Wikileaks y el ajedrez
¿Por qué será que no me sorprende lo que nos desvela Wikileaks? Si acaso, lo que me sorprende es su propia existencia, que por una vez podamos saber lo que se dice a micrófono cerrado, qué sucede cuando la Embajada cierra sus puertas, cuando la foto oficial toca a su fin.
No me sorprende que una primera potencia ejerza presión sobre un Estado "soberano"; posiblemente el día que deje de hacerlo dejará de ser una primera potencia. Me apenan si acaso las formas, el escaso respeto por las personas, el considerarlas piezas de ajedrez de un inmenso tablero en que el rey, la primera potencia, tiene claro que están a su servicio para vencer al contrincante y defender su propia vida. ¿Quién es el contrincante? Cualquiera que se ponga por delante. ¿Qué pieza somos nosotros? No es el mismo el trato a una dama, a una torre, a un alfil, incluso a un caballo, que el que pueda merecer un peón. Y alguien mueve los hilos ¿nos sorprende? Para mí lo nuevo de Wikileaks no es el mensaje sino el propio mensajero, que alguien se la juegue y a través de la Red ponga en "jaque" no solo a los mandamases, sino a la propia concepción del Estado como valor absoluto.
¿Podemos imaginarnos un mundo sin Internet? ¿Sin que las personas puedan expresar urbi et orbi sus opiniones, alegrías, miedos y sentimientos? Alguien intenta detener al mensajero y el mundo entero protesta. Quizá la seguridad auténtica no consista en tener que ocultar lo que se hace y lo que dice, sino en poderlo pregonar desde un profundo respeto al ser humano.
No me sorprende lo que se desvela, me sorprende que se desvele. Y me hace concebir un cierto sentimiento de esperanza en la especie humana.
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