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Van Rompuy jura como primer ministro del nuevo Gobierno belga

Herman van Rompuy, el político discreto que no quería ser primer ministro, juró ayer como nuevo jefe de Gobierno de Bélgica al frente de la misma coalición de cinco partidos que ha venido rigiendo el país a trompicones desde marzo. Van Rompuy, de 61 años, que como ministro de Hacienda en la pasada década consiguió que Bélgica entrara en el euro, se impone como máxima prioridad sacar adelante un presupuesto expansivo contra la recensión y dar estabilidad política al sistema.

El nuevo primer ministro, tercer flamenco que ocupa el cargo en el año y medio transcurrido desde las elecciones de junio de 2007, se coloca al frente del Ejecutivo con la voluntad de cumplir la legislatura y llegar hasta 2011. Sobre tal designio pende la espada de Damocles de los comicios regionales y europeos del próximo junio, que inevitablemente someterán a fuertes tensiones la heterogénea coalición gubernamental de flamencos y valones, de democristianos, liberales y socialistas.

El nuevo Gabinete es casi un calco del anterior, si se descuenta la marcha del desestabilizador primer ministro Yves Leterme. Son cuatro las salidas, entre las que destaca la de una ministra, dimisionaria "por razones humanas" y por solidaridad con sus amigos Leterme y el ministro de Justicia (ambos bajo sospecha de intentar manipular la justicia en el caso Fortis, sobre el hundimiento del principal banco del país, detonante de la crisis política).

Van Rompuy es un hombre respetado, solvente, reservado, cauto y apreciado por los francófonos, lo que en principio debe dar un giro copernicano a las relaciones en el interior del Gobierno, donde el abrasivo Leterme, azote de los francófonos, sembró discordia y desconfianza. Que sea bálsamo suficiente para lo que el país necesita está por ver. El debate y votación de confianza se producirán el viernes en el Parlamento.

Su primer objetivo será sacar adelante el presupuesto para 2009 y hacer realidad los planes económicos elaborados por el equipo de Leterme, cuyo viceprimer ministro y ministro de Hacienda seguirá ocupando cartera y posición. Bélgica está sólo a la espera de la confirmación estadística de la recesión y ya se había previsto un plan de emergencia de 2.000 millones de euros con medidas de choque para devolver el pulso a la economía.

La hercúlea tarea de devolver el ánimo y la voluntad de trabajar juntos a los ministros se verá amenazada por las elecciones regionales y por la eterna manzana de la discordia del reajuste pendiente de un distrito electoral en torno a Bruselas, línea de fractura donde chocan frontalmente neerlandófonos y francófonos. El primer ministro es partidario de la separación que privaría a los francófonos de ciertos derechos, pero no hace bandera de ello.

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