Los crímenes recreativos del presente
He pasado cinco días leyendo novelas de crímenes, observando el estado actual del crimen de entretenimiento, trece historias imaginarias sucedidas en más de veinte ciudades, de Grecia a China, obras de ahora mismo, más algún rescate de los años cuarenta y sesenta del siglo pasado. Es un placer leer hoy Nido de arañas (1945), de la neoyorquina Elisabeth Sanxay Holding (1889-1955), con su claro relato de la soledad en familia, su protagonista herido mentalmente por la guerra, y esas dos hermanas cogidas de la mano en una mansión donde los criados obedecen casi todas las órdenes. Pero esta novela criminal de casa de muñecas tiene poco que ver con los crímenes recreativos del presente, hijos de la economía contemporánea, en la que el gasto ocioso es tan importante como la producción. Se trata de crímenes sensacionales, por entretenimiento o arrebato, satisfacción inmediata de deseos en momentos de aburrimiento, sexo o política convertidos en espectáculo terrorista.
El prosaísmo de los crímenes por dinero pertenece a épocas más primitivas, aunque sigan en ésta. Robert B. Parker (1932), en Cien dólares Baby, se ocupa de un prostíbulo para ricos de Boston, negocio que exige la presencia de Spenser, detective privado, y provoca varios asesinatos y palizas humorísticas. Personaje del Diccionario de novela negra de Javier Coma, Parker todavía encuentra en la serie negra histórica su museo y su modelo moral. Ricardo Piglia decía que en el género policiaco a la americana "el delito siempre está sostenido por el dinero: asesinatos, robos, estafas, extorsiones, secuestros, la cadena es siempre económica". El ojo de jade, de la pequinesa vecina de Londres Diane Wei Liang (1966), nos lleva a un Pekín bochornoso en primavera, hacia el año 2000. Como en un film noir de 1940, un ventilador gira en el despacho de la detective privada Mei Wang, empeñada en un caso de tráfico de arqueología de la dinastía Han. China vive la fase dictatorial del capitalismo, cuando la brutalidad es consustancial con hacer guanxi, es decir, tejer contactos e influencias. En El maestro de Belén, del galés Matt Beynon Rees (1967), Palestina, bajo el fuego de los israelitas y las brigadas de mártires musulmanes, es un buen escenario para que tres asesinatos queden impunes, un inocente sea condenado a muerte y un hombre-bomba estalle en un mercado de Jerusalén. Pero el móvil de fondo es una cadena, económica, de talleres de coches y fábricas de explosivos. El profesor de historia Omar Yusef se dedica al peligroso estudio del presente para detener la ejecución.
El mundo es una casa con anexos de épocas distintas, y la China de Andy Oakes (Londres, 1952), imaginada en El primer ciudadano, une en una sola trama criminal la diversión y el negocio: lo que se presenta como un caso de muerte en serie de prostitutas para recreo de jefes militares sádicos, y cadáveres en los cimientos de las joyas arquitectónicas del Shanghai olímpico de 2008, conduce por fin al terror de la ingeniería genética y el fanatismo musulmán. Oakes se salva de la exageración increíble gracias a su honrado inspector Sung Piao, la fabulación sobre qué fue del niño que da la mano a Mao en las estampas sagradas de la Larga Marcha de 1933, y una admirable capacidad de observación o imaginación de las cosas más pintorescas: el color mandarina de los cigarros China Brand, el sabor del té de rosa, o la pesca en un vaso de Southern Comfort de una lengua humana recién cortada. Los crímenes americanos de Michael Connelly (Filadelfia, 1956) dependen exclusivamente de manías y placeres individuales, aunque circunstancialmente sea necesario invertir en la compra de políticos y policías. Echo Park es la crónica de un caso que dura desde 1993: la desaparición de una muchacha cuya muerte se adjudica, pasados trece años, al autor confeso de once descuartizamientos de mujeres, en Los Ángeles, ciudad móvil, para coches. El perseguidor es un policía vengativo, Harry Bosch, pero capaz de un momento inesperado de empatía casi enternecida con el asesino monstruoso.
La noruega Anne Holt (Larvik, 1956), ex ministra de Justicia, ve el fulgor televisivo como reclamo para el crimen en Crepúsculo en Oslo. Supongamos que una especialista en crímenes mata por aburrimiento mortal a astros de la política y la cultura televisadas, mediante una crueldad fetichista que no copia de ninguna novela negra contemporánea, sino de antiguos casos explicados en la academia del FBI. Allí se formó la hoy en excedencia por maternidad Inger Johanne, colaboradora desde casa de su marido, el comisario Stubo. Da la coincidencia de que en El accionista mayoritario, del gran novelista griego Petros Márkaris (Estambul, 1937), también caen estrellas de la publicidad televisiva, a tiros en la cabeza, en la calle, o en el pabellón olímpico, ruinoso un año después de los juegos, donde duermen unos afganos. El policía Kostas Jaritos, que no toca desde hace años la pistola, busca al asesino por la ciudad amarillenta, "como si la mitad de Atenas tuviera ictericia", estrecha, xenófoba, de crímenes espectaculares como el secuestro terrorista del barco que lleva a la hija del comisario.
El crimen de ficción dominante es arbitrario, placentero, patológico, espectacular. No se ciñe a una lógica social, sino individual o racial. Responde a caprichos sexuales, o políticos, extremistas como una manía. Karin Fossum (Sandefjord, Noruega, 1954), en Una mujer en tu camino, sitúa el horror en Elvestad, de 2.347 habitantes, casas con perro y jardín, iglesia medieval de madera, y bar con máquina tocadiscos que todavía funciona. El vendedor de maquinaria agrícola, que el 20 de agosto esperaba a la esposa que fue a buscar a India, no llega al aeropuerto porque su hermana sufre un gravísimo accidente de tráfico. Es el día en que aparece en un descampado una mujer exótica, asesinada con "una brutalidad inusual en la historia del crimen noruego". El arma quizá haya sido una pesa, porque más de un asesino de estas novelas trabaja los músculos, como el matón motorista de la novela de Márkaris, con quien Fossum comparte un sabor de intimidad y familiaridad cuando cuenta magistralmente lo excepcional monstruoso.
Esta vitalidad emotiva también la encuentro en el fiscal Gianrico Carofiglio (Bari, 1961) y su abogado Guido Guerrieri, que, en lucha por no fumar, da vueltas por las librerías, oye música americana y visita los sábados a amigos que cenan comida indonesia. Quiere a la vecina del ático, pero su socia ocasional en Con los ojos cerrados es sor Claudia, monja con estilo de mujer policía antidroga que quizá venga de pegarle a un sospechoso. Pleitean contra un atento príncipe azul, que le pega a su enamorada en la casa, por la calle, y le raya el coche, y la molesta sin fin por teléfono. Dos abogados no han aceptado el caso. El príncipe es un célebre imbécil, "típico y conocido exponente de la Bari pija", médico e hijo de juez. La novela criminal prolonga sentimentalmente el habitual noticiario de sucesos.
Trece historias
Nido de arañas. Elisabeth Sanxay Holding. Traducción de Matuca Fernández de Villavicencio. Lumen. Barcelona, 2008. 208 páginas. 16,90 euros.
Cien dólares Baby. Robert B. Parker. Traducción de Concha Cardeñoso Sáenz de Miera. Belacqua. Barcelona, 2007. 270 páginas. 18 euros.
El ojo de jade. Diane Wei Liang. Traducción de Lola Díez. Siruela. Madrid, 2007. 228 páginas. 17,90 euros.
El maestro de Belén. Matt Beynon Rees. Traducción de Carlos Gómez. Ediciones B. Barcelona, 2008. 330 páginas. 18 euros.
El primer ciudadano. Andy Oakes. Traducción de Mariano Antolín Rato. Alianza. Madrid, 2007. 558 páginas. 22 euros.
Echo Park. Michael Connelly. Traducción de Javier Guerrero. Roca Editorial. Barcelona, 2008. 352 páginas. 21 euros.
Crepúsculo en Oslo. Anne Holt. Traducción de Cristina Gómez Baggenthun. Roca Editorial. Barcelona, 2008. 366 páginas. 20 euros.
El accionista mayoritario. Petros Márkaris. Traducción de Joaquim Gestí y Montserrat Franquesa. Tusquets. Barcelona, 2008. 370 páginas. 20 euros.
Una mujer en tu camino. Karin Fossum. Traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo. Mondadori. Barcelona, 2008. 308 páginas. 19,90 euros.
Con los ojos cerrados. Gianrico Carofiglio. Traducción de María Antonia Menini. Plata Negra. Barcelona, 2007. 220 páginas. 14 euros.
Entre la promesa del verano y el frío del invierno. El declive del Estado del bienestar 1. Leif GW Persson. Traducción de Mayte Giménez y Frida Sánchez. Paidós. Barcelona, 2007. 682 páginas. 17 euros.
El hombre que se esfumó. Maj Sjöwall y Per Wahlöö. Traducción de Enrique de Obregón. RBA. Barcelona, 2007. 234 páginas. 15 euros.
Viernes de sangre. Jacques Kaufmann. Aurea Editores. Barcelona, 2007. 350 páginas. 19 euros.
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