"No vamos a dictar cátedra a nadie"
Arturo Valenzuela (Chile, 1944), el intelectual e investigador de la universidad de Georgetown al que el presidente Obama ha encargado las relaciones con Latinoamérica, tiene la experiencia de haber asesorado ya a Bill Clinton en estos asuntos y la voluntad de cambiar la relación "esporádica y discontinua" por un compromiso más firme. Valenzuela acaba de pasar por Madrid para "triangular esfuerzos" entre EE UU, España e Iberoamérica, empezando por lo más urgente, Haití.
Pregunta. Los soldados de EE UU están en Haití "para ayudar a la ONU, no para suplantarla", dice usted. Hay quien lo ha visto de otra forma...
Respuesta. Pues no hay otra forma de verlo. El desafío humanitario es muy difícil. Puerto Príncipe es una ciudad devastada. Para distribuir alimentos y agua hace falta un esfuerzo enorme que requiere de una logística que sólo pueden dar las fuerzas armadas, pero que es netamente humanitario; no corresponde a los militares ocuparse de la seguridad de Haití, eso está en manos de la ONU y de los policías haitianos. El Ejército asegura la ayuda y otras cosas, como que funcione el aeropuerto, que recibía 20 vuelos diarios y en el que hoy están aterrizando más de 160. Las fuerzas armadas realizan un trabajo de apoyo, no de sustitución, que pidió Haití, un país soberano.
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"Para que la ayuda sirva a largo plazo en Haití hay que fortalecer el Estado"
"La salida a la crisis en Honduras no está mal, pero los golpes son intolerables"
P. ¿Cómo ve Haití en un año, en cinco años?
R. Había que responder inmediatamente al drama humanitario. La segunda fase tendrá que ser de estabilización. El compromiso tiene que ser más profundo para ayudar a que Haití vaya hacia un desarrollo sostenible. Se ha hablado, lo dijo el presidente Obama, de un esfuerzo de 10 años.
P. ¿Y qué se requiere?
R. Ver cómo la comunidad internacional puede ayudar a que Haití tenga condiciones para generar empleos, reformas de fondo en el campo, en la energía... Para que todo eso funcione, lo que se requiere es fortalecer el Estado. El drama de Haití es que ha habido mucha cooperación internacional, pero si no se fortalece la capacidad del Gobierno, de la sociedad, a la larga esta ayuda no va a ser lo eficaz que debiera.
P. Usted acaba de estar en Honduras, en la toma de posesión del nuevo presidente...
R. La elección, en términos generales, fue relativamente bien. La participación fue similar a la de anteriores consultas. El candidato de oposición ganó, y ganó grande; el mismo que había perdido frente a Zelaya la vez anterior por tres puntos. El pueblo hondureño dio dos señales muy claras: que quería un cambio y que estaba expresando, y esto es muy importante, su voluntad soberana para buscar una salida a la situación provocada por el golpe de Estado. Ese proceso electoral venía de antes -no se hizo para blanquear el golpe- y era parte de la solución de la crisis. Pero no toda: para que Honduras se normalice debe dar pasos adicionales, que están en el acuerdo que firmaron las partes. El presidente Lobo ha dicho que quiere buscar la reconciliación, recuperar la democracia y volver al seno de la OEA.
P. ¿De eso depende que EE UU normalice su relación?
R. Sí, creo que esos son los pasos para ir buscando cómo normalizar la situación. Hemos trabajado con consultas -en América, en España, con los centroamericanos- y basándonos en principios fundamentales, y con la concepción realista de buscar una salida.
P. ¿Y la que ha habido cómo le parece?
R. Diría que no está mal. En gran parte por lo que apunté, porque se basa en el veredicto soberano del pueblo de Honduras en una elección que venía de mucho antes. Ahora, la lección es también que no puede tolerarse en América Latina un golpe de Estado a estas alturas, y que hay que buscar mecanismos para colaborar con los países y que esto no ocurra en el futuro. La lección para América Latina es que hay que profundizar en las instituciones.
P. ¿Hay motivos de preocupación por lo que está ocurriendo en Venezuela con las instituciones, la justicia, los medios...?
R. Sí, yo creo que sí. Este último incidente de la proscripción de un canal de televisión en el cable y de otros canales tiende a atentar contra la libertad de prensa. Y son elementos importantes para todos nuestros países, tanto en lo que se refiere a la consolidación de instituciones como al respeto a los derechos fundamentales, como la libertad de expresión.
P. EE UU mantiene una política de contención con el presidente Hugo Chávez.
P. La política del presidente Obama es la de seguir adelante con colaboración con todos los países. No estamos en ningún proyecto de tratar de dictarle cátedra a nadie, estamos viendo cómo podemos colaborar con interlocutores válidos en la solución de problemas comunes. Muchos problemas tienen que ver con conflictos sociales, con retrasos, con dificultades económicas. Si otros tienen otras visiones, eso también es aceptable; estamos dispuestos a dialogar con todos.
P. ¿No hay decepción en Washington ante la falta de respuesta del Gobierno de Cuba a las aperturas de Obama?
R. Hemos revertido la política anterior de congelar muchos de los intercambios entre las sociedades para permitir una mayor conexión. Y estamos dispuestos a recuperar incluso más que antes un diálogo directo con el Gobierno de Cuba en temas afines. Hemos tenido conversaciones sobre temas migratorios y habrá otros en la agenda. Pero es cierto que lo que se requiere es un diálogo con respuestas, y eso hasta la fecha no se ha visto. Probablemente tiene que ver con algunos cambios internos en Cuba en los que no está claro hacia dónde va la situación.
P. ¿Cree que la UE debería cambiar la Posición Común sobre Cuba, en vigor desde 1996, que exige al Gobierno de la isla avances en democracia y derechos humanos?
R. Éste es un tema que concierne a la UE y no a EE UU. Dicho esto, no nos queda claro cómo la intención de cambiar la Posición Común llevaría a un cambio significativo en la situación del respeto por los derechos humanos del pueblo cubano. Por nuestra parte, al querer profundizar un diálogo con Cuba lo hacemos conscientes de que éste se debiera realizar teniendo en cuenta nuestro acérrimo compromiso por esos derechos y por la liberalización del régimen cubano.
P. Entonces, con Cuba, ¿diálogo a cambio de libertad? ¿Y cambiar la Posición sólo por razones de peso?
R. Así es.
P. En cuanto a México, en la emergencia en la que está, quizá había una expectativa de mayor ayuda por parte de EE UU.
R. Ésa no es mi impresión. Estuve en México hace poco y creo que hay una satisfacción por ambas partes de que estamos encarando bien los desafíos, que son enormes, multidimensionales. Es algo que no sólo se puede encarar con el uso de la fuerza. Se requiere una reducción de la demanda; necesitamos mejor coordinación contra las organizaciones criminales, que se aprovechan de situaciones de debilidad institucional. México reconoce esos problemas, nosotros reconocemos nuestra corresponsabilidad, estamos en un proceso de colaboración muy fuerte y ya se ven logros, tanto en el esfuerzo por decapitar algunos de los grupos criminales como en el refuerzo de la cooperación. En última instancia, este es un tema policial, no militar. Y hay que ampliar el objetivo: queremos trabajar más hacia Centroamérica y el Caribe.
P. ¿Cómo valora alguien nacido en Chile el cambio político que acaba de haber allí?
R. Los líderes pasan; la calidad de la democracia en un país se debe a la calidad de sus instituciones. En Chile ha sido importante esta elección porque ha sido la primera vez que pierde la Concertación después del periodo militar, pero también se ve que no hay cambios significativos. Va a haber cambios de política, porque hay un nuevo gobierno, pero lo que no está en juego es la propia institucionalidad del país. Chile demuestra que un país latinoamericano puede consolidar una democracia fuerte y un Estado de derecho con un papel internacional, bajo el signo de un partido u otro.
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