La hora del compromiso
Bolivia necesita un acuerdo inmediato entre el reforzado Evo Morales y sus enemigos políticos
Un Evo Morales reforzado por la reciente reunión urgente de Unasur, en la que los líderes suramericanos encabezados por Brasil apoyaron inequívocamente a su Gobierno, quiere meter prisa a la negociación, que se presume ardua, entre el presidente boliviano y los gobernadores provinciales rebeldes que discrepan de él en casi todo. La convulsa situación de Bolivia, agravada en los últimos días por la matanza de Pando, donde se mantiene la ley marcial, y los sabotajes y violentos ataques contra instalaciones gubernamentales, exige de los interlocutores una apuesta decidida por el compromiso, so capa de profundizar la ya extrema división del país más pobre de Latinoamérica.
Bolivia está paralizada políticamente desde hace más de un año por la pugna frontal entre el presidente izquierdista, apoyado sobre todo por la mayoría india del altiplano, y los gobernadores autonomistas de las regiones orientales, donde residen el gas y la agricultura. De poco ha servido que un referéndum otorgara a Morales el mes pasado la confianza del 68% de los votantes, 14 puntos por encima de lo obtenido en las elecciones de diciembre de 2005. El proyecto presidencial de una Constitución (milenarista y dudosamente democrática) con mayores poderes para el jefe del Estado, una economía estatizada y más representación para las comunidades indias de Bolivia, la mayoría de sus habitantes, es anatema para las provincias del este del país andino, que albergan las segundas reservas de gas de Suramérica. La rotunda victoria de Evo Morales en el referéndum vinculante de agosto debe mucho a su pretensión de entrar a saco en el reparto de los ingresos de los hidrocarburos. Pero el primer presidente boliviano de origen indio no ha conseguido su objetivo fundamental de romper el bloque de los gobernadores opositores, con los que quiere comenzar a negociar hoy mismo acompañado de una prolija cohorte de mediadores locales y foráneos.
La enésima y gravísima crisis boliviana ha tenido esta vez la virtud de suscitar una respuesta regional, articulada y rápida, de los Gobiernos suramericanos. No es el menor mérito de Unasur haber sido capaz, gracias a la decisiva intervención de Brasil como director de orquesta, que no en vano depende en un 50% del gas boliviano, de proponer una receta democrática que prima el diálogo y exige el respeto a la integridad territorial de Bolivia sin mencionar en su comunicado a Estados Unidos ni ceder tampoco a las pretensiones siempre demagógicas de Hugo Chávez. Es imperativo ahora que el sentido común se imponga sobre las pretensiones últimas de unos y otros en un país tan pobre como institucionalmente desarticulado. La viabilidad de Bolivia como Estado democrático sólo es posible si los antagonistas están dispuestos a cesiones sustanciales, si triunfa el ánimo de compromiso. Y el dinero del gas, su uso solidario, es hoy la palanca más tangible del país andino para salir de su marasmo histórico y su cristalizada miseria.
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