La economía subterránea de Gaza
Hamás impulsa la construcción de 1.500 túneles hasta suelo egipcio para burlar el bloqueo israelí - Los precios vuelven a ser asequibles en la franja
El nuevo mercado bulle en la plaza de la Estrella en Rafah, la ciudad de Gaza fronteriza con Egipto. El bloqueo y el castigo israelí al territorio palestino supera cotas cada día, y hablar de economía productiva en la franja es un chiste. Así que el contrabando, legalizado y a la vista de todos, florece exuberante bajo tierra. "Acabamos de inaugurar un túnel", comenta sonriendo Ayman Shurafa en una tienda de campaña que hace las veces de cafetería.
Ayman es un herrero reconvertido en topo zapador. A la fuerza ahorcan. Ya ha excavado más de 20 túneles que desembocan en suelo egipcio. "Hay por lo menos 1.500", asegura. Paralela a la frontera, la hilera de carpas blancas que resguardan la entrada de los túneles se extiende a lo largo de tres kilómetros. Es el polo económico de la franja de Gaza, el lugar al que acuden hombres de cualquier rincón del enclave en busca del único empleo atractivo.
La red de galerías es sólo un parche que alivia una situación dramática
El permiso del municipio, controlado por Hamás, es requisito fundamental. La tasa de 10.000 shekels (2.000 euros) que abonan los propietarios de los túneles da derecho a que el Ayuntamiento suministre la energía imprescindible para que los generadores eléctricos impulsen las poleas y las vagonetas empleadas para transportar mercancías. En alguno se han instalado tuberías para combustible. De noche funcionan a destajo: bombonas de gas, bebidas, alimentos, ropa, calzado, electrodomésticos, motocicletas. Los productos árabes o chinos sustituyen en Gaza al género empaquetado en cajas en hebreo.
Porque Israel prohíbe el suministro de libros de texto, rotuladores, instrumentos musicales, agujas e hilo de coser, electrodomésticos y material sanitario. Aunque la tregua se desvaneció tras una operación militar israelí el 4 de noviembre, desde septiembre -cuando no se disparaba un solo cohete desde Gaza-, el Gobierno de Ehud Olmert estrechó el cerco. Incluso vetó las entregas de ese material a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados. Los empresarios de la franja han olvidado cuándo se dejó pasar el último cargamento de cemento o metal.
Muchos invierten, y se enriquecen, ahora en Rafah. "Construir un túnel cuesta unos 50.000 euros. Tardamos entre 30 y 40 días en perforar entre 200 y 300 metros, pero el más largo que conozco tiene 1.400 metros", explica Shurafa. En la boca de uno de los angostos túneles mirar abajo provoca vértigo. Algunos cuentan con traviesas de madera para garantizar cierta seguridad, porque ya han muerto 60 jóvenes por hundimientos en 2008. Muchos de ellos ascienden 25 metros sin sujeción alguna. Se ríen del peligro.
Cada 500 metros, pegadas al muro egipcio de la frontera, se han alzado casetas de la policía. Los uniformados vigilan meticulosamente el trasiego de mercancías. Drogas y armas están prohibidas. La milicia de Hamás ha construido sus propios túneles para hacer acopio de armamento y explosivos. "Nadie se atreve a quebrantar la norma. Hay que firmar un documento en el que te comprometes a no traer sustancias ilegales", afirma el herrero.
En el lado egipcio sucede lo contrario. "Las bocas de los túneles", añade Shurafa, "están dentro de las casas. Los policías hacen la vista gorda porque cobran. Mi contacto me dice el precio de una mercancía que incluye el soborno al agente. Un tercio es para el policía".
El bloqueo israelí desató los precios, pero gracias a los túneles algunos productos han recobrado un valor asequible. El tabaco ha pasado de 20 shekels a cinco shekels. Y la gasolina se vende a 3,20 shekels por litro y no a seis como hace pocos meses. Si en septiembre el bloqueo israelí vació las calles de vehículos, ahora los guardias de tráfico vuelven a gestionar embotellamientos.
Los túneles, no obstante, son sólo un parche que alivia una situación dramática. Sirven para las pequeñas cosas. La única central eléctrica de Gaza requiere una infraestructura y un suministro permanente y abundante que Israel impide. Ayer por la tarde dejó de funcionar y se quedaron a oscuras 800.000 personas de los 1,5 millones de palestinos que habitan la franja. Es ya habitual en un territorio vapuleado, en el que los precios se disparan o se hunden en cuestión de horas, en el que los productos abundan o desaparecen en el plazo de un día, en el que mandan la improvisación y la angustia.
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