Piratas del siglo XXI

Como piratas se pueden calificar a las empresas norteamericanas que trillan el mar en busca de los tesoros de nuestros galeones hundidos. La noticia ha saltado a la prensa hace unos días con motivo del hallazgo por parte de la empresa norteamericana de Exploración Marina Odyssey de un tesoro de monedas de oro y plata en aguas del estrecho de Gibraltar.

Como si en la época de los corsarios y filibusteros nos hubiésemos trasladado, los nuevos piratas de este siglo siguen hostigando a nuestros galeones aunque lleven siglos descansando en el fondo marino inmersos en un sueño eterno. El amargo despertar lo representa estas empresas "cazatesoros" movidas exclusivamente por el afán de lucro y que ninguna inquietud cultural o investigadora las inspira. Su panoplia saqueadora ya no se compone de cañones ni pistolas sino de sonares de barrido lateral, submarinos tripulados, robots autopropulsados... la más alta tecnología al servicio de los expoliadores profesionales.

¿Cómo se puede defender España ante tal violación de su patrimonio arqueológico e histórico? Como en tantas ocasiones, España se aviene a compromisos internacionales que no le reportan ninguna protección o beneficio. El Convenio de Naciones Unidas sobre Derecho del Mar sólo reconoce la titularidad de las naciones sobre sus buques de guerra o de Estados sumergidos en cualquier punto pero, a la hora de la verdad, impera la ley de la selva puesto que el que encuentra el barco y posee la tecnología necesaria para extraer sus tesoros se reconoce como propietario del mismo. Quien lo encuentra se lo queda.

Tal vez necesitaríamos menos legislación y más acción puesto que la confusión legal al respecto es profunda por la falta de delimitación de competencias estatales y autonómicas. España, heredera de una inveterada como gloriosa historia naval, debe preservar su patrimonio frente a los de fuera y hacerlo conocer a los de adentro.