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Reportaje:CINE

Cazador de voces

Rocío García

Un tipo solitario de viaje por el mundo a lo largo de un año. Sin guión, con una única cámara doméstica, 45 ciudades, cien horas de grabación. Una mirada al mundo. Lo que empezó en septiembre de 2007, en Venecia, como una actitud defensiva, cámara en mano, rodando a quienes le estaban rodando a él, en un intento de devolver la mirada que le dirigían, fue encontrando poco a poco una composición, una estructura, y ha acabado de explotar en la película Guest, dirigida por José Luis Guerín (Barcelona, 1960). "La cámara es como un cuaderno de notas con la que salir a la calle y relacionarte con el mundo. A través de gente que me ha fascinado, de encuentros fortuitos, lo que fui encontrando fue una estructura, que es lo que es finalmente una película, su motivo de existencia. Y lo que en principio tuvo de terapia defensiva se fue transformando en todo lo contrario, es decir, en una herramienta de relación con el mundo".

Guerín no ha elegido los lugares donde rodar. "De alguna manera, han sido las ciudades las que me han elegido a mí. Por eso he titulado la película Guest (Invitado)". Así acudió, a lo largo de un año, a todos aquellos eventos, festivales o manifestaciones cinematográficas que le reclamaban. Partiendo de Venecia, donde presentó su anterior filme, En la ciudad de Silvia, el realizador ha paseado con su cámara por Cartagena de Indias, La Habana, Santiago de Chile, Nueva York, São Paulo, Lima, Jerusalén o Hong Kong, y así hasta 45 ciudades y ofrecer un retrato coral, en blanco y negro, de vendedores ambulantes, retratistas callejeros, contadores de historias, poetas de la calle, mujeres y hombres doloridos.

Dos grandes calefactores consiguen una temperatura cálida en la parte exterior del domicilio de Guerín, en el Eixample de Barcelona. Junto al escritorio, en una estantería guarda este cineasta las esencias de su viaje en decenas de grabaciones, pulcramente ordenadas por ciudades y fechas. "Toda película tiene un componente próximo al viaje, en la medida en que es un trayecto en el tiempo y el espacio, pero sin duda hay películas que explicitan mucho más eso por la propia ética del viaje, de salir al encuentro de lo desconocido. Frente al viajero que se protege mucho, que parte con un guión cerrado antes de iniciar ese viaje, a mí lo que me resultaba estimulante era la idea de salir buscando casi la contingencia, la relación con lo aleatorio que uno pueda ir encontrando". Y la única manera de salir así de desprotegido era hacerlo solo. "Guest solo lo podía hacer en solitario. Eso es algo que nos permiten ahora las nuevas tecnologías, hacer una película en soliloquio. Yo también tengo el gusto por el trabajo en equipo y no quiero abandonarlo en absoluto, pero sí simultanearlo. Hay proyectos que te reclaman más el placer de trabajar con los otros, de discutir, de compartir, y hay otro tipo de trabajos que te incitan al soliloquio, donde estar paseando y mirando en una ciudad desconocida te lleva a estar moldeando simultáneamente la película". El realizador de En construcción confiesa la necesidad de esa vuelta a la soledad. "Cuando era joven era muy paranoico en la relación con los otros, siempre me protegía. Para mí, la noción de equipo era como un mal menor. A mí el cine que me gustaba era el de los grandes déspotas que controlan ellos solos el universo. Veía a mi equipo como un mal inevitable, tenía la sensación de que sus ideas me contaminaban. Todo eso fue cambiando, sobre todo a raíz de En construcción, una película hecha codo con codo con las personas".

¿Es un regreso entonces a la paranoia?

"No, creo que mi relación con el mundo y el cine es más sana ahora. En este momento tengo deseos de volver a trabajar con gente y de disfrutar de sus aportaciones".

¿Qué rastro es el que quiso seguir?

"La elocuencia de la palabra popular. Es algo de capa caída en Europa, donde las calles han enmudecido, y que la ciudad latinoamericana te devuelve. Es la vitalidad del espacio público donde todavía quedan contadores de historias, poetas de la calle o simplemente gente que tiene capacidad de narrar aún no enturbiada por la televisión. Me dejé cautivar por esa idea, quería salir no tanto a contar yo mismo cosas como a recibir una explicación del mundo, a escuchar".

¿Y cómo fue el encuentro, el acercamiento a esos narradores?

"Los personajes han acudido a la cámara, he ido haciendo la película con aquellas voces y aquellas presencias que me han requerido. Han sido mis cómplices naturales, gente esencialmente desplazada. Tengo la sensación de que han sido ellos los que me han venido a buscar, de que más que yo haya hecho una película sobre ellos, hemos realizado conjuntamente pequeños filmes".

Una propuesta despojada al máximo, buscando esa esencia del cine que Guerín emparenta con la pintura, cuando se ve a un hombre con un trípode, que es como el caballete del pintor, frente a lo que quieres pintar o rodar, a la relación que se establece entre el modelo y el creador, la disposición de la luz, la distancia, el gesto. "Una pantalla es igual a un lienzo, pintores y cineastas tenemos el reto de resolver nuestro trabajo en una porción de espacio plano y eso nos lleva a tensiones muy comunes".

Y al igual que los pintores, Guerín ya sabe lo que es colgar una obra en los museos. Lo ha hecho en el Museo Esteban Vicente, de Segovia, donde se puede ver la muestra La Dama de Corinto, una reflexión en blanco y negro sobre el origen de la pintura y del propio cine. En el museo ha encontrado una ampliación de horizontes. "Cuando me llamaron me pareció aterrador, entrar a un museo... es algo que te inmoviliza, es la cultura con mayúsculas. Sin duda es más cómodo el lado popular del cine, pero lo que he encontrado ha sido un respeto que ojalá lo tuvieran algunos productores de cine. A diferencia del espectador de cine que asiste inmóvil en su butaca frente a una pantalla a un desarrollo temporal, el espectador de arte es un paseante que recorre salas y eso te estimula para crear una secuencialidad en el espacio, para explorar con cosas que te están negadas en el cine como es el formato y la escala de cada proyección".

Guerín se ha levantado del sofá para mostrar el edificio que se yergue justo enfrente de su casa, con un 1900 grabado bien grande sobre la fachada. Ahí es donde quizá surja el mediometraje que prepara por encargo de un festival coreano, en el que tendrá la buena compañía de cineastas de la talla de Jean-Marie Straub y Claire Denis. No quiere desvelar el secreto del edificio, pero ya ha soñado con él. "Soñar es quizá la parte más bonita", confiesa el realizador. "Yo crecí con el deseo del cine, el cine se hacía desear porque era difícil. De muchacho, leía las historias de cine y veía las fotos de las películas que no podía ver, pero las soñaba y cuando llegaban a la filmoteca era un gran evento, una gran revelación porque venían precedidas de un gran deseo. Hoy se ha invertido completamente. Antes de desear ver una película ya la tienes en forma de disquete en tu casa, sin tiempo para soñar".

Ya buscará tiempo José Luis Guerín para soñar, al menos, con sus próximas aventuras.

Guest, de José Luis Guerín, se estrena el próximo viernes, 25 de marzo. La Dama de Corinto. Museo Esteban Vicente. Segovia. Hasta el 24 de abril. www.museoestebanvicente.es.

José Luis Guerín filmó <i>Guest</i> en solitario. "Es una película en soliloquio", afirma el cineasta.
José Luis Guerín filmó Guest en solitario. "Es una película en soliloquio", afirma el cineasta.

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