Yukio Mishima y la máscara de Noh
El 25 de noviembre de 1970, Kimitake Hiraoka, más conocido como Yukio Mishima, junto con los cuatro miembros más cercanos de la Sociedad del Escudo -el Tate no Kai- visitaron al general Mashita en el Campamento Ichigaya, cuartel general en Tokio de las Fuerzas de Autodefensa de Japón. Vestido con el uniforme diseñado por él mismo y llevando la catana con la que sería fotografiado por Tamotsu Yato exhibiendo un poderoso cuerpo construido a base de pesas y kendo, Mishima tomó como rehén al general y se hizo fuerte en su despacho. A partir de ahí el "incidente" es de todos conocido: tras un intento infructuoso de inspirar a los soldados presentes a lanzarse a la senda de la rehabilitación del poder del Emperador, cometió sepukku.
Confesiones de una máscara
Yukio Mishima
Traducción de Rumi Sato
y Carlos Rubio López de la Llave
Alianza Editorial. Madrid, 2010
312 páginas. 18,50 euros
La teatralidad del "incidente" fue considerada por muchos como el broche final a una vida folclórica y exhibicionista en la que el ideario fascisto-sado-masoquista se había ido instalando progresivamente. Sin embargo, en la resaca del 30º aniversario de su muerte, la obra de Mishima está en pleno revival. Precisamente, Alianza, sello que tiene una biblioteca enteramente dedicada al autor, ha aprovechado para publicar una nueva versión de la imprescindible Confesiones de una máscara, en traducción directa del japonés realizada por Rumi Sato y Carlos Rubio.
Confesiones de una máscara contiene todos los elementos literarios y personales que encontraremos después en esa fusión entre literatura y acción de la que Mishima hizo su vida: volveremos a encontrar al niño cruel en El marino que perdió la gracia del mar (Alianza Editorial. Biblioteca Mishima, 2008), las referencias gais y los matrimonios de conveniencia en El color prohibido (Alianza Editorial, 2010) o la visión del san Sebastián de Guido Reni, en la foto que, ya adulto, se haría Mishima con una flecha de más: en el lugar por el que se introduciría la catana el día del "incidente".
Las similitudes de la vida del protagonista de Confesiones de una máscara con la del propio Mishima son tantas y tan recurrentes las imágenes, que resulta imposible no escuchar en la voz su protagonista, Koo-chan, la del Mishima enclenque y enfermizo, criado por Natsu, la abuela neurótica, vampírica y enamorada del teatro Noh, que se ve abocado a un matrimonio de conveniencia, a vivir, en fin, tras una máscara.
Cuenta Nathan, amigo, biógrafo y traductor de Mishima, que Azusa, padre de Mishima, en las pocas ocasiones en que lograba arrancarlo de las controladoras garras de su abuela, llevaba al pequeño Kimitake a las vías del tren, donde acercaba su cara a los trenes que pasaban a toda velocidad, en un ejercicio de formación espartana. Jamás un gesto, un llanto, "la cara de Kimitake era la de una máscara de Noh", contaba Azusa. Mishima tenía sólo cinco años.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.