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El uso de carteles en turco y árabe crispa la campaña holandesa

La caída del Gobierno fortalece a los socialdemócratas, según los sondeos

Isabel Ferrer

La lengua se ha convertido en una inesperada protagonista de la campaña para las municipales del 3 de marzo en Holanda. El uso del turco y el árabe, además del inglés y el chino, en la propaganda de los partidos ha generado polémica. El primer ejemplo fue un cartel de los socialdemócratas de Rótterdam escrito por completo en turco, lo que provocó la repulsa inmediata del propio cabeza de lista de este grupo en la ciudad portuaria, Dominic Schreier, que ordenó su retirada tras calificar la situación de "incidente lamentable ajeno a la línea del partido". A Geert Wilders, líder populista de derecha del Partido por la Libertad, la situación le parece "un rotundo acto de hipocresía".

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Con el avance de la campaña ha quedado claro que prácticamente todo el arco político nacional intenta captar el voto de las minorías de igual manera. Liberales y socialistas radicales, verdes, y hasta la democracia cristiana, utilizan carteles escritos en un idioma distinto al holandés. Los lugares elegidos para colgarlos son sobre todo los barrios de aluvión de las cuatro grandes ciudades: Ámsterdam, La Haya, Utrecht y Rótterdam. En la capital del país, la situación ha llegado a ser incluso embarazosa. Hasta la efigie del concejal más conocido, un holandés autóctono que milita en la socialdemocracia, aparece junto a un texto escrito en turco.

Uno de los mayores críticos ha sido Sietse Fritsma, candidato por La Haya del partido de Wilders. "Todos los que exhiben propaganda en turco y marroquí subrayan la importancia de que en Holanda se hable en holandés. Pero luego buscan votos en esas comunidades en sus respectivos idiomas. Dan la impresión, equivocada, de que los nuevos holandeses pueden ser servidos en sus lenguas autóctonas", ha dicho.

Preocupados por las malas previsiones en cuanto a la participación (se calcula que no superará el 45% en total; entre los inmigrantes se espera un 34%), los grandes partidos no han hecho aún declaraciones sobre los carteles. Sólo el ministro de Integración, Eberhart van der Laan, ha pedido que se acabe con esta campaña. Para los socialdemócratas, que hace cuatro años recibieron un 60% del voto inmigrante en las municipales, la polémica es casi secundaria. Esta vez, la previsión de voto en la misma comunidad les adjudica un 40%. El tiempo apremia, y su líder nacional ya está pateando la calle.

Mientras tanto, los holandeses intentaban digerir ayer la crisis política nacional desatada la madrugada del sábado tras la caída del Gobierno de centro-izquierda a causa de las discrepancias sobre el futuro de la misión en Afganistán. Los líderes de los dos partidos mayoritarios holandeses, el primer ministro democristiano, Jan Peter Balkenende, y el socialdemócrata Wouter Bos, consumieron la jornada en echarse la culpa mutuamente de la crisis. El primero atribuyó a su oponente "la quiebra de la unidad de enfoque gubernamental sobre Afganistán, que implicaba evaluar las propuestas de la OTAN para seguir allí". Sereno, pero abatido, Balkenende admitió el golpe recibido. "Todos hemos dado rienda suelta a nuestras emociones. He visto correr las lágrimas", dijo.

Su actitud contrastaba con la del laborista Bos, inmerso en la campaña de las municipales. En apariencia pletórico y repartiendo rosas rojas, ha ganado en popularidad. Ha mantenido la promesa de sacar este año a los 1.600 soldados holandeses de Afganistán, y un 21% de los electores le votaría como primer ministro. Según los mismos sondeos, por Balkenende sólo se inclina un 16%. Aun así, su partido le ha pedido que encabece la lista para las generales. La insatisfacción con el Gobierno truncado es grande: a un 62% de los consultados no les importa lo ocurrido.

La reina Beatriz de Holanda, acompañada por Balkenende en 2007.
La reina Beatriz de Holanda, acompañada por Balkenende en 2007.REUTERS

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