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Reportaje:LIBROS | Debate

Anatomía de un 'best seller'

Las entrevistas pueden ser agradables -incluso placenteras- o, por desgracia, todo lo contrario. Al haberme ganado la vida durante años como periodista, siempre intento tratar al entrevistador como me gustaba que me trataran a mí cuando desempeñaba esa labor: con educación, un humor decente, una franqueza que no llegue al suicidio y el grado más elevado de cooperación.

Sin embargo, reconozco que, como entrevistado, dos preguntas aburridas y omnipresentes me han llevado a actuar con impaciencia y rencor:

¿Puede un best seller ser un buen libro? Y... ¿existe una fórmula para escribir un best seller?

Aunque me he topado con ambas preguntas en otros países, la frecuencia con que se han planteado en España es señal de una fascinación natural que me ha confundido y molestado.

J. K. Rowling es el sueño de todo editor, al repetir una sucesión de éxitos tremendamente populares. Obras escritas por un pequeño ejército de imitadores inundan ya las librerías
"… Se escupe tres veces en la taza. Se agita bien la mezcla. Se arroja a un inodoro y se tira dos veces de la cadena. Luego se sienta uno frente al ordenador y trabaja muy, muy duro"

¿Es bueno un buen libro?

Creo que las definiciones son mejores cuando el lenguaje es preciso y sencillo. Un best seller es un libro que ha vendido más que otros. ¿Es posible que esto suceda con un "buen" libro?

Es de suponer que el querido español Miguel de Cervantes así lo creía. Fue testigo de la venta de 30.000 copias de su gran clásico Don Quijote antes de morir. En 1885 John Ormsby, el traductor británico, escribió que "a excepción de la Biblia, ningún libro se ha difundido tanto como Don Quijote".

Por lo general se coincide en que la Biblia ha vendido más que cualquier otro libro en la historia de la humanidad, a saber, unos 6.000 millones de copias.

El Corán ha vendido unos 800 millones. Es posible que vendiera incluso más ejemplares si su religión no exhortara a los 1.500 millones de musulmanes del mundo a memorizar el Corán en su totalidad, lo cual posibilitaría la sustitución de la palabra escrita por la hablada.

Una diferencia ortográfica

Muchos diccionarios modernos ofrecen dos grafías con una misma definición: best seller y bestseller. Esta última versión es la que utiliza con más frecuencia la gente que menosprecia la ficción popular por considerarla un producto de mala calidad, hecho a toda prisa para ganar dinero. Por supuesto, algunos best sellers se crean de esta manera. Otros no.

Desde la publicación en el siglo II del Kamasutra, la obra clásica sobre el amor en la literatura sánscrita, es evidente que el sexo vende. Existen algunos libros excelentes que tratan sobre la sexualidad, muchos muy malos, y otros que se encuentran entre los dos extremos.

El tórrido Valley of the Dolls, de la difunta Jacqueline Suzanne, ha vendido más de 30 millones de ejemplares, pese a recibir unas críticas similares a la de Jeffrey M. Anderson en The San Francisco Examiner: "Pura basura".

Los libros de Harry Potter han vendido por lo visto más de 1.000 millones de copias. Cuando uno de mis nietos se aficionó a ellos, leí dos de las primeras novelas de la serie y me cautivaron unas historias bien escritas y pobladas por personajes interesantes en un lugar atractivo y mágico. Las obras de J. K. Rowling la han convertido en la mujer más rica del mundo y ha trabajado duro por su éxito, creando con brío un libro tras otro. Esta mujer es el sueño de todo editor, al repetir una sucesión de éxitos tremendamente populares. Inevitablemente, como sucede después de todo gran triunfo literario, obras escritas por un pequeño ejército de imitadores inundan ya las librerías. No se equivoquen. Si pudiese escribir mis libros con la misma rapidez que J. K. Rowling y de un modo que me resultara satisfactorio, lo haría.

Pero yo tardo más en investigar y concebir una novela; me satisface mucho poder trabajar al son de un tambor más lento, y estoy tremendamente agradecido de que se me haya concedido el don de pasar buena parte de mi vida como escritor.

De vez en cuando, alguien acaba de leer uno de mis libros y, todavía involucrado emocionalmente, me escribe y me ruega que continúe la historia para poder seguir la vida de los personajes. Me resulta fácil resistir la tentación. Para mí es un placer mirar en direcciones distintas como autor, aprender sobre culturas extranjeras y épocas distintas. Hace dos semanas, recibí un correo electrónico de España en el que un lector planteaba en serio la posibilidad de que un autor español hubiese escrito La bodega utilizando mi nombre. El hombre, casado con una catalana, consideraba que si el autor conocía a la perfección la vida del pueblo catalán "... es porque tal vez el libro no sea suyo".

Jamás he recibido un cumplido mejor.

¿Existe una fórmula?

Reconozco que poseo un método secreto para escribir mis libros. Está inspirado en un hechizo mágico, que recibí de un mago cuyo nombre no es Harry. Es el siguiente: "Se coge una pizca de cenizas de un fuego extinguido hace mucho tiempo. Se vierte en una taza de agua cogida de un charco de la calle tras una lluvia intensa. Se añaden tres pelos arrancados por una soltera de la cola de un caballo gris. Se deja madurar la mezcla tres días con sus tres noches y se añade cera de una vela vieja. Se escupe tres veces en la taza. Se agita bien la mezcla. Se arroja a un inodoro y se tira dos veces de la cadena. Luego se sienta uno frente al ordenador y trabaja muy, muy duro".

Traducción de News Clips.

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