Gran ganga en Teherán
Mete una cinta en el radiocasete de su utilitario de color rojo: "¡Eva María se fue buscando el sol en la playa! ¡Con su maleta de piel y su biquini de rayas!". La música se escapa por las ventanillas del coche, pero se corta repentinamente tras un gesto violento, rápido, un acto reflejo que saca la cinta rápidamente. Junto al semáforo hay un grupo de policías, y esto es Teherán, la urbe de hormigón capital de Irán, un país en el que la música occidental con letra está prohibida y el lugar donde casi es una ofensa escuchar cantar a una mujer.
El protagonista de esta anécdota real es un gato persa, un estudiante de español en la Universidad de Teherán que se gana un sueldo como guía en su ciudad. Casi suplica cintas y discos a los turistas que visitan su ciudad y —no es broma— no ha escuchado nunca a The Rolling Stones. A gente como él ha dedicado Bahman Gohbadi su última película, Nadie sabe nada de gatos persas, una cinta a caballo entre el documental y la ficción en la que el director de origen kurdo y amante de la música baja a las catacumbas y los sótanos de su país para enseñarle al mundo que en los subsuelos de Irán se esconden más de mil grupos de jóvenes empeñados en hacer música indie pese a estar perseguidos por el régimen islamista que gobierna en el país.
"Bajé a esos sótanos y encontré un mundo raro, pero arrebatador por lo que tiene de diferente", explica el director, galardonado en el Festival de San Sebastián de 2004 con la Concha de Oro por Las tortugas también vuelan. "Accedemos a ese mundo a través de sus auténticos protagonistas, músicos reales que han tenido que largarse de su país para poder expresarse. La música es una expresión artística que en su génesis supone ser compartida. A estos héroes, sin embargo, casi nadie les escucha. Cuando me metí en ese mundo supe que tenía que contar esta historia", afirma Gohbadi, que sabe perfectamente lo que se juegan estos artistas por el simple hecho de llevar dentro el veneno de la música.
El actor y compositor musical Ashkan Koshanejad, que protagoniza esta película, insiste en que todo lo que se ve en la cinta "es real y ha ocurrido": las palizas, los decomisos de instrumentos, la ocultación y la persecución. "Las localizaciones también son reales, y la gente ha vivido lo que allí se ve", continúa. "Hasta la forma en la que ha sido hecha la película es underground. La hicimos en 17 días, con furia y rapidez. La vivimos según la filmábamos. El director hasta mintió al solicitar los permisos para grabar, las autoridades creían que se estaba rodando otra película", concluye. Hasta Roxana Saberi, coguionista de la historia y mujer del director, pasó cinco meses en la cárcel por sospechosa de escándalo público.
En Irán se hace buena música indie, y no hay más que ver esta película divertida y rebelde para darse cuenta de que muchos jóvenes que se pasan de mano en mano el New Musical Express como si fuera un objeto de lujo no pueden ni siquiera cantar "gran ganga, yo soy de Teherán". Pero lo hacen a escondidas, en el subsuelo.
Nadie sabe nada de gatos persas se estrena hoy en España.
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