Los horrores de Colonia Dignidad
Las víctimas del reino privado del nazi Paul Schaefer en Chile cuentan las vejaciones y violaciones que sufrieron
Casi 30 años después de haber sido torturado en Colonia Dignidad por Paul Schaefer y agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), la policía política chilena en tiempos de Pinochet, el médico psiquiatra Luis Peebles tuvo a su lado, frente a un juez, a su torturador. "Había soñado largamente con este momento, estaba preparado para insultar a Schaefer", confiesa.
Al ver al sádico que en 1975 reprendía a los agentes de la DINA porque no eran suficientemente eficaces para convertir su cuerpo en un despojo, convertido en un anciano de 83 años, sentado en silla de ruedas y sonriente, Peebles optó por otro método. Sabiendo que el jefe de la Colonia es hipocondriaco, el médico le dijo: "Está pálido. ¿Le habrá subido la presión?", y siguió hablándole cada vez más despacio, casi en un susurro. El ardid resultó. Schaefer, que hasta entonces simulaba no escuchar y apenas entender, admitió conocerlo. Peebles siguió el diálogo: "Claro que me conoce, usted me torturó". El alemán reaccionó: "No sé de torturas. Los militares iban a hacer ejercicios a la Colonia", dijo. Más tarde, cuando un funcionario judicial le pasó una transcripción, Schaefer sólo corrigió donde decía que "Pinochet había ido a la Colonia invitado por él", borrando "por él", recuerda Peebles.
Este careo ha sido una de las múltiples diligencias judiciales a las que Schaefer se ha sometido desde que hace dos semanas fue detenido en Argentina y expulsado por el Gobierno de Néstor Kirchner hacia Chile. Tres jueces lo han procesado por sus crímenes -por dos casos de detenidos desaparecidos en la Colonia y la violación de 26 niños- mientras otros cinco magistrados esperan su turno para interrogar a este nazi, un ex cabo de la Wehrmacht que instaló en 1961 su reino privado en una hacienda de más de 15.000 hectáreas, a unos 400 kilómetros al sur de Santiago, y lo bautizó como Colonia Dignidad.
Allí instauró un régimen tiránico para los casi 300 alemanes que emigraron con él a Chile, que vieron en su liderazgo el vigor de un profeta que decía querer ayudar a los campesinos pobres. En la Colonia, Schaefer separó a hombres, mujeres y niños, los hizo trabajar de sol a sol, sin salario ni seguridad social, instaló sistemas de seguridad para que no se fugaran y golpeó y drogó a los rebeldes. "Fue un Estado sobre el Estado chileno, que contó con una poderosa red de apoyo de empresarios, políticos y militares para prosperar, al punto que no le cobraban impuestos. Hasta 2003 su sistema desafió a Chile sin que el Estado pudiera contrarrestarlo, aunque la Colonia ya no tenía vida legal y Schaefer estaba fugado", afirma el abogado Hernán Fernández, uno de los querellantes.
Desde que llegó a la Colonia, Schaefer practicó a diario la pederastia, tal como antes lo hizo en Alemania, hasta que por una denuncia huyó a Chile. "Es el mayor pedófilo de la historia del país y no conozco otro caso así de monstruoso en el mundo. Violó a todos los niños varones de entre 6 y 14 años que ingresaron en la Colonia, nacieron allá o fueron adoptados o secuestrados. Incluso formó una especie de Juventudes Hitlerianas para abastecerse. Abusaba de varios niños por día. Ellos tenían que formar filas en los baños, dispuestos por el engranaje criminal de la Colonia", dice Fernández, que representa a 12 de estos niños y a cinco colonos que se fugaron.Durante la dictadura del general Augusto Pinochet (19731990), Schaefer prestó la Colonia como campo de torturas y chupadero de desaparecidos. Cientos de detenidos fueron torturados ahí y en el recinto se dictaron cursos para los agentes de la DINA. Un ex socialista, Juan Muñoz, que después del golpe militar de 1973 se paseaba con su rostro cubierto entre los prisioneros del Estadio Nacional delatando a los que debían ser asesinados, aseguró públicamente que en 1977 quedaban 112 desaparecidos aún con vida en la Colonia Dignidad, al borde de la locura por las torturas. Pocos días después de esta declaración fue asesinado.Eric Zott, un funcionario de la ONU en Viena que vino a declarar ante la justicia, estuvo prisionero y fue torturado junto a Peebles en Dignidad. Recuerda que hasta los agentes de la DINA temían a la Colonia. "No podían hablar por teléfono porque no había, ni conversar con los colonos, ni tenían rango como para hablar por radio", dice.
Sólo el grupo dirigente de los colonos sabía de los presos políticos. El resto tiene recuerdos difusos. Colonos fugados han contado que como en ese lugar no había calendarios, televisión, radio, ni llegaban diarios y ellos trabajaban todos los días, salvo cuando Schaefer decretaba una fiesta, perdían la percepción del tiempo. La ex jefa de cocina y fundadora de la Colonia, Dorotea Packmor, después de fugarse del lugar se encontró con Zott y Peebles. Les contó que le ordenaban hacer tres menús: para los colonos, las visitas y jefes... Y para los cerdos. "Los cerdos éramos los prisioneros. Ella se preguntaba por qué cocinar para los cerdos, sospechaba algo, pero igual lo hacía", cuentan.
Torturado en una jaula
Cuando la DINA lo trasladó hasta Colonia Dignidad en 1975, Luis Peebles, entonces estudiante de Medicina y dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), había sido brutalmente torturado por la Armada y la policía. "Pero la Colonia sobrepasó el nivel de todo lo que conocía", cuenta.
"Me pusieron en una jaula de madera que se achicaba y me golpeaban a palos y aplicaban corriente. Quedé como piltrafa, arrastrándome, y me desmayé", dice Peebles. Para sobrevivir "empecé a inventar cosas inverosímiles y fantásticas, las que ellos querían oír. Le cargué todo, que tenían armas, a personas que me constaba estaban fuera del país. Y como me golpeaban más, aumentaba las armas", relata. La estratagema le sirvió para salir del lugar, cuando los agentes de la DINA lo llevaron a comprobar lo que había dicho.
Hoy Peebles y Erick Zott piden el fin de la impunidad y de la red de protección de la Colonia Dignidad, y que el Estado chileno ponga fin a este capítulo de esclavitud, torturas, pederastia y evasión de impuestos, entre otros delitos. El abogado querellante, Hernán Fernández, afirma que el Estado debe asumir su responsabilidad, que comienza por juzgar a Schaefer y los jerarcas de la Colonia, pero también incluye reparar a las víctimas, y políticas para que los colonos oprimidos puedan subsistir integrados a la sociedad chilena.
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