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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La deriva de la Universidad

La deriva, al parecer inexorable, de la Universidad española tiene múltiples facetas. El certero artículo de Juan Goytisolo (Más y más cosas, pero menos importantes, publicado en EL PAÍS el 21 de enero de 2012), y en concreto la referencia a las teorías de Ananda K. Coo-moraswany sobre el avasallamiento de numerosas lenguas asiáticas, africanas u oceánicas por versiones reducidas de las llamadas "lenguas de cultura", me lleva a reflexionar brevemente sobre uno de los múltiples factores perniciosos que contribuyen a tal deriva universitaria: la imposición del globish, es decir, de un inglés básico, global y utilitario de alrededor -siendo muy optimista- de 1.000 palabras, como lengua internacional de trabajo, incluso en las disciplinas humanísticas. Para nuestras autoridades académicas, que un artículo o una monografía sobre Joyce, Balzac, Dante o Lorca estén escritos en inglés se ha convertido en criterio de calidad per se, independientemente en muchísimos casos de la profundidad y calidad del contenido. El inglés asegura la difusión internacional, se nos recuerda casi amenazadoramente. Creo hablar no solo en nombre propio, sino en el de muchos amigos y colegas del vasto campo de las humanidades si me permito recordar que: a) estamos hartos de que a los estudios humanísticos se les vengan aplicando desde la Administración las plantillas de valoración de otras áreas científicas que, con todo el respeto a las mismas, no son comparables; b) que nuestros estudios exigen la utilización de una lengua rica en matices, flexible, con capacidad para el análisis de los complejos terrenos del arte o la filosofía; c) que, con independencia de las lenguas que uno maneje con soltura en su vida cotidiana y laboral, como investigadores tenemos todo el derecho y casi la obligación de expresarnos en una lengua que nos permita transmitir con seguridad nuestro pensamiento; d) que no entendemos de qué va el discurso oficial de convertir al español en lengua internacional si cada vez más se nos conmina a redactar nuestros trabajos no ya en francés, alemán o inglés (¡ojalá!) sino en globish; y e) que, en mi modesta opinión, aceptar dicha imposición supone acatar acríticamente un discurso globalizador y simplificador sobre la cultura en el que el globish igual vale para un roto que para un descosido, igual para disertar sobre Shakespeare, Flaubert o San Juan de la Cruz que sobre Lady Gaga o Justin Bieber.

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