Joyas que trajeron la electricidad
La nave de motores, que suministró energía al Metro y a Madrid en la Guerra Civil, declarada Bien Cultural
1924: Alfonso XIII, que había puesto de su bolsillo dos millones de pesetas (una pequeña fortuna entonces) porque si no el proyecto del metropolitano no arrancaba inaugura el 14 de junio la nave de motores de Metro de Madrid, ubicada en Pacífico, que abastecería de electricidad al Metro y también a la capital en épocas de crisis. 1972: cesa la producción de energía y cae en desuso. 2006: no es hasta ese año cuando se inicia su rehabilitación, y desde 2008 ha recibido 38.000 visitas. 2011: la Comunidad de Madrid inicia -ayer- los trámites para declararla Bien de Interés Cultural (BIC). Ha pasado casi un siglo y este pequeño tesoro del patrimonio industrial ha tenido mejor fortuna que otros que por desidia o incomprensión fueron derribados o, en el mejor de los casos, abandonados a su suerte.
Quizás que fuera Antonio Palacios su autor tenga algo que ver. El arquitecto (el mismo de Palacio de Cibeles, hoy sede del Ayuntamiento) se enfrentó a esta obra industrial con la misma excelencia que afrontaba otro tipo de edificios. No siguió el modelo imperante en países del entorno donde estas naves se levantaban en serie, sino que cuidó además su estética. En su interior combinó el azulejo blanco biselado (para cubrir las bóvedas y galerías) con la cerámica azul cobalto traída de Sevilla lo que tuvo gran éxito fuera de España. Y utilizó sin complejos las tradicionales piedra y cerámica junto a nuevos materiales que llegaban con la modernidad, como el hierro y el vidrio que él aplicó en forma de grandes cristales desde el suelo al techo para que entrara la luz natural a raudales.
Esta nave se hizo necesaria tras la creación del tren metropolitano (Palacios era el arquitecto, que trabajaba junto a los ingenieros Miguel Otamendi, Antonio González Echarte y Carlos Mendoza), que a su vez demandaba más desarrollo para un Madrid, con unos 600.000 habitantes, en continuo crecimiento. La nave servía de continente a tres enormes motores diésel que llegaron desde Suiza en piezas que se montaron en Madrid. Tenían una potencia de 1.500 caballos suficiente para abastecer al Metro. Pero también suministró electricidad a Madrid durante la Guerra Civil. Durante la contienda, el conjunto de edificios que albergaba la nave sufrió los combates y necesito ser restaurada.
Hoy, hasta los motores están "absolutamente conservados", cuenta un sobrino-nieto de Otamendi, Javier Otamendi, responsable de la Unidad de Relaciones en Metro. "A pesar de estar en desuso, todo se ha conservado bien y recibimos muchas visitas de ingenieros de otros países que se acercan a admirar unos de los pocos motores de este tipo que se conservan en el mundo". Tres auténticas joyas.
La Unesco manda
Nunca es tarde para un buen resultado. El patrimonio industrial ha sido de entre todos los legados arquitectónicos el más descuidado, al que menos atención se le ha prestado. "Si alguien ve una iglesia, la aprecia, pero si es una fábrica pasa desapercibida", reconoce José Luis Martínez-Almeida, director de Patrimonio de la Comunidad de Madrid, que ayer inició los trámites para declarar BIC, la Nave de Motores de Metro de Madrid. Supone que pasa a estar protegida, un honor que no todos los edificios poseen.
La Comunidad ha realizado un inventario de 1.400 referencias de patrimonio industrial, lo que no quiere decir que están protegidos ni mucho menos. De momento, solo adquieren "visibilidad", según el director, que apunta que las últimas directrices de la Unesco "ponen el acento en proteger las obras industriales, lo que servirá para que todos nos pongamos las pilas".
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