La memoria interesada
Bajo el régimen, la mayoría de las familias, comprensiblemente, buscaron sobrevivir y progresar como podían. A partir del año 1977 nadie había sido franquista y en los años ochenta todo el mundo fue socialista. Ahora parece que nadie va a haber apoyado a Rodríguez Zapatero y quien no pueda negarlo va a hacer público que Zapatero le engañó. Pero quienes pedíamos un cambio político en público tenemos nuestra parte de responsabilidad en lo ocurrido estos años y no podemos ni debiéramos ocultarla.
Quienes pedíamos un cambio político para una España mejor y en la que cupiésemos todos hace ocho años creo que lo encontramos en el Gobierno de Zapatero y, con los errores que nos acompañan a todos los seres humanos en nuestras tareas, ha sido hasta ahora un gran presidente que a partir de un momento encaró un dilema tremendo: la batería de críticas que se lanzan desde el movimiento de los indignados hacia todos lados, en gran parte muy justas, se vuelven estériles si no tienen en cuenta el contexto de la crisis financiera.
Es justo y lógico que los jóvenes sientan una gran ansiedad por no ver empleo y contemplar un futuro más inseguro que el de sus padres; es absolutamente comprensible la desesperación de los parados, tienen su razón y toda la razón en sus críticas, pero los adultos a quienes no les falte el trabajo creo que tienen el deber de introducir matices y dar contexto a los problemas que afrontan ellos en particular y la mayor parte de la sociedad en general.
Mucho más deber tienen los intelectuales. Alguien debería recordar el trance financiero que vivió el Estado español en mayo del año pasado y alguien podría imaginar qué habría ocurrido, cómo serían nuestras vidas ahora, si Zapatero no hubiera obrado como lo hizo. Sin tener eso en cuenta algunas críticas o son ingenuas cuando vienen de personas jóvenes, frívolas cuando vienen de adultos cómodos o perversas cuando las hacen quienes fingen mala memoria. Demasiada gente está extendiendo la alfombra ante la derecha que viene.
Rodríguez Zapatero no es el monstruo que dibujó la extrema derecha ni el alocado mindundi que pontificó el pijerío. Algunos creemos que es un presidente valiente, que hizo políticas de las que nos sentimos orgullosos y que tuvo que afrontar lo inafrontable, optando por abandonar su plan de navegación previsto para poder salvar la nave de todos. Del torbellino de críticas a la política y la economía salen algunas ideas concretas útiles, ojalá saliese también una visión nueva que actualice las políticas de izquierda. Uno lamenta no poder aportar nada en ese sentido.
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