Yo también puedo cocinar
Dos 'chefs' del centro de investigación catalán Fundación Alicia enseñan a 300 niños y niñas a crear sus propias recetas para valorar la buena alimentación
Cada uno con su delantalito y su gorro de cocinero casi a la altura de las cejas, 300 niños y niñas poblaron en la mañana de ayer como un hormiguero una gran sala de los cines Kinépolis de Pozuelo de Alarcón. Pequeños aprendices de chef, de 3 a 12 años -provenientes de colegios de Boadilla, Leganés, Vallecas y Villalba-, participaban en un juego con un objetivo serio: aprender lo fácil que es estar bien alimentado si se comen frutas y verduras.
Sus herramientas eran unos palitos de madera y unos platos y sus ingredientes: fresa, plátano, mango, sandía, frambuesa, tomate, queso fresco y albahaca. Con todo eso tenían que crear brochetas. Rostros de distintas razas y orígenes, resumen del nuevo mapa de Madrid (ecuatorianos, chinos, guineanos, rumanos...) se animaban a medida que los cocineros daban instrucciones o les picaban con preguntas: "¿Quién desayuna fruta, pero de masticar, no sólo zumo?".
De postre hubo un pase de 'Ratatouille', filme animado sobre el mundo culinario
"Cuando un niño manipula el producto lo valora más. Es importante que aprecien más el sabor de una fresa que el de un bollo industrial y que no tengan ascos absurdos a las verduras ('no me gusta el color', '¡es que no sabe a nada!')", explican los encargados de la misión pedagógica, Jaume Biarnés Digon y Marc Puig-Pey.
Son dos cocineros de la Fundación Alicia (www.alimentacioiciencia.org), presidida por el prestigioso cocinero Ferran Adrià, que investiga la innovación tecnológica al tiempo que promueve la buena alimentación. Creada por la Generalitat de Catalunya y Caixa Manresa, cuenta con el asesoramiento del cardiólogo Valentín Fuster.
Biarnés se encarga de investigación alimentaria y Puig-Pey de las iniciativas sociales, como la comida en los hospitales y en los colegios. Ambos tienen experiencia con escolares catalanes y la clase de ayer era su primer contacto con los críos madrileños y "con tantos a la vez". Pero las masas se portaron bien. Aunque hubo despistes (más uso de dedo que de palillos y lío con las frutas) y frecuentas salidas al baño de los más pequeños, los mayores presumían de conocer la materia prima -"¡Mi madre usa albahaca en la pasta!"- o de atreverse con los fogones: "Yo sé hacer huevos fritos" (Jorge, 11 años). "Yo, tortilla de patatas" (Sandra, 10). "He leído un libro de Arguiñano" (Jorge, 10). "Pues yo hago cocido", dice Ambar. "Querrás decir cocer", le replican sus compañeros.
De postre, los cocinillas pudieron asistir al pase privado de la película de animación de Pixar-Disney Ratatouille, dirigida por Bard Bird (Los increíbles). Su lema, el mismo que ayer se lanzó a los chavales: "Cualquiera puede cocinar". Lo dice su protagonista, Remy, una rata amante de la gastronomía que sueña con ser chef.
"Va a haber un antes y un después en la actitud de los niños hacia la cocina y la comida", sostiene Adrià. Su entusiasmo es comprensible: ha dado asesoramiento en la traducción de términos culinarios y ha puesto voz a un personaje -un cliente tiquismiquis-. También hay guiños a sus platos: flores de horchata, helado de café con corteza de cerdo, yogur de ostras...
Además de abrir las bocas infantiles al gusto por la comida saludable, el acto de ayer en Kinépolis también tuvo un propósito solidario, a beneficio de la Fundación Anar, que ayuda a niños y adolescentes en riesgo. Disney entregó un donativo de 3.000 euros para el servicio del Teléfono del Menor.
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