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Análisis:Conmoción en Polonia
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El mensaje oculto del segundo Katyn

Timothy Garton Ash

Para los que han perdido a un ser querido, este es un momento de abrir los corazones y compartir su pena, no de reflexiones históricas apresuradas. Sin embargo, para Polonia, y para Europa, existe ya un atisbo de esperanza en medio de la oscuridad. Una esperanza que se apoya en el contraste entre los dos Katyn: el de la matanza secreta de oficiales polacos cometida por los soviéticos en 1940 y el del accidente aéreo del pasado sábado en el que murieron el presidente polaco y otras figuras destacadas, cuando se dirigían a conmemorar el 70º aniversario de aquel crimen. Para ser más exactos, la esperanza se apoya en el contraste entre las circunstancias históricas reveladas por los dos acontecimientos, que son como la noche y el día.

El crimen de 1940 se ocultó durante décadas; la tragedia del sábado fue noticia inmediatamente
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La ejecución secreta de miles de oficiales polacos en el bosque de Katyn, en una época en la que la Unión Soviética y la Alemania nazi habían firmado el pacto entre Hitler y Stalin, fue un crimen que simbolizó la barbarie europea de mitad del siglo XX. Entonces no había un Estado polaco que pudiera conmemorar las muertes con unos ritos como los que vemos hoy, porque los nazis y los soviéticos se habían encargado de borrarlo del mapa.

El crimen de 1940 fue también simbólico por cómo se ocultó bajo mentiras gigantescas. Al principio, las viudas y los hijos no supieron el destino que habían corrido sus maridos y padres. Luego, en 1943, cuando las fuerzas alemanas de ocupación desenterraron los cuerpos en el bosque, la Unión Soviética aseguró que los habían matado los nazis después de atacar a la URSS en 1941. Los soviéticos persistieron en esta mentira prácticamente hasta el final de sus días, y países como Reino Unido, por vergonzoso que resulte, fueron cómplices de ella durante decenios. Nunca olvidaré una ceremonia de inauguración de un monumento a la que asistí en un cementerio del oeste de Londres en 1976. El obelisco llevaba la inscripción "Katyn 1940", y la fecha lo decía todo. El Gobierno británico no envió a ningún representante y prohibió a los oficiales en activo que aparecieran de uniforme. La culpa de los rusos no estaba demostrada "de forma satisfactoria para el Gobierno de Su Majestad", dijo un portavoz del Ministerio de Exteriores, para gran bochorno de Reino Unido.

Comparemos eso con lo que ha ocurrido estos días. Aunque la República de Polonia ha perdido a muchas de sus principales figuras, ha seguido funcionando con dignidad y eficacia constitucional. A pesar de que todos los jefes de sus brazos armados estaban en el avión (cosa muy poco aconsejable), sus segundos se han hecho cargo de la situación y no parece que la seguridad del país esté amenazada. Los polacos están llorando otra tragedia nacional como sólo saben hacerlo ellos, con esos bosques centelleantes de flores y velas, con las banderas, los servicios religiosos y los viejos himnos. Antiguamente, bajo la ocupación extranjera, siempre que entonaban el himno patriótico "Dios que protege a Polonia", cantaban "devuélvenos, oh Señor, una patria libre". Hoy cantan, sin vacilaciones, "bendice, oh Señor, a la madre patria". Porque hoy no duda nadie de que Polonia es una patria libre.

Todavía más destacable es el contraste entre la reacción internacional que hubo entonces y la que ha habido ahora. En esta ocasión, los líderes de los partidos británicos se apresuraron a ser los primeros, junto con el presidente de Estados Unidos y la canciller de la Alemania democrática, en enviar mensajes de condolencia. La primera catástrofe de Katyn se ocultó durante décadas entre la noche y la niebla de las mentiras totalitarias; la segunda fue inmediatamente el principal titular de los boletines de noticias en todo el mundo. Y lo más extraordinario de todo ha sido la reacción del ex responsable del KGB Vladímir Putin, que se deshizo por demostrar la simpatía de los rusos, visitó varias veces el lugar del accidente, anunció un día nacional de luto para el lunes y ha ordenado que se exhiba la película de Andrzej Wajda Katyn (que muestra sin ahorrar un ápice la crueldad de sus antecesores en los servicios de seguridad soviéticos) en la televisión rusa, en horario de máxima audiencia.

En 1943, el responsable del Ministerio de exteriores británico, tras confesar que, "en un gesto cobarde", había apartado la mirada en el lugar de los hechos en Katyn, se preguntaba, en un memorando interno, "¿cómo, si se establece la responsabilidad de Rusia, podemos esperar que los polacos convivan amigablemente junto a los rusos durante futuras generaciones? Me temo que esa pregunta no tiene respuesta". Pero es posible que, a partir del segundo desastre de Katyn, la historia esté dándonos hoy una respuesta totalmente inesperada.

Ahora bien, que no haya equívocos: es la propia Polonia, con el espíritu de todos esos polacos muertos en Katyn, entonces y ahora, la que se ha ganado esa respuesta, así como el reconocimiento internacional de su pérdida, mediante sus esfuerzos para hacerse hueco como nación libre en una Europa que es una comunidad de democracias. La historia ayuda a quienes se ayudan a sí mismos.

Timothy Garton Ash es autor de The Polish Revolution: Solidarity (Yale University Press). Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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