En la muerte de Ignacio Soldevila
El pasado jueves 19 de septiembre falleció, tras de una larga enfermedad, en Quebec (Canadá), el hispanista y catedrático de Literatura Española, Ignacio Soldevila Durante. En estos tiempos, en los que tanto se habla de memoria histórica, no estaría de más recordar que en 1954 Soldevila presentó en la Universidad de Madrid una tesis de licenciatura sobre el teatro de Max Aub, siendo tal vez la primera que se leía en la Universidad española sobre un autor exiliado. Se la dirigió el profesor Joaquín de Entrambasaguas y le puso como límite que no se refiriera a las obras de Aub posteriores a 1936.
A partir de ese estudio, Soldevila se convirtió en uno de los estudiosos que más fue aportando, en lo que a estudios literarios se refiere, a la recuperación de un pasado negado sistemáticamente por el franquismo más recalcitrante. Como muchos otros profesores tuvo entonces que buscar, por las dificultades que aquí encontró, su camino fuera de España, en una universidad extranjera. La suya fue la de Laval, en Quebec. Años después, cuando quiso leer en alguna universidad española su tesis sobre la narrativa española desde la guerra civil, no encontró más complicidad que la de don José Manuel Blecua, que se mostró dispuesto a "apadrinar" su tesis en la Universidad de Barcelona, en la que impartía docencia.
No pudo ser y al final acabó redactando otra tesis sobre la obra narrativa de Max Aub que se convirtió, al ser publicada por Dámaso Alonso en 1973, en un libro capital para entender la novelística aubiana; la tesis la tuvo que leer, claro, en la universidad canadiense, en 1970. La historia de la novela española desde la guerra civil se publicó, gracias a un proyecto de Santos Sanz Villanueva, una vez recuperada la democracia; ese libro se amplió después en su ahora tristemente inacabada Historia de la novela española (1936-2000).
Fue Ignacio un modelo de humanista y de intelectual riguroso, todo bondad y generosidad. Ayudó a los jóvenes investigadores con su experiencia y su sabiduría y dejó abiertas muchas sendas por las que después discurrieron buena parte de los estudios que reivindicaban esa literatura durante tanto tiempo olvidada. Decía Ignacio que no había sino una sola literatura española de aquellos años: una que por razones políticas se escribió fuera de España y otra en el interior, pero que ambas eran una misma cosa, como ramas unidas y desgajadas a un tiempo del mismo tronco.
Los que le conocimos estamos hoy un poco más solos y más tristes. Pero Ignacio era todo optimismo y asombrosa fue la entereza con la que sobrellevó su dura enfermedad. Siempre dijo que uno vive mientras tenga quien le recuerde. Te recordaremos siempre, Ignacio, en tu bondad y en tu generosa amistad.
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