'La batalla de Argel', según Bush
Antes de la invasión de Irak, el Pentágono proyectó para sus grupos de operaciones especiales el filme La battaglia Algeri (La batalla de Argel) del recientemente fallecido cineasta italiano Gillo Pontecorvo. En agosto de 2004, el llamado Departamento de Conflictos de baja Intensidad del Pentágono volvió a proyectarla en privado. Y, se asegura, el presidente George W. Bush, a tenor de una recomendación, pidió que se pasara en la Casa Blanca. A la vista de la escalada militar anunciada, la impresión que le causó a Bush ha podido mayor que el informe del ex secretario de Estado, James Baker, que sugería iniciar la retirada.
Tertulianos y comentaristas más numerosos, pero quizá menos conscientes, han calificado la decisión de aumentar en 21.500 las tropas norteamericanas en Irak -cinco brigadas en Bagdad y una en la provincia de Anbar- como más de lo mismo. Están equivocados. La operación lanzada, una escalada en toda regla, es un ajuste fino, para usar la jerga económica, en la línea de la película de Pontercorvo. El nuevo general a cargo, David Petraus, que ya estuvo en Mosul, la ha pregonado desde largo tiempo.
Como en Argel, la resistencia tanto en Bagdad como en la provincia de Anbar está enraizada en la población civil, según lo atestigua la cifra de muertos civiles iraquíes desde el comienzo de la invasión (665.000 desde la invasión según la Universidad John's Hopkins).
Ahora, el general Petraus pretende emular al general francés del cuerpo de paracaidistas Jacques Massu (coronel Mathieu en el filme), quien empezó la batalla el 7 de enero de 1957. Mira por dónde, Bush acaba de anunciar la Batalla de Bagdad 50 años más tarde. La idea de Massu fue acabar con los santuarios para los insurgentes. Es lo que Bush ha autorizado ahora cuando explica que las fuerzas iraquíes y norteamericanas van a inundar la capital "yendo puerta por puerta para ganar la confianza de los residentes de Bagdad". ¿Qué quiso decir? Hay un ejemplo: un día antes del anuncio tropas norteamericanas e iraquíes chiíes llevaron adelante una batalla campal en la calle Haifa, donde demolieron varios edificios y se cargaron a 50 suníes.
"Las fuerzas norteamericanas e iraquíes tendrán luz verde para entrar en estos barrios y el primer ministro Nuri al Maliki se ha comprometido a que no se tolerará la interferencia política o sectaria", explicó Bush. ¿Qué quiso decir? Que después de ajustar cuentas con la resistencia sunní, el objetivo es Ciudad Sáder, en el este de Bagdad, donde se concentran los chiíes.
Bush ha destituido a aquellos generales como John Abizaid y George Casey, porque, según ha dicho "lo que quiero oír ahora es cómo vamos a ganar, no cómo nos vamos a retirar".
¿No recuerda esto a algunas imágenes de otra película, El Hundimiento, sobre los últimos días de Hitler? En abril de 1945, cuando entran los rusos en Berlín, en el búnker, Hitler "ni siquiera dejaba de la mano la dirección de las operaciones. Una mezcla de conciencia de elegido del destino y de fuerza de voluntad lo animaba una y otra vez, todo ello reforzado además por una desconfianza que le corroía y que le hacía suponer que sus generales querían ponerlo en evidencia o incluso narcotizarlo... Aunque en general sabía dominarse, a veces tenía explosiones de furia, con los puños en alto y temblándole todo el cuerpo, delante de su jefe de estado mayor, al que destituyó después en los últimos días de marzo".
Los expertos tienen todavía una duda. ¿Por qué si Bush, en una mención que ha recordado al Richard Nixon que, en 1970, ordenó la extensión de la guerra a Camboya y Laos, ha culpado a Irán y Siria de colaboración con los insurgentes, concentrará sus tropas en Bagdad y en Anbar? ¿Por qué no enviar destacamentos a las fronteras con Irán y Siria?
Por último, la idea de que esta guerra es una frivolidad se desvanece estos días cuando el Gobierno iraquí se prepara para aprobar una nueva ley que dará amplia entrada a las multinacionales de Estados Unidos y Reino Unido en la futura extracción de petróleo. Verde y con asas.
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