Disyuntiva venezolana
La violencia que inunda el país apenas afecta a Chávez frente a una oposición demasiado débil
El 26 de septiembre se celebrarán elecciones legislativas en Venezuela con la expectativa, sobre todo internacional, de un cambio en el equilibrio de poder. Y, efectivamente, algo puede cambiar a pesar de las trabas a la libre competencia electoral interpuestas desde el poder.
La cuestión de si la Venezuela de Hugo Chávez es un régimen radical de izquierda pero básicamente democrático, o un populismo autoritario camino de la dictadura, se ha convertido en un debate casi retórico. Con el agravante de que el autoritarismo es compatible con el desgobierno, el desabastecimiento, la inseguridad que ha hecho de Caracas una de las capitales más peligrosas del mundo, y disparado los delitos de sangre en el país. La mejora del nivel de vida de la mayor parte de la población no se ha traducido en mayor civilidad y educación ciudadana.
De los 165 diputados de la Cámara única, la Asamblea Nacional, apenas un puñado puede calificarse de oposición, porque en 2005 el antichavismo decidió boicotear los comicios. Ahora va a ser diferente. Los retales se han unido trabajosamente en una sola pieza, y aun así sus posibilidades de victoria parecen remotas. Los cálculos más realistas presumen que la oposición necesitaría un 56% del sufragio para lograr la mayoría absoluta. Y eso parece inalcanzable, no solo porque el poder ha delimitado los distritos electorales para que sus candidatos resulten más baratos en votos que los de la oposición, sino porque, pese a la creciente colonización de los medios para obstaculizar la campaña opositora, el apoyo popular a Chávez es muy extenso.
Y aún más tras la reconciliación con Colombia, operada hace tres semanas con el nuevo presidente Juan Manuel Santos, que permitirá restablecer un comercio bilateral, bloqueado desde hace un año a iniciativa de Caracas por graves diferencias con el anterior presidente colombiano, Álvaro Uribe, y muy bien acogido por la opinión de ambos países.
Distinto sería pensar que la oposición obtuviera un tercio o más de escaños, lo que metería algún bastón entre las ruedas del poder. Hay que desear que pese a las triquiñuelas de acomodación previa del sufragio, las votaciones sean limpias, Y por el bien de la gobernación convendría que la Cámara adquiriera más colores que el del bolivarianismo chavista.
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