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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las grietas se abren

Cuba afronta su crítica situación económica reduciendo el número de funcionarios

Raúl Castro anunció el domingo en la Asamblea Nacional Cubana que el Gobierno iba a poner en marcha un conjunto de reformas para reducir las plantillas "considerablemente abultadas" del sector estatal. La decisión se tomó en un Consejo de Ministros celebrado a mitad de julio, y las medidas se tomarán paulatinamente mientras se van modificando algunas leyes que prohíben el trabajo por cuenta propia, una fórmula que ahora las autoridades consideran necesario fomentar para dar salida a cuantos vayan a quedarse sin empleo. Los rígidos corsés de una economía altamente centralizada y burocratizada empiezan así a romperse poco a poco, y de nada va a servirle al dirigente revolucionario su enfática apelación al "irrevocable" carácter socialista del sistema político y social cubano.

Un año después del 50º aniversario del triunfo de la revolución, los cubanos están asistiendo a una serie de episodios que difícilmente cuadran con el diagnóstico triunfalista de sus líderes. Por mucho que el ministro de Economía pretenda explicar que las nuevas medidas tienen que ver más con el socialismo que con el mercado, lo cierto es que cuando empiecen a implantarse van a ir abriendo huecos que demandarán el desarrollo de la iniciativa privada en un país donde el Estado sigue controlando el 90% de la actividad económica. Es ese sistema el que ahora se encuentra en un estado de debilidad tan grande que el propio arzobispado de Cuba se ha permitido manifestar de manera pública que no hay ideología o discurso que sirvan para justificar "unas fórmulas económicas y sociales cuya ineficacia ha sido largamente demostrada e innecesariamente padecida".

El anuncio de adelgazar la Administración pública y de favorecer a los autónomos se produce poco después de que el Gobierno decidiera excarcelar a 52 presos políticos, en un gesto que acaso obedecía también a la necesidad de hacer un guiño de apertura política para favorecer un mejor trato económico. Raúl Castro ha explicado, con su habitual dureza, que no habrá impunidad para "los enemigos de la patria", además de cantar las invisibles virtudes de una revolución a la que calificó de generosa porque es fuerte. El problema es que no deja de emitir señales de una debilidad creciente, en un clima político de creciente desazón y desconcierto, que alimentan las sorprendentes y apocalípticas reapariciones estelares del viejo Fidel, enfundado de nuevo en su camisa verde olivo.

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