Correspondencia de agosto
La realidad y la ficción hace tiempo que juegan al escondite en el llamado nuevo periodismo. La muerte de la objetividad en los cánones al uso, y la búsqueda de un discurso periodístico impactante, seductor, novedoso y subjetivo puede haber contribuido a que los lectores reclamen tanto por la opinión como por la información, por la ficción como por la realidad. Existe la tendencia a tratar los hechos como si fueran opiniones, se extiende la idea de que la opinión vale igual que los hechos, dado que estos quedan sepultados por una gran variedad de opiniones muchas veces contradictorias. La correspondencia que ha dejado el mes de agosto en la mesa del Defensor se ha centrado en dos temas bien distintos: un texto literario, un cuento de la Revista de verano, serializado bajo el título Me cago en mis viejos, y una tragedia como la del accidente de aviación que se registró en el aeropuerto de Barajas. Ficción y realidad y su tratamiento en el diario han reclamado la atención de algunos lectores.
Sobre el primer caso, el cuento veraniego, la constante en las críticas ha sido su irritación por el lenguaje, empezando por el título que algún lector ha calificado de "escatológico". Ildefonso Valdayo Soto, por elegir a uno de los críticos, consideró que el contenido, la forma y el estilo suponen una incitación al desprecio contra padres y mayores y el contenido del serial "pugna con los más elementales principios que trata de fomentar la solidaria y progresista sociedad actual de la que EL PAÍS es abanderado".
Confieso que me ha sorprendido la reacción de estos lectores ya que en los relatos que el diario ha publicado en los últimos años cada autor ha utilizado el lenguaje que le parecía más conveniente sin intervención, por supuesto, de la redacción. Y hay precedentes más escatológicos.
Sólo podría dar mi opinión como modesto lector - si me ha gustado literariamente el serial - pero creo que ello desbordaría las competencias del Defensor. Dejo aquí, sin embargo, constancia de la protesta de los lectores irritados.
El accidente de Barajas con su terrible balance de muertos y heridos ha conmocionado a la opinión pública y ha generado algunas protestas por la cobertura realizada por los medios, sobre todo audiovisuales. La correspondencia y las llamadas recibidas también han resaltado el esfuerzo del diario por dar la información más completa y precisa de una catástrofe cuyos perfiles siempre son confusos en los primeros momentos, y en el que las causas que originaron la tragedia tardan meses en ser establecidas de forma oficial. La búsqueda de responsables en una tragedia de estas dimensiones es una tarea que desborda la función de la prensa, que aporta diariamente los datos que consigue.
La demanda de información suele ser proporcional a la alarma, por no decir sencillamente el miedo, que hechos como ese causan en la sociedad. La búsqueda de datos y opiniones se superponen en una secuencia en la que, a veces, las mismas fuentes oficiales incurren en contradicciones. En cualquier caso, el sentido general de los mensajes de los lectores ha sido pedir que respetemos el dolor de las víctimas, de todas las víctimas, y de que no se vulnere su privacidad en momentos de desolación.
En casos como éste y en otros menos dramáticos, los lectores son exigentes en los detalles y más si los errores que detectan afectan a nociones básicas de geografía. Un lector de las islas canarias se quejó, con razón, de los frecuentes errores que se cometen en informaciones sobre el archipiélago.
"Los aviones no vuelan hacia Las Palmas de Gran Canaria. Las Palmas de Gran Canaria es una ciudad (la octava de España, por su población) y también una de las dos capitales de la comunidad autónoma, pero no dispone de aeropuerto. En la isla de Gran Canaria se ubica la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria y radica también el aeropuerto de Gran Canaria, que se encuentra en territorio de los municipios de Telde y de Ingenio, y al que pueden denominar también Gando, como se dice Barajas, Manises o El Prat. Decir que San Bartolomé de Tirajana está en Las Palmas de Gran Canaria (como se hace el viernes, 22, página 16) es parecido a afirmar que Parla está en Aranjuez, puesto que se trata de dos municipios distintos, situados ambos en Gran Canaria, que es una isla, y en Las Palmas, que es una provincia. No existen Aruca , sino Arucas, ni la Playa de los Ingleses, sino Playa del Inglés".
No resisto a terminar este resumen de la correspondencia veraniega sin referirme a la indignación de una lectora, Myriam Piris, por los comentarios de un redactor especialista en ciclismo, en un análisis del pasado Tour de Francia.
En su descripción del ciclista Bernhard Kohl escribió "...un deshollinador austriaco, feo como escupir..." y sobre la victoria de Carlos Sastre: "Con serenidad, como si acabaran de comunicarle que tiene un cáncer...".
Entiendo -con mis prejuicios siempre favorables al periodista- que el autor ha intentado estar a la altura de las mejores plumas del periodismo deportivo moderno, cuya fórmula es audacia e imaginación. El problema es que el resultado no está siempre garantizado.
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