Polonia, la gran sorpresa del este europeo
Un destino en auge por ciudades monumentales y espacios verdes
La entrada en la Unión Europea abre una primavera de esperanza y renovación en la maltratada historia de Polonia. Encajonada entre el imperio alemán y el soviético, Polonia sufrió durante el pasado siglo el martirio de la guerra, el exterminio nazi y la larga helada del comunismo. Quizá por eso es hoy uno de los países más cordiales y con más ganas de vivir entre todos los del este de Europa.
1 Varsovia
Una de las primeras sensaciones que embargan al viajero que recorre el Stare Miasto o Ciudad Vieja de Varsovia es la de contemplar un milagro. El centro urbano fue borrado prácticamente del mapa durante la II Guerra Mundial y, sin embargo, la reconstrucción ha logrado salvaguardar la belleza y el espíritu del casco antiguo, gracias, en parte, a las escenas de Varsovia pintadas por Canaletto que sirvieron de inspiración a los arquitectos. La estatua de una sirena, símbolo de la ciudad, preside la plaza de la Ciudad Vieja (Rynek Starego Miasta), donde, con buen tiempo, los dueños de los cafés sacan las terrazas y los pintores callejeros exponen sus dibujos. El café Manekin es una buena opción para tomar un aperitivo, antes o después de visitar el Museo Histórico -también sito en la misma plaza-, donde puede contemplarse un magnífico documental que habla de la lucha y destrucción de Varsovia durante la invasión alemana.
Callejear por el Stare Miasto es uno de los grandes placeres que la capital depara al viajero. Desde su atalaya de piedra en la Plac Zamkowy (o plaza del Castillo), la estatua del rey Segismundo III sostiene una cruz y una espada, dos buenos símbolos del pasado de Polonia, un país fervientemente católico y enzarzado desde siempre en más guerras de las que quisiera. Muy cerca, a la sombra del rey, se halla el Kawiarnia Literacka, un pequeño café con un ventanal que da a la plaza, donde aún se respira el aire bohemio de las tertulias artísticas y literarias. Desde allí, siguiendo la llamada Ruta Real, arranca Krakowskie Przedmiescie, una hermosa calle flanqueada de iglesias y palacios, donde perdura el recuerdo de algunos polacos insignes en las estatuas de Adam Mickiewicz (el poeta nacional polaco) y Copérnico (situada frente al palacio Staszic), y en la iglesia de la Santa Cruz (Kosciol sw Krzyza), templo barroco que alberga en una urna el corazón de Chopin.
La memoria del gran compositor polaco también está presente en el parque Lazienki, en el monumento que abre una de las rutas del parque, quizá el más bello de Varsovia, un espléndido laberinto de jardines en cuyo interior se levanta el Palacio sobre el Agua. Aunque algo alejado del centro, merece la pena desplazarse y perder una mañana admirando sus invernaderos y anfiteatros neoclásicos que durante un tiempo fueron residencia real.
Ya en el centro urbano, llama la atención de inmediato la mole del Palacio de la Cultura y de la Ciencia, un buen exponente del realismo socialista que fue, durante un tiempo, el edificio más alto de Europa. Regalo de la URSS al pueblo de Varsovia (tal vez por la demora del ejército rojo al otro lado del Vístula, que supuso la masacre total de la resistencia polaca a manos de los nazis), el enorme edificio es un perfecto ejemplo del dicho "hay amores que matan". A la caída del comunismo, muchos varsovianos exigieron la demolición del mamotreto, pero unos amigos polacos se echaron a reír a carcajadas cuando lo bauticé al primer golpe de vista como "la Giralda de Varsovia".
En general, los polacos son un pueblo simpático, divertido y amable. Sólo dos veces tuve problemas con ellos: durante los desplazamientos en tren (los revisores pueden molestarte hasta cinco y seis veces por trayecto) y en un restaurante del Stare Miasto, Pod Samsonem, donde, tras un incidente en el guardarropa, la dueña se desentendió de los clientes con muy malos modos. Salvo excepciones, el trato con los polacos es fluido y jovial: una corriente subterránea de simpatía parece fluir, alimentada, quizá, por la común herencia católica y obstaculizada tan sólo por el idioma. Nada mejor para fomentar esos lazos que una buena comida rematada por un vaso de vodka. En Varsovia, el Studio Buffo (Konopnickiej, 6) o el Kampaia Piwna (Podwale) son, cada uno a su modo, una buena opción para degustar el tradicional borsch o el delicioso golonka (una variante brutal y despiadada de nuestros torreznos).
Varsovia guarda muchas otras bellezas, pero el Sendero de la Memoria Judía, una serie de bloques de granito dedicados a los héroes del gueto durante la invasión nazi, y el Monumento a los Héroes del Gueto son un recordatorio perenne de las cicatrices que perviven en esta hermosa ciudad tendida a orillas del Vístula.
2 Bialowieza
Merece la pena alquilar un coche o coger un tren y salir temprano una mañana de Varsovia para llegar al parque nacional de Bialowieza, en la frontera con Bielorrusia. En este bosque inmenso, el más grande de Europa, se yerguen algunos de los robles más viejos del continente, y dentro de la reserva natural, junto a corzos, lobos, alces y jabalíes, subsisten, como en un sueño brotado de Altamira, los últimos bisontes europeos. Dwor Soplicowo (Krzyze, 2) es un excelente mesón rural donde reponer fuerzas y degustar el sabroso zurek, pero para el café lo mejor es desplazarse hasta Hajnówka, ciudad cercana famosa por sus festivales de música ortodoxa. Al llegar pregunten por U. Wotodzi, no tiene pérdida. No lo recomiendo por su ambiente mugriento y su café lleno de posos, sino por la visita al destartalado barracón de madera que guarda un curioso museo en miniatura de la época comunista.
3 Cracovia
Cracovia no es sólo la ciudad más hermosa de Polonia, es una de las más bellas de Europa. Cuenta con la ventaja de que, al contrario que Varsovia, apenas fue tocada durante la II Guerra Mundial. Sigue siendo la ciudad favorita de escritores y artistas, y aunque en los últimos años la capital está atrayendo también los movimientos literarios y musicales, Cracovia todavía es la residencia oficial de la poetisa Szymborska, del gran compositor Penderecki o del viejo maestro de la literatura fantástica Stanislaw Lem.
La plaza Mayor del Mercado (Rynek Glowny) es el centro neurálgico de Cracovia y resulta, por disposición y estructura, de lo más original. Muy pocos lugares pueden competir en densidad y variedad con la concentración de ofertas que se ofrece allí al viajero. Dominando la plaza, la iglesia de Santa María, una de las más hermosas de Polonia, levanta al cielo sus dos torres asimétricas. En su interior, entre otras maravillas, hay un altar gótico obra de Wit Stwosz, y en el exterior, desde la torre más alta, un músico lanza cada hora el característico toque de trompeta -Hejnal Mariacki- que se interrumpe bruscamente en mitad de una nota, en recuerdo del trompetero medieval abatido mientras lo efectuaba. Al otro extremo de la plaza se conserva, como contraste, la pequeña iglesia románica de San Wojciech. Y en el centro, el mercado de paños (Sukiennice) ofrece al viajero dos filas de tiendas donde podrá adquirir, entre otros productos de artesanía local, ropa típica montañesa, joyas de ámbar o coloreados ajedreces de madera cracovianos.
En el primer piso del Sukiennice, una galería del Museo Nacional expone algunas de las mejores obras de la pintura polaca del siglo XIX, entre las que brilla con luz propia Frenesí, de Wladyslaw Podkowinski, con su caballo negro enloquecido a cuyas crines se agarra una ninfa desnuda. Los amantes de la pintura tampoco deben pasar de largo por el Museo Czartoryski, que guarda, entre otras maravillas, la Dama con Armiño, de Leonardo, y el Paisaje con el buen samaritano, de Rembrandt.
El otro gran punto de atracción turística de la ciudad es el castillo de Wawel, una ciudadela gótica al pie de un meandro del Vístula. Las vistas del gran río desde la escalinata de acceso a Wawel son espectaculares, y los niños y los no tan niños se quedarán boquiabiertos con la surrealista estatua del dragón que escupe fuego por la boca. Dentro de la ciudadela, el castillo real ampara numerosos tesoros de la dinastía Jagellón, y en las entrañas de la catedral pueden visitarse las tumbas de los reyes polacos, de poetas nacionales y de héroes de guerra. Un esfuerzo extra supone la subida, a través de una larga maraña de escaleras, hasta la impresionante campana de Segismundo, de once toneladas de peso y dos metros de diámetro.
La variedad de cafés y restaurantes de Cracovia es enorme, y además tienen la ventaja de ser más baratos y auténticos que sus parientes varsovianos. El Kawiarnia Jama Michalika (Florianska, 45) es un local lujoso y decadente, perfecto para un desayuno. Entre los restaurantes, Chimera (Anny, 3) ofrece dos posibilidades: un restaurante tradicional impecable y un autoservicio vegetariano realmente barato. Cherubino (Tomasza, 15) es un agradable local nocturno donde el viajero podrá comprobar que el orgullo que los polacos sienten por su vodka está fundado en serias razones. Entre las mejores, Chopin, Wyborowa o mi favorito, Zubrowka, con su extraño e intenso aroma y su hierba de bisonte dentro de la botella. No haga caso de la bárbara costumbre de beberlo de un solo trago; pídalo solo y helado y bébalo a pequeños sorbos. Los polacos aseguran que el vodka, en pequeñas cantidades, es inofensivo. En grandes cantidades, también.
4 Zakopane
De Cracovia a Zakopane apenas hay un par de horas en autobús y algo más en tren. Disfrute con los valles erizados de casas de madera típicas de los Tatras -la cordillera más alta de Polonia- y con la estación de esquí, escenario de los últimos campeonatos de invierno y feudo particular de Malysz, héroe actual del deporte polaco. Ha sido campeón del mundo de saltos durante varias temporadas y en Polonia es tan célebre como el Papa.
En Zakopane hay un teleférico que lleva hasta Kasprowy Wierch, y un funicular que sube hasta la cima del Gubalówka: si el día es claro, el panorama de los Tatras desde ambos montes deja sin aliento. Los mercados callejeros están abiertos todos los días y allí pueden adquirirse desde guantes y ropas de abrigo hasta los quesos típicos de la región, bryndza y oscypek. Zakopane fue también el refugio de otro de los grandes compositores polacos, Karol Szymanowski, cuya casa, la pequeña y encantadora Villa Atma (Kasprusie, 19), todavía puede visitarse. Muy cerca se encuentra Peksowy Brzysek, un recogido cementerio católico verdaderamente único en el mundo gracias a sus tumbas de piedra de diversas y curiosas formas, sus túmulos de madera semejantes a relojes de cuco y sus cruces coloreadas.
Desde el mismo pueblo pueden hacerse excursiones a diferentes enclaves de alta montaña; una de las mejores es la que va hasta Morskie Oko (El Ojo del Mar), un lago helado en una cima rodeada de picos salvajes. Se va en autobús y luego hay que subir diez kilómetros a pie o bien en un típico carro montañés de esquís tirado por caballos. En cualquier caso, la ascensión entre los bosques y las montañas nevadas es inolvidable, como lo es la llegada hasta el lago, donde el viajero puede descansar y tomar una cerveza en un mirador frente al circo glaciar, que parece suspendido del cielo.
5 Auschwitz
Monumento viviente a la ignominia y al horror, la visita al campo de concentración de Auschwitz es un verdadero descenso a los infiernos, una de las experiencias más emotivas y terribles que jamás pueda vivir un ser humano. Polonia guarda bellezas y tesoros magníficos, pero también fue el principal solar de la barbarie alemana, y Auschwitz, el epicentro mismo del exterminio nazi. De los seis millones de seres humanos ejecutados durante el Holocausto, se calcula que entre un millón y un millón y medio encontraron la muerte aquí. Todo lo que se haya leído o visto sobre los campos de concentración queda en suspenso ante la realidad insoslayable de esta fábrica del espanto.
Auschwitz (Oswiecim en polaco) está a una hora de tren de Cracovia. Las dimensiones del campo son colosales. Aunque la entrada es gratuita, resulta aconsejable comprar un folleto para no extraviarse en el laberinto de galerías dedicadas a las diversas etnias y naciones. Ya la entrada bajo el lema "Arbeit macht frei" ("El trabajo libera") pone los pelos de punta. Los barracones del exterminio judío, polaco y gitano son particularmente aterradores, pero la presencia silenciosa de los restos mortales -miles de zapatos y gafas, cientos de miembros ortopédicos, toneladas de pelo humano- resulta intolerable. Parece increíble que algo así haya podido suceder alguna vez y que apenas dos generaciones nos separen de ello.
Auschwitz era sólo el primero de los cuatro campos que los alemanes abrieron en Oswiecim y está convertido en un Museo del Holocausto. A tres kilómetros se encuentra Birkenau, donde llegaban diariamente los trenes cargados de judíos. Las cámaras de gas funcionaron sin cesar desde 1942 hasta 1945. Hoy queda en pie tal cual lo encontraron los rusos, con torres y alambradas, unos cuantos barracones en pie y los hornos de gas destruidos: una extensión inmensa y desolada componiendo el fantasma de un matadero inconcebible que sigue en pie para advertencia a las generaciones venideras y eterna infamia del género humano.
- David Torres (Madrid, 1966) es autor de la novela de montaña Nanga Parbat y fue finalista del Premio Nadal 2003 con El gran silencio.
GUÍA PRÁCTICA
Datos básicos- Prefijos telefónicos: Varsovia, 00 48 22; Cracovia, 00 48 12; Bialowiesa, 00 48 85, y Zakopane, 00 48 18.- Moneda: zloty (1 euro = 4,3 zlotys).- Población: Polonia tiene 38.500.000 habitantes.- Oficina de turismo de Polonia en España: 915 41 43 33; www.visitapolonia.org.- Centro de Información Turística de Cracovia (421 77 06). En la plaza Mayor.- Oficina de turismo de Varsovia: 524 11 42.Cómo ir- Lot (901 11 67 10; www.lot.es). Desde Madrid o Barcelona hacia Varsovia, por 340 euros, o hacia Cracovia, pasando por Varsovia, por 371. En la web hay ofertas desde 184 euros.- Air Polonia (www.airpolonia.com.pl). Compañía de bajo coste sin atención telefónica en España. En su página web -con versión en castellano- hay ofertas de vuelos a partir de 140 euros (ida y vuelta a Varsovia desde Madrid).Dormir- La red de hoteles con encanto Leisure & Heritage dispone de decenas de bellos alojamientos por todo el país. Los precios rondan los 100 o 150 euros. Según la ciudad, son más baratos o más caros. Central de informaciones en Varsovia (433 60 30) o en la web www.leisure-heritage.com.- Hotel Wavel Tourist (422 67 65). Poseiska, 22. Cracovia. Habitaciones dobles a partir de 65 euros.- Novotel Warszawa Centrum (621 02 71). Ul. Nowogrodzka, 24-26. Varsovia. Habitaciones a partir de 78 euros.Noche- Café Ariel (421 38 70). Szeroca, 17. Cracovia. Música judía.- Klub Jazzowy Kornet (647 43 99). Krasinskiego, 19. Cracovia. Conciertos de jazz.- Loch Camelot (423 06 38). Sw. Tomasza, 17. Cracovia. Cabaré.- Pop Gruszka (422 98 96). Szczepanska, 31. Cracovia. Centro de reunión de la bohemia local.Visita- Auschwitz y Birkenau. A 70 kilómetros de Cracovia, Auschwitz (Oswiecim) y Birkenau (Brzezinka), a tres kilómetros de distancia uno de otro, han sido convertidos en Museo del Holocausto. Ir en autobús o tren cuesta unos 5 euros. Está abierto todos los días (excepto navidades, Año Nuevo y Pascua) a partir de las 8.00. En septiembre se cierra a las 18.00; en octubre, a las 17.00, y en noviembre y diciembre, a las 16.00. La entrada es gratis. Auschwitz dispone de tres profesionales que guían la visita en castellano por 46 euros (sea individual o en grupo).
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