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Vía libre en el Senado para la aprobación antes de Navidad de la reforma sanitaria de Obama

Los demócratas del Senado de EE UU dan su apoyo unánime al plan.- "Será el mejor regalo para el pueblo americano", dice un representante

Antonio Caño

La reforma sanitaria llegará en la Nochebuena como el mejor paquete que Barack Obama podría encontrar junto a su chimenea. Después de la primera votación de esta madrugada en el Senado, en la que los demócratas consiguieron los 60 votos que se requieren para avanzar la ley para la reforma sanitaria, su aprobación final parece ya una mera rutina parlamentaria.

"Será el mejor regalo de Navidad que el Congreso le ha hecho jamás al pueblo norteamericano", ha dicho el senador Tom Harkin, en nombre de la mayoría. "Es la reforma que los ciudadanos han estado esperando desde hace varias generaciones", ha sentenciado Max Baucus, uno de los cerebros de esta iniciativa.

En un Senado dramáticamente polarizado, la oposición republicana observa este momento histórico exactamente desde la perspectiva contraria. "Esta legislación equivale al rediseño de nuestra nación, y el pueblo ya ha emitido su veredicto: no la quiere", ha dclarado el líder de la minoría, el senador Mitch McConnell.

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Avance

Las últimas encuestas señalaban, en efecto, que el apoyo popular a la reforma ha ido disminuyendo a medida que se hacía más confuso y agrio el debate en el Capitolio. El principal asesor político del presidente, David Axelrod, aseguró que eso es, simplemente, el reflejo de las tácticas obstruccionistas utilizadas por la enemigos de la ley y que los ciudadanos respaldarán la reforma en cuanto la puedan conocer mejor.

Desde cualquier perspectiva, ciertamente, esta ley supondrá un avance impresionante respecto a la actual situación sanitaria en el país. Según la Oficina de Presupuestos del Congreso -el órgano más independiente y respetado-, 31 millones de norteamericanos más tendrán cobertura sanitaria entre 2010 y 2019. Todos los ciudadanos estarán obligados a tener un seguro; aquellos que no puedan costearlo recibirán subsidios del Estado. Las empresas pequeñas tendrán ayudas para asegurar a sus empleados; las grandes, serán amenazadas con multas si no lo hacen. Las aseguradoras no podrán rechazar a nadie aduciendo condiciones médicas preexistentes ni podrán expulsarlo al contraer una enfermedad grave o de larga duración. En el que caso de los niños, esa prohibición entrará en vigor en cuanto la ley sea firmada por el presidente.

Se ha eliminado la propuesta de un sistema público de salud inspirado en el que funciona en Europa, pero en su lugar se crean dos planes de seguro nacionales, iguales al que actualmente cubre a los miembros del Congreso, que será controlado por una agencia estatal -será la que negocie los precios y los beneficios- aunque ejecutado por empresas privadas. La Oficina de Presupuestos del Estado calcula que el número de personas con cobertura será el mismo con o sin opción pública, esto es, alrededor de un 94% de la población. Quedan fuera los inmigrantes ilegales y un determinado número de personas que, por distintas razones, prefieran ignorar la obligatoriedad del seguro.

El Gobierno garantiza que, además, esta ley servirá para ahorrar dinero, puesto que racionaliza muchos de los pagos que actualmente hace el Estado a las aseguradoras que se ocupan de la atención a los pensionistas (Medicare) y elimina la corrupción y el derroche que imperan hoy en un sistema absolutamente dominado por las compañías de seguros y los hospitales.

Concesiones

Muchas de estas ventajas han sido ignoradas en un debate que ha resultado inusualmente ideológico. La derecha del Partido Republicano ha aprovechado esta reforma para colgar sobre el presidente, con bastante éxito por cierto, la etiqueta de un comunista que pretende desvirtuar el carácter de esta sociedad. La izquierda, sobre todo en las últimas semanas, ha preferido respetar su viejo principio de todo o nada, y ha criticado a la Casa Blanca por haber hecho demasiadas concesiones a los conservadores.

La ley que saldrá del Senado incluye concesiones, no hay duda. Una de ellas, como la de la eliminación del seguro público, es una concesión importante. Pero probablemente esta ley, con esas concesiones, recoge mucho mejor la voluntad promedio de la nación que la que la izquierda hubiera deseado como idónea.

Todavía puede haber más correcciones y debate. El proyecto del Senado tendrá que ser conciliado con el que la Cámara de Representantes aprobó en noviembre. Pero da la impresión de que nada puede ya hacer encallar esta nave, que la decisión política está tomada y que, antes de cumplirse su primer año, Obama podrá presumir, ahora con pruebas, de haber hecho historia.

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