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1-M, unos resultados envenenados

Ignacio Urquizu

El pasado domingo, vascos y gallegos no sólo han evaluado y elegido Gobiernos. Además, los resultados electorales en Euskadi y Galicia van a influir en las estrategias que vienen desarrollando el Partido Socialista y el Partido Popular durante el último año. Tras las últimas elecciones generales, ambas formaciones se enfrentan a numerosos dilemas, y el domingo aparecieron algunas respuestas a los mismos, a la vez que se generaron nuevas intrigas.

En principio, podríamos pensar que el Partido Popular es el gran vencedor: recupera el Gobierno gallego y puede jugar un papel relevante en el País Vasco. Pero lo cierto es que sus resultados electorales están lejos de ser excepcionales. Según los datos provisionales, respecto a las elecciones de 2005, pierde casi un tercio de su electorado en el País Vasco y gana algo más de dos puntos en Galicia. Es decir, sigue siendo un partido minoritario en Euskadi y, como viene sucediendo desde 1979, la primera fuerza política gallega. Su euforia hay que leerla en clave interna, puesto que con quien competía Mariano Rajoy era con parte de su propio partido.

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En el último año, el liderazgo del PP ha sido constantemente cuestionado por un sector relevante de esa organización. Las redes de espionaje en la Comunidad de Madrid sólo han confirmado la profunda desconfianza que reina dentro del partido. Pero las noticias sobre la trama de corrupción, que afecta a las finanzas del PP, han frenado temporalmente las disputas internas: no hay nada que una más a un partido que la existencia de una teoría de la conspiración en la que un enemigo externo pretende acabar con todo el mundo.

Los resultados de Galicia y País Vasco van a reforzar el liderazgo de Rajoy y su apuesta por la moderación. No obstante, es una tregua temporal, porque los críticos siempre podrán decir que el enorme descenso en el País Vasco se debe a la renuncia a las esencias y alentarán el riesgo de perder apoyos entre su electorado más tradicional.

Por su lado, el Partido Socialista tiene motivos para la preocupación, pero no tanto por pasar a la oposición en Galicia -de hecho, sólo ha gobernado seis de los 28 años de existencia de la Xunta- como por los dilemas que le plantea cualquiera de las decisiones que adopte en Euskadi. Dos son las alternativas: reeditar los gobiernos de coalición PNV-PSOE u optar por la alternancia con el Partido Popular. Los dos escenarios presentan problemas. Si Patxi López elige la alianza con los nacionalistas, su mensaje de cambio puede verse frustrado. Seguramente, desde el PP y sus aliados mediáticos se daría comienzo a una campaña negativa, presentando a los socialistas como rehenes de las minorías nacionalistas. Esta imagen es la que quería evitar Rodríguez Zapatero en su investidura, cuando renunció al apoyo del resto de grupos parlamentarios. Pero si con este pacto en Euskadi se consigue dar oxígeno al sector más moderado del PNV y, además, garantizar la estabilidad parlamentaria del Gobierno de Rodríguez Zapatero, los beneficios pueden ser enormes.

Apostar por la investidura de Patxi López como lehendakari con los votos del Partido Popular no está exento de riesgos. El beneficio más inmediato es la presencia de un no nacionalista en Ajuria Enea. Pero esta decisión lleva al PSOE a un futuro electoral incierto. Parte de la victoria socialista de marzo de 2008 se explica por el enorme apoyo recibido en el País Vasco y Cataluña. En aquellos momentos, ciudadanos nacionalistas votaron al Partido Socialista para impedir la victoria del PP, y éstos no entenderían ahora posiciones frentistas. Además, la coalición de gobierno PSOE-PP goza de escaso apoyo popular. Según la encuesta del CIS, sólo un 4,6% de vascos la apoya y la gran mayoría de ellos son votantes del PP.

Mientras el PSOE no consiga aumentar sus votos en los principales feudos conservadores -Comunidad de Madrid, Comunidad Valenciana y Murcia-, mucha de su futura suerte electoral va a depender de que logre mantener sus apoyos en el País Vasco y Cataluña. Un pacto con el PP no le ayudará en este objetivo y, además, no existe la certeza de que los votantes socialistas vayan a aumentar en el resto de España por este motivo.

Finalmente, los resultados electorales del domingo envían una clara señal al Gobierno. Sería erróneo pensar que la gestión de la crisis económica no afecta electoralmente al PSOE porque gana votos en Euskadi y los pierde en Galicia. Es razonable pensar que si los ciudadanos tuvieran una mejor opinión de la gestión de la crisis, los socialistas habrían obtenido un mayor respaldo en ambas comunidades. Sabemos que en sistemas descentralizados, la gestión del Gobierno central influye en las expectativas electorales del partido en los espacios regionales. Por ello, Rodríguez Zapatero debe cambiar el rumbo de su estrategia y, tal y como viene haciendo las últimas semanas, mostrar un perfil más realista.

Las elecciones europeas van a ser muy importantes. Si el PSOE no consigue recuperar la confianza de los ciudadanos, no podemos descartar una victoria del Partido Popular en las elecciones de junio, algo que reforzaría notablemente el débil liderazgo de Mariano Rajoy.

Ignacio Urquizu es politólogo de la Fundación Alternativas y profesor en la Universidad Complutense de Madrid.

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