La oficina alternativa
Un antiguo garaje de coches renace como lugar para trabajar y relacionarse
Jóvenes de traje, modernos despistados o emprendedores de la era Google recorren un antiguo garaje de los años sesenta que se encuentra detrás del paseo del Prado. El local ya no repara coches. Ahora es un centro de innovación social gracias a la transformación que el arquitecto madrileño Josemaría de Churtichaga (Madrid, 1967) ha realizado junto a su mujer y socia Cayetana de la Quadra-Salcedo. "Encontrar un edificio y transformarlo de arriba a abajo es algo fácil y de eso hay 1.000 ejemplos en la capital. Nosotros queríamos reinventarlo en sintonía con el espacio que va a albergar, pero sin que perdiera su esencia", resume el arquitecto sobre el espíritu de sus intervenciones. En cada trabajo, Churtichaga intenta mantener la historia del lugar, el pasado arquitectónico. Ahora está trabajando en el área de cine de Matadero, espacio emblema en algunos de sus tramos, por ejemplo Intermediae, de la reconversión respetuosa.
"Queríamos cambiar el espacio sin que perdiera su esencia", dice el arquitecto
Tiene una barra de bomberos y zona de reflexión para descargar energía
"Madrid tiene un urbanismo perverso porque no permite usos mixtos"
Los arquitectos se han implicado hasta el punto de buscar el mobiliario
Hace más de un año un grupo de jóvenes se puso en contacto con el arquitecto madrileño. Tenían un curioso proyecto: montar en Madrid un hub, una especie de workcenter actualizado, que combina espacios de trabajo, salas para reunirse y esparcimiento. Algo así como una oficina por horas impregnada del espíritu Pixar (no solo se busca el beneficio, sino la calidad del ambiente laboral) que sedujo al arquitecto. "Esto era un garaje y empresas como Google o Apple, las más innovadoras del siglo XX, comenzaron en un sitio parecido", dice Churtichaga.
Balones para descargar energía, zona de reflexión, incluso una barra de bomberos por la que deslizarse y sacudirse el estrés. Un lugar no solo para trabajar, sino también para favorecer las sinergias entre los que se dejan caer por el local. Inspirar, conectar, impulsar a las personas es el lema con el que se identifican los 300 afiliados del Hub Madrid (http://madrid.the-hub.net/public), que se abrió hace unos meses. "Queríamos trabajar más como arqueólogos que como arquitectos. Hemos intentado no tocar nada porque lo verdaderamente sostenible es no hacer. Si no haces, no consumes, no gastas", continúa.
Churtichaga, vicedecano de la Escuela de Arquitectura IE, se queja de la actitud de nuevo rico que ha imperado en muchas intervenciones en Madrid, y que ha hecho desaparecer parte del patrimonio arquitectónico de la ciudad. "La capital tiene un plan de ordenación urbana rígido y perverso porque no permite usos mixtos en los edificios y regula en exceso los usos múltiples en el centro. Es un plan anticuado que necesita una revisión", asegura. El arquitecto defiende que uno de los grandes valores de la ciudad está en aquello que no tiene importancia estilística, pero sí de carácter. "La arquitectura industrial de los años cuarenta no se protege porque, como no hay todavía suficiente perspectiva, no le damos la relevancia que merece. Un edificio de los años cincuenta situado en plena Gran Vía se ha demolido porque nadie se percató de lo interesante que era".
En este sentido, defiende la actuación en Matadero ("es un ejemplo a seguir", subraya) donde el espíritu del espacio permanece, tal y como ha hecho en el espacio Hub.
Autor del consulado general y cancillería de la Embajada española en Cuba, su concepción de la arquitectura pasa por ese equilibrio entre lo nuevo y lo viejo. "La ciudad ha tenido actitudes demasiado transformadoras, pero puede ser plenamente contemporánea sin copiar a otros ni cambiar radicalmente. Seguir siendo Madrid y ser cosmopolitas al mismo tiempo". Desde que se graduara en 1992 en la Universidad Politécnica de Madrid, apuesta por esa filosofía en cada proyecto que interviene. Otro ejemplo: la reconversión de una antigua nave industrial de Villaverde en el futuro Centro de Expresión de las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación, trabajo que comparte con el arquitecto Joaquín Lizasoáin.
Su pasión por lo auténtico también se puede ver en los muebles del hub, en las sillas de perfil industrial rescatadas de mercadillos y a través de búsquedas por Internet. Los arquitectos se han implicado tanto en el proyecto que han buscado obsesivamente un mobiliario que encajara con un espacio tan particular como es un garaje de reparación de coches. Además, no han permitido que se borraran los rastros del pasado que ahora sorprenden al visitante: carteles de aseguradoras de los años sesenta, matrículas pintarrajeadas en las paredes e incluso un foso de engrase donde trabajaban los mecánicos que ahora es un pequeño jardín interior. Sobre este sustrato original aparecen sutiles innovaciones como suelo radiante (calienta o enfría la estancia por radiación de calor o frío) de madera o una enorme cristalera en el techo que permite que el espacio diáfano se llene de luz.
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