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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Monólogos ensimismados

Hay aquí una banda de mestizos mandados por un negro, en Lisboa, y un policía blanco, cansado, sucio y a unos meses de jubilarse, "guinda que se desliza del budín hacia la muerte". La cabeza le hierve de recuerdos, y el informe oficial del caso acaba fundiéndosele con la memoria, como una ensoñación. António Lobo Antunes (Lisboa, 1942), psiquiatra, continúa en Mi nombre es legión su ya larga meditación narrativa, enfocándola ahora en un mísero barrio, donde con su botín de equipos de música y teléfonos móviles sobreviven ocho criminales entre los 12 y los 19 años.

La gente comete crímenes por la familia, o por desamparo y orfandad, y es traicionada y destruida por los más próximos. El policía ha encontrado en las gasolineras nocturnas el hogar idóneo, el más iluminado. La prostituta blanca de 50 años conquista un paraíso maldito en la choza del negro hampón de 18, muy educado, con su escopeta de dos cañones y su medalla de oro de la Virgen encima de la corbata. Las reuniones humanas son sórdidas, rencorosas como goteras irreparables, en casas silenciosamente opresivas, o en el páramo que rodea a los desventurados criminales, entre cuervos y cabrahígos. La novela toma la forma de una conversación entre monólogos ensimismados, como si todas las voces sonaran dentro de una única cabeza, entre la conciencia y la alucinación.

Mi nombre es legión

António Lobo Antunes

Traducción de Mario Merlino

Mondadori. Barcelona, 2009

356 páginas. 22,90 euros

Es una voz que alguna vez pide disculpas al lector, o le da instrucciones para moverse por el turbado y versicular flujo de palabras. Todo pasa en una especie de tiempo único: el de la decadencia incesable que se convierte en intemporalidad, en fatalidad, "en dirección a los años que no han llegado por ahora, no llegarán nunca". Y, a la vez, Lobo Antunes es muy sensible a la percepción del momento social, histórico. Tiene una sensación física de los lugares afín a Faulkner y Onetti. Presta atención poética a las cosas, y el acercamiento produce una tensión visionaria. Percibe la raja en el jarrón, esa grieta en la taza, camino que lleva al país de los muertos, del poeta Auden. Sus héroes son derrotados, moribundos, inocentes y corrompidos a la vez, hombres y mujeres, policías y mestizos, todas las voces que teje el escritor, que aparece al final, como en esos cómics en que descubrimos al dibujante dibujándose en su mesa, en la última viñeta, entre sus criaturas. La traducción de Mario Merlino es excelente.

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