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Cambio en la Casa Blanca
Columna
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El chamán

Moisés Naím

En ciertas culturas indígenas el chamán es un personaje muy importante. Es un ser espiritual dotado de energías especiales y que tiene visiones que le permiten anticiparse a los demás. Quizás lo más importante es que posee dones curativos: es un hombre medicinal.

Estados Unidos necesitaba desesperadamente a un chamán. Su poderío militar, su enorme economía, su tecnología y las bravuconadas de George Bush ocultaban el hecho de que éste es un país dividido, inseguro y avergonzado. La superpotencia está herida. Y necesita a alguien que cure sus heridas, regenere su espíritu y le ayude a volver a mirar mejor y más lejos. Barack Obama inspira, alienta y regenera. Sobre todo, apacigua.

Los estadounidenses vienen de vivir un trauma tras otro. El vergonzoso espectáculo de Bill Clinton con Mónica Lewinsky fue una gran desilusión. Para muchos, importaba menos el affaire con la Lewinsky que el hecho de que su presidente les hubiera mentido. Después vino una elección que no fue decidida por el voto de millones de electores, sino por unos pocos jueces en un opaco proceso que hizo que la llegada de George W. Bush a la Casa Blanca fuese vista como poco menos que fraudulenta. El 11-S sacudió la psique de una nación cuyo territorio nunca había sido atacado por sus enemigos. Después vino la guerra en Afganistán, que comenzó bien y va mal, y la guerra en Irak, justificada con explicaciones en las que hoy nadie cree. Abu Ghraib y Guantánamo ofenden a los estadounidenses. "Eso no somos nosotros", dicen. Que su Gobierno trate derechos civiles fundamentales como si fueran un privilegio opcional es una realidad que toleran mal. La pérdida del respeto y el afecto que el resto del mundo siente por su país es un tema recurrente en las conversaciones de los círculos de poder y en los pueblos más pequeños. Saben que el mundo los ve mal y eso no les gusta. Quieren ser admirados.

También están hartos de que el miedo sea el instrumento usado para obtener autonomías gubernamentales. Los estadounidenses no quieren tener miedo. Pero ahora el miedo apareció de nuevo. Esta vez no proviene de Al Qaeda, sino de Wall Street. Mientras se libraban guerras en lugares remotos y el Gobierno prohibía las fotografías de la llegada a la patria de los ataúdes con sus soldados muertos, la economía crecía, los ricos se enriquecían y los trabajadores se endeudaban.

Y si bien fueron años de gran bonanza económica, siempre subyacía una pregunta: ¿hasta cuándo durará esta fiesta que pagamos con dinero prestado? Y vino la crisis económica, que está arrasando con realidades y esperanzas.

Ésta es la trayectoria reciente de un país que deposita su esperanza en su chamán nacido en Hawai, criado en Indonesia y con un nombre que hasta hace poco era impronunciable e incomprensible para la mayoría. Las expectativas son altas y las frustraciones serán inevitables. Ésta es la parte fácil del pronóstico. La parte más difícil, pero más prometedora, serán las oportunidades que puede abrir el chamán de la Casa Blanca y que los demás aún no vemos. Ojalá sea así. Es importante para todos nosotros, en todas partes, que Barack Obama tenga éxito.

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