier ciudadano de hoy; hogareño o no.
En el principio, como cuenta el autor, la casa era el hall o al revés: el hall era toda la casa. Allí se hacían las operaciones comerciales, se dormía, se comía, se orinaba o se copulaba.
El proceso de división de la casa en estancias es igual al de la especialización de sus funciones, paralela a la producción general, pero correspondiente también a la progresiva formación de la individualidad.
La casa es refugio en general y, en principio, de una congregación amontonada pero, poco a poco, corriendo los siglos, se hace casamata, se crean zonas especiales reservadas para los señores y el servicio, para la ingesta y la deposición.
En conjunto, el desarrollo del mapa casero va siendo, como se deduce del libro, una película que a través del pasillo o de la escalera nos conduce hasta el salón, nos pasea por el jardín o nos confina en el baño, el sótano o el desván.
Una y otra vez, Bill Bryson, famoso por su libro Una breve historia de casi todo, que se quedaba en la vida de casi nada, se ilusiona por relatar un asunto tras otro, casero o no. Desde las cosechas a la enfermedad, desde la fisiología femenina hasta la muerte de los pobres niños.
Tratándose pues de un grueso volumen hay ocasión para recrearse con la historia del agua corriente, por el devenir de la cocina y la adulteración de los alimentos, pero apenas nos encandilamos en alguno de estos temas, se apaga esta luz.
Precisamente, un pasaje típicamente casero, nos hace pensar y hasta sentir las diferencias que separan el mundo de la electricidad de aquel que hasta el siglo XIX obligaba a leer en torno a unas velas o a seguir las órdenes y quehaceres que marcaba la luz natural. Y no solo percibimos que la falta de luz eléctrica representaba un factor determinante en las costumbres de pueblos y ciudades, sino que precisamente la larga presencia de la oscuridad componía el mismo cuerpo de la cultura, de la fe, la ciencia y la manera de ser.
Un innumerable censo de cuestiones reunidas como al hilo de una investigación ni muy organizada ni muy focalizada explican por qué este libro es tan gordo y promiscuo. Esta lleno de magra y de grasa. Es omnívoro y metaboliza más bien poco.
Podría decirse, siguiendo sus mismas menciones, que más que un primoroso mueble de tocador su modelo es el confuso arcón de un trastero. O bien, más que una habitación preparada para recibir a las visitas, la obra se comporta como un desenfadado y desbaratado cuarto de juegos.
Más amenidad que intensidad. Y, en ocasiones, tanta dispersión que el título En casa es menos verdadero que su subtítulo, 'Una breve historia de la vida privada'. Pero también algunas raciones de vida no privada porque, al cabo, podría decirse que en su investigación múltiple, este pastor anglicano no se ha privado casi de nada.
En casa. Una breve historia de la vida privada / A casa. Brey història de la vida privada. Bill Bryson. Traducción de Isabel Murillo/ Joan Solé. RBA / La Magrana. Barcelona, 2011. 672/ 640 páginas. 25 euros .
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.