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PUNTO DE OBSERVACIÓN | OPINIÓN
Columna
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Historia de unos debates

Soledad Gallego-Díaz

Los debates televisados entre los candidatos presidenciales norteamericanos, que podrían ser considerados como uno de los más importantes instrumentos, o incluso instituciones, democráticos creados en el siglo XX, fueron parte de una iniciativa de la llamada Liga de Mujeres Votantes, un grupo feminista norteamericano que defendió el derecho de las mujeres a votar y a disponer de la información necesaria para actuar como ciudadanas responsables.

Fue la Liga, que nació en 1920 (seis meses antes de que Estados Unidos reconociera el sufragio femenino), la que organizó los iniciales debates mediáticos, primero en la radio y luego en la televisión, incluido el primero entre Kennedy y Nixon. El patrocinio "femenino" de los encuentros televisados duró hasta 1988, en que la Liga se hartó de las condiciones que querían imponer los dos grandes partidos, Demócrata y Republicano; se retiró, y dio paso a la creación por parte de esos mismos partidos de la Comisión de Debates Presidenciales, que funciona desde entonces y que será la que organice los encuentros entre Barack Obama y John McCain, y entre los candidatos a vicepresidente Sarah Palin y Joe Biden (la serie arrancó el pasado día 26 en Misisipi y terminará el 15 de octubre en Nueva York).

Los primeros debates en TV entre los candidatos a presidente fueron organizados por la Liga de Mujeres Votantes
La idea de que Palin es una "feminista de nuevo cuño" levanta ampollas: no es lo mismo ser mujer que ser feminista

La complicada historia de los debates televisados presidenciales (se interrumpieron entre 1960 y 1976) está contada estupendamente en un libro que acaba de aparecer en Estados Unidos y que se llama Inside the presidential debates: their improbable past and promising future. El autor es Newton Minow, que a sus 82 años sigue siendo el vicepresidente de la mencionada comisión, que todavía se sigue irritando por las estrechas normas que rigen esos debates (cámaras fijas, imposibilidad de hacer preguntas directas, etcétera) y que hace un vigoroso alegato en favor de su rápida reforma. En la época de YouTube, asegura, no tiene sentido que los ciudadanos no puedan formular preguntas directas.

Minow recuerda que los debates televisados comenzaron en 1960, con el famoso encuentro Kennedy-Nixon, pero que ya antes Abraham Lincoln y su oponente William Henry Harrison habían discutido públicamente sobre la esclavitud en teatros de nada menos que siete ciudades de Illinois, en 1858, en la campaña por el escaño al Senado (el mismo que ahora ocupa Obama). Y que ya en la campaña de primarias de 1948, la Liga de Mujeres Votantes convocó en la radio a los candidatos republicanos Harold Stassen y Thomas Dewey (que luego perdió frente a Truman) para que debatieran en público y en directo sobre la ilegalización del Partido Comunista de Estados Unidos. La Liga de Mujeres Votantes (que acepta desde 1973 a socios masculinos) se fue convirtiendo progresivamente no sólo en una de las primeras y más importantes organizaciones en defensa del derecho de las mujeres a votar, sino también del derecho de todos los ciudadanos a participar directamente en la vida política y a recibir más información y conocer mejor a sus políticos y representantes. Su defensa y permanente presión para institucionalizar los debates televisados entre candidatos presidenciales fue una seña de identidad y uno de sus principales banderas a la hora de defender el derecho a la transparencia y a la educación política y cívica de los ciudadanos.

El recuerdo a la Liga de Mujeres Votantes viene a cuento, además, por el hecho de que en esta ocasión despierta casi tanta expectación como Obama y McCain la comparecencia de la candidata republicana a vicepresidenta, Sarah Palin. La gobernadora de Alaska provoca una fuerte controversia en medios feministas de todo el mundo, que, en su mayoría, no la reconocen como miembro del mismo movimiento.

Los intentos por definir a Palin como "feminista de nuevo cuño" levantan ampollas entre quienes opinan que es difícil reconocer la condición de feminista a una mujer que no comparte muchos de los objetivos y principios de ese movimiento o doctrina social. Para ese sector, una cosa es ser mujer, y otra, ser feminista, y es tan difícil considerar feminista a Sarah Palin como demócrata a alguien que ponga en cuestión la celebración de elecciones libres cada un cierto periodo de tiempo. Las mujeres pueden ser feministas o no, explican, y eso puede gustarle o no a los electores y electoras norteamericanos, pero lo que no se debería es producir confusión con el significado de las palabras: "feminismo" y "feminista" contienen necesariamente un fuerte valor reivindicativo que no puede alterarse a gusto de cada uno ni acomodar a una candidata como Palin. -

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