El silencio de Sortu
La nueva marca 'abertzale' debe mostrar su autonomía de ETA más allá de sus estatutos
El trámite judicial para decidir sobre la inscripción de Sortu, la marca política con la que la izquierda abertzale se propone presentarse a las elecciones de mayo, ha dado un nuevo paso al haber admitido el Tribunal Supremo la demanda en contra de la Abogacía del Estado. Era lo esperado a tenor de los informes de la Policía y la Guardia Civil, cuyas conclusiones recoge la Abogacía. De acuerdo con la demanda, Sortu no es solo una continuación de Batasuna, algo que sus líderes han querido destacar de forma expresa, sino que, además, la banda terrorista estaría detrás de una estrategia en la que la condena de la violencia sería solo cosmética.
Este es el punto principal sobre el que tendrá que resolver el Supremo, cuya sentencia, en cualquier caso, podrá ser recurrida ante el Constitucional. Si los promotores del nuevo partido se han comprometido de verdad con las vías políticas, nada podrán objetar al hecho de que el Estado utilice los recursos judiciales para confirmarlo, sobre todo cuando se dispone de indicios en sentido contrario que deberán valorar los magistrados. El largo historial de sangre que los dirigentes de Sortu dicen estar dispuestos a cerrar con su nueva iniciativa justifica todas las cautelas, ejercidas con escrupuloso respeto a las garantías que establece la ley.
Mientras la decisión avanza en la vía judicial, la izquierda abertzale podría estar perdiendo una ocasión inmejorable para ganar la credibilidad que le niega su inmediato pasado, además de algunos hallazgos recientes como la presunta vinculación de Sortu con cuentas bancarias de la banda. La detención de un comando terrorista con explosivos listos para ser usados sería una primera prueba sobrevenida para demostrar que es cierto cuanto proclama la nueva fuerza política. Refugiarse en el silencio como han hecho sus dirigentes pone de manifiesto la existencia de un debate interno del que, en estos momentos, no importa tanto el resultado como su propia existencia. Si el rechazo de la violencia fuera tan concluyente como han venido sosteniendo desde la presentación pública de Sortu, no habría lugar para vincularlo a ninguna conveniencia política. La contradicción a la que se enfrenta la izquierda abertzale es que cuanto más demuestra su capacidad de influencia sobre ETA, más se confirma que forma parte del entramado que ha perseguido la justicia española y ha avalado el Tribunal de Estrasburgo.
Mantener el consenso entre las fuerzas democráticas para que sea la justicia la que decida sobre la inscripción de Sortu es algo imprescindible para seguir avanzando en la lucha antiterrorista. Si la izquierda abertzale ha dado los pasos que se han plasmado en sus nuevos estatutos, y si los pistoleros no se deciden a reclamar el protagonismo por el único procedimiento que saben hacerlo, es porque la política seguida por el Gobierno de común acuerdo con la oposición está dando resultados. Es a Sortu a quien le corresponde hablar sobre la detención del comando, y no a las fuerzas democráticas sobre el futuro de Sortu.
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