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Reportaje:

Visión nocturna en el Matadero

Iñigo Manglano-Ovalle crea un juego de espejos en el centro cultural madrileño en el que la realidad se mira en la ficción y viceversa

Patricia Ortega Dolz

Realidad o ficción. Es la dicotomía que subyace a la obra de Iñigo Manglano-Ovalle (Madrid, 1961), Nocturno(en tiempo real) , una vídeo-instalación que puede verse desde hoy y hasta el 12 de julio en el espacio Abierto por Obras del Matadero de Legazpi. Se trata de un viaje de ida y vuelta en el que uno entra a tientas en una cámara oscura -la antigua cámara frigorífica del matadero- y adquiere, sin quererlo, una visión nocturna, verdosa, para contemplar en plena noche un campo de amapolas blancas afganas, las amapolas dormideras. Tras picar un cebo, uno vuelve habiendo comprendido algo: que todo lo que ha visto antes está sucediendo en ese mismo momento, que lo que está viendo está pasando y que la única realidad es el tiempo, el presente, del que todos somos partícipes, por el simple hecho de estar ahí, ahora.

La pieza fue concebida por Manglano-Ovalle allá por el 2002, cuando ya se había afincado en Chicago. A sabiendas del trasfondo sociopolítico de sus obras, le pidieron que hiciera algo relacionado con la ocupación estadounidense de Afganistán tras el 11-S. La obra se expuso en el MOMA. Ahora la trae a España convencido de su vigencia. Y recuerda cómo las retransmisiones bélicas de las principales televisiones americanas incorporaban el color verde de la visión nocturna a sus emisiones para fortalecer la ilusión de realidad: "Porque, en verdad, lo que ellos captaban se veía en blanco y negro pero sabían que en el imaginario colectivo, y gracias a Hollywood, se asocia el verde a la visión del soldado en el combate por la noche, la mayor realidad estaba así impregnada de ficción", cuenta. Esa misma ficción, con todas esas connotaciones, la aplica él en esta pieza.

La primera impresión puede ser puramente estética: las imágenes de unas inocentes amapolas mecidas por el viento previo a una tormenta, recreada con una banda sonora. Sin embargo, a medida que uno se adentra en la obra, atraviesa ese inquietante campo de amapolas por la noche, y su visión se adapta, descubre el origen de la representación. Y se encuentra, de pronto, en una especie de juego de espejos en el que la ficción se mira en la realidad y viceversa. Al fondo, tras las cuatro pantallas dobles con las imágenes de las amapolas y el sonido de la tormenta, una pequeña pantalla emite la imagen de un bebé dormido. Es Gabriel, el hijo de Manglano-Ovalle, grabado con una cámara de visión nocturna mientras dormía. La pieza se llama Sonámbulo y es el cebo. Uno se acerca instintivamente a mirarla y siente un haz de luz a su izquierda. Se acerca allí también y descubre entonces las amapolas "reales". Una estructura las mantiene erguidas y unos ventiladores las agitan levemente mientras unas cámaras las graban y proyectan su imagen en las pantallas del principio. ¡Es eso lo que está sucediendo! Y, cuando cree haber descubierto "la realidad", y va a tocar la amapola y ve su mano aparecer en las pantallas, descubre que las flores son réplicas falsas de las afganas dormideras, la materia prima que nutre el gigantesco comercio de heroína que controlan los talibanes, o señores de la guerra.

Las connotaciones bélicas en esta pieza, son más fuertes cuando Manglano-Ovalle cuenta cómo hizo la banda sonora, esos truenos y esa lluvia: "Trabajaba mucho en mi barrio de Chicago y un día grabando hubo un disparo que quedó registrado en mi cámara. Lo he manipulado hasta la saciedad para construir una tormenta con el sonido de una bala repetido miles de veces", explica.

Por eso, a la vuelta del viaje que propone este artista que ha pasado por ARCO y la bienal de Sao Paulo entre otras muchas reconocidas instituciones, uno no sabe que es más ficción, si la realidad o la ficción misma, y que lo único real es un tiempo, el presente, en busca un sujeto que lo complete.

Íñigo Manglano-Ovalle junto a la videoinstalación que presenta en el Matadero.
Íñigo Manglano-Ovalle junto a la videoinstalación que presenta en el Matadero.CRISTÓBAL MANUEL

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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