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CHAMPÁN Y ROCK EUROPEO
Columna
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Arquitectura elegante

Cuando conocí a Teo Cardalda llevaba una cazadora de cuero con la espalda cubierta por las iniciales del grupo punk inglés GBH. Acababa de fundar Golpes Bajos con Germán Coppini, excantante de la banda gallega, también de punk, Siniestro Total. El hombre que decidió darles una oportunidad se llamaba Mario Pacheco y tenía una pequeña compañía discográfica llamada Nuevos Medios. Teo siguió colaborando con ellos cuando ya se nos había pasado la fiebre del punk y, por ese camino, un día el mismísimo Ruben Blades le estrechó la mano para felicitar al hombre que había producido el disco Alegría de vivir del fallecido Ray Heredia. ¿Quién nos iba a decir, cuando éramos simples punkis con cazadoras de cuero que un día terminaríamos hablando de tú a tú con las leyendas? Si eso sucedió fue gracias a la labor de visionarios como Mario Pacheco, individuos singulares, valientes, voluntariosos y organizados. Coincidí mucho tiempo después con Mario en Málaga, hace pocos años, cuando yo ya había dejado el mundo profesional de la música y me había convertido en escritor. Él acababa de superar la convalecencia de una enfermedad y, para celebrarlo, andaba intentando armar una revista. Me dio un ejemplar y me propuso que escribiera para ella. Pasó el tiempo y, lamentablemente, la reaparición de la enfermedad hizo que el proyecto quedara paralizado. Ahora, Mario Pacheco ha fallecido y ya nunca tendremos la posibilidad de colaborar juntos en algo. Cada generación tiene una cantidad limitada de tipos excepcionales. Cuando desaparecen, no hay sustituto posible, dada la peculiaridad de su manera de hacer y de aquellas cosas que eligen singularizar con su mirada. Con él se perderán muchas perspectivas que merecían verse y eso sólo provoca desconsuelo y amargura. El calado de esa amargura puede medirse con un repaso a su carrera y logros que no pasarán al olvido con una simple necrológica. En la efervescencia de los primeros ochenta creó la pequeña compañía independiente Nuevos Medios que grabó, con un agudísimo sentido del gusto, a todas las delicatessen que produjo la movida y que no encontraban estricto acomodo en ella. No se quedó ahí, sino que, fascinado y comprendiendo todas las posibilidades de futuro y mezcla del flamenco, fue de los primeros en buscar la manera de grabar las guitarras españolas de los nuevos flamencos con todos los efectos y posibilidades de la tecnología digital. Tenía además un pasado emocionante de joven como fotógrafo y explorador en el Londres de plena efervescencia de rock finisecular. Empieza a poderse rastrear en nuestra música popular una lista de notables de esa casta de visionarios adelantados, desde Ricardo Pachón a Gay Mercader, Gonzalo García Pelayo, Rafael Moll, Pere Camps o Quique Santana. Sería muy interesante reunir sus biografías aventureras, sus motivaciones, sus reflexiones sobre la propia tarea y las ideas que han ido dejando tras ellos.Sobre una mesita baja de mi casa está todavía, manoseado, el primer ejemplar de la revista que me dio Mario. En ella, un artículo sobre Jerez (La ciudad que canta) me abrió al interés sobre Antonio Mairena. ¿Qué puentes no podrán tender esos arquitectos elegantes? Cuando consiguen que los rockeros más recalcitrantes se interesen por el flamenco y viceversa puede decirse que, como los viejos caballeros medievales, su figura cabalga incluso después de haber desaparecido.

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