Paseo por el campo en busca de bombas de la Guerra Civil
Dos 'tedax' llevan 10 años recorriendo la región para recuperar y estudiar proyectiles
Disfrutar de la flora y de la fauna es lo que la gente suele hacer cuando sale al campo. Pero siempre hay excepciones. Dos policías pertenecientes a la unidad de desactivación de explosivos (Tedax) de la Brigada Provincial de Información de Madrid, se han dedicado los últimos 10 años a recorrer los alrededores de la capital y los pueblos en los que se libraron importantes batallas de la Guerra Civil para recuperar los artefactos. Para documentar su trabajo, en este tiempo han acudido a fuentes muy diversas, como el Centro Cartográfico y Fotográfico del Ejército.
El subinspector Antonio y el oficial Javier no quieren dar sus apellidos. Prefieren permanecer en el anonimato para poder desarrollar su trabajo con total tranquilidad. Porque en Madrid han encontrado un campo muy abonado para su afición. La región fue uno de los lugares de España en la que se vivieron batallas más importantes, como la de Brunete, la Ciudad Universitaria y la de Paracuellos del Jarama. Eso hace que muchos terrenos estén plagados de artefactos explosivos de diversa procedencia.
Los agentes han fabricado en un barreño un improvisado aparato de electrolisis
Entre 2000 y 2006 fueron hallados 633 artefactos explosivos de muy diverso calibre
"Desde luego, es un grave riesgo para la seguridad de las personas. Muchas personas guardan estas bombas en sus casas sin saber que pueden explotarse en cualquier momento. Siempre deben de llamarnos para evitar cualquier riesgo, porque además está prohibido el depósito de armas de guerra", señala Antonio.
Esta unidad no deja de tener trabajo. En el periodo entre 2000 y 2006 fueron hallados 633 artefactos explosivos de muy diverso calibre y potencia explosiva. Sólo el año pasado, los tedax tuvieron que acudir en 98 ocasiones por este motivo.
Uno de los últimos episodios ocurrió en noviembre de 2006, cuando una vecina de Parla se encontró en la calle de Guadalajara cinco obuses alineados entre dos coches. Tras ser analizados fueron recogidos por los tedax. Eran cinco proyectiles del bando republicano.
Los dos policías dedican su tiempo libre a pasear, solos o en compañía de sus familias, por descampados de la región en los que con anterioridad se ha encontrado ya algún explosivo. "Hay que quitarlos de la circulación porque algunos tienen sustancias que sólo con tocarlas son peligrosas para las personas. Es el caso de la piquinitra, que se absorbe por la piel, y que se utilizó mucho en las dos guerras mundiales", recuerda Javier.
Pero, ¿dónde es posible encontrar artefactos de la Guerra Civil? La respuesta es relativamente sencilla. Basta trazar los puntos en los que hubo un enfrentamiento duradero entre los ejércitos republicano y nacional. Antonio y Javier han utilizado un plano de la contienda de Madrid para colocar los lugares de hallazgo. Destacan zonas como Pozuelo de Alarcón, Leganés, Perales del Río, la Casa de Campo y Aravaca, entre otros muchos. "Como ahora se está construyendo tanto, es fácil que las excavadoras se topen con esos pepinos [bombas, en la jerga policial]. Muchos conductores se dan cuenta y, en cuanto ven algo sospechoso, nos avisan", comenta Javier. "Otras personas, con gran irresponsabilidad, se las llevan para no tener paralizada la obra durante varias horas", interviene Antonio.
Los cálculos de algunos historiadores es que en los frentes de Madrid se lanzaron unos 16 millones de artefactos. "Es muy fácil que el 10% fallara, por lo que aún están pendientes de explosionar", se lamenta Javier.
La labor de ambos especialistas mezcla la historia con la prevención de riesgos. Su trabajo busca saber cómo se desarrolló la Guerra Civil y qué países vendieron o regalaron bombas a los dos bandos. Todos los artefactos llevan un código de color. Cuando la bomba es española, si lleva una franja roja, es de metralla. El verde indica que está cargada con gases y el amarillo, con trilita. "Pero todo esto cambia cuando hablamos de piezas japonesas, inglesas o alemanas", explican ambos. Igual ocurre con las espoletas, que cambian en función del país de fabricación.
Pero también hay mucho de prevención en su trabajo. Ambos están elaborando un manual en el que recogen los tipos de bombas, sus cargas y las formas más adecuadas de desactivarlas o de tratarlas. Por ello, están en contacto con las unidades de la Guardia Civil que también tratan estos temas y no dudan en acudir a algún hallazgo en caso de enterarse. Después van al Archivo Histórico del Ejército del Aire, al Archivo General Militar de Ávila y al Centro Cartográfico y Fotográfico del Ejército para documentar todos su hallazgos. "Lo que queremos es que un compañero sepa lo que tiene que hacer en cualquier caso, si no estamos nosotros", explica Javier.
Uno de sus mejores descubrimientos se trata de la llamada mina Romero, inventada por el comandante de Infantería Carlos Romero Jiménez. Este mando fue movilizado en 1936 para que protegiera el Puente de los Franceses, por lo que ideó un sistema antitanques de tres tamaños: 15, 35 y 60 kilos de dinamita.
Son grandes cajas que eran enterradas en la tierra y que por medio de hilos de cobre y vidrio hacían saltar por los aires todo lo que se encontraban a su alrededor. Además, el diseño de la caja recuerda a una tableta de chocolate. De hecho, esos cuadrados actuaban como metralla cuando explosionaba la mina.
Ambos agentes han logrado desactivar algunas de estas minas. En una de ellas han encontrado hasta 144 cartuchos de dinamita en perfecto estado. Recubrían toda la parte metálica con periódicos de la época para intentar aislarla de la humedad. "El sistema era muy bueno, técnicamente hablando. El comandante Romero lo llevó incluso a Valencia", explica Antonio.
El bando republicano, al quedarse en la capital durante más tiempo, es el que también les ha dado más trabajo. Los dos tedax recuerdan casi de memoria dónde estaban las baterías de artillería y antiaéreas: la Almudena, la plaza Mayor, la Puerta de Toledo, la Casa de la Moneda, la Ciudad Universitaria, las estaciones de Atocha y Delicias, la Dehesa de la Villa... Pero sin duda una de las más importantes es la del Retiro, donde había tres baterías de este tipo. Allí era donde estaba el depósito de artillería de los republicanos, por lo que debía de estar muy bien protegido, según detallan ambos policías.
El subinspector y el oficial han convertido su pequeña unidad en un laboratorio improvisado. Enseñan su última adquisición: una bomba de medio metro de largo cubierta de óxido. "Estamos estudiándola todavía, pero ya creemos que sabemos cuál es", comentan ambos. Para limpiarlas, han fabricado en una especie de barril un improvisado aparato de electrolisis.
Antonio y Javier reconocen que todavía les queda mucho trabajo y que han avanzado mucho gracias a la labor del Ejército. "Es una mezcla entre trabajo y afición, pero aún tenemos muchas cosas que investigar", bromean ambos.
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