Los países árabes tratan de impedir nuevas revueltas
Yemen sofoca una protesta y Bahréin anuncia 2.000 euros para cada familia
Bahréin y Yemen, como otros países árabes, se apresuraron a expresar su apoyo a la voluntad de los egipcios tras echar del poder a Mubarak. Sin embargo, esas declaraciones de simpatía apenas esconden la preocupación de los dirigentes por el riesgo de contagio de las revueltas entre sus poblaciones. El partido gubernamental yemení movilizó a sus simpatizantes para neutralizar una manifestación de protesta de la oposición. El rey de Bahréin anunció una ayuda cercana a los 2.000 euros para cada familia bahreiní.
La noticia de la renuncia de Mubarak tuvo una inmediata celebración en Saná ya el viernes por la noche. Varios cientos de yemeníes se echaron a las calles de la capital. De acuerdo con las agencias de noticias, los manifestantes rompieron fotografías del presidente Ali Abdalá Saleh y corearon eslóganes pidiendo su renuncia inmediata. Pero su entusiasmo fue acallado por la intervención de las fuerzas de seguridad. Según Human Rights Watch, al menos 10 personas resultaron detenidas.
Con ese precedente, las autoridades tomaron medidas para impedir una nueva concentración por la mañana. Un fuerte despliegue de policías y agentes de paisano, armados de las tradicionales dagas yemeníes y de palos, hicieron frente a entre 2.000 y 4.000 manifestantes, la mayoría estudiantes, que intentaban marchar hasta la Embajada de Egipto. Desde la semana pasada, algunos simpatizantes del Congreso General del Pueblo (CGP), el partido gubernamental, han instalado tiendas de campaña en la plaza de Tahrir para evitar que la tomen los opositores como ocurrió en El Cairo con la explanada del mismo nombre.
Saleh, que lleva 32 años en el poder, ha intentado aplacar el malestar con la promesa de no presentarse a las próximas elecciones en 2013, el anuncio de algunas mejoras económicas y la oferta de reformas políticas. Sin embargo, la oposición aún no ha respondido a su invitación a formar un Gobierno de unidad nacional y pide que las conversaciones se desarrollen bajo los auspicios de Occidente o de las monarquías petroleras de la península Arábiga.
Las tensiones se ven agravadas por la extrema pobreza de Yemen (su petróleo apenas cubre ya su consumo), un movimiento secesionista en el sur del país (donde las protestas antigubernamentales están teniendo mayor eco) y el escaso control del Gobierno fuera de la capital que ha convertido el país en un refugio de Al Qaeda. Tal panorama plantea serias dudas sobre su estabilidad a medio plazo y, como en Egipto, enfrenta a EE UU con la dicotomía de apoyar las reformas democráticas o arriesgarse al caos en el que hasta ahora es un importante aliado en su lucha contra el terrorismo islamista.
Aun así, el Gobierno de Yemen declaró que respeta la elección del pueblo egipcio y que le apoyará en su búsqueda de progreso y desarrollo. En parecidos términos se expresaron las autoridades de Arabia Saudí y de Bahréin. El rey saudí, Abdalá, brindó hasta el último momento su apoyo al ya expresidente egipcio, llegando incluso a ofrecerse para cubrir una eventual retirada de la ayuda económica norteamericana. Pero un comunicado difundido por la agencia oficial, SPA, deseaba "una transición pacífica de poder" y "que las fuerzas armadas egipcias restablezcan la paz, la estabilidad y la tranquilidad".
"Bahréin respeta la elección del pueblo egipcio", aseguraba por su parte la reacción oficial de ese reino difundida en el periódico progubernamental Al Watan. El mensaje tiene valor porque el pequeño productor de petróleo, que también alberga la V Flota estadounidense, es uno de los más vulnerables a una revuelta entre los países del golfo Pérsico. La isla tiene un sistema parlamentario, pero el rey aún gobierna. Además, a diferencia de la monarquía suní, la mayoría de sus habitantes son chiíes y se quejan de discriminación en el acceso a los servicios y los empleos gubernamentales.
Tal vez tratando de acallar ese malestar en un momento en el que los ejemplos de Túnez y Egipto resultan muy tentadores, el rey Hamad anunció el viernes la entrega de 1.000 dinares (algo menos de 2.000 euros) a cada familia bahreiní. Antes de conocerse esa noticia, la oposición había convocado una movilización para mañana, décimo aniversario de la Constitución.
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