Twitter no bastaba
Hegel, Weber, entre otros, se han referido a "la necesidad antropológica" que tiene el ser humano de hablar para dar sentido a todo lo que le rodea, para construir su mundo. Y si sería injusto decir que Venezuela es una dictadura, sí, en cambio, en el dominio de la palabra funciona ya como un auténtico totalitarismo. Hugo Chávez, presidente del país, acaba de regresar por sorpresa de Cuba al cabo de un mes de tratamiento por una dolencia cancerosa, periodo durante el cual ha seguido gobernando en parte por medio de Twitter. Pero, escrita o hablada, es con la palabra como rige el país.
Durante las primeras semanas de la estancia antillana era perceptible la vacilación en Caracas. Los improvisados portavoces del líder bolivariano hablaban de su pronto regreso, posiblemente porque la mayoría ignoraba la gravedad de la dolencia. Hasta que ha tenido que ser el propio Chávez, quien revelara la naturaleza de su mal. Es muy propio que los adláteres del líder hablen de él para cantar sus alabanzas, pero ninguno se atreve a tomar la palabra en su nombre. No estamos, sin embargo, ante un vulgar culto de la personalidad, sino en el beato reconocimiento de que solo el líder bolivariano es capaz de idear un nuevo orden universal. Solo él puede hacer de portavoz de sí mismo.
La lejanía era probable que abriera la lucha por el poder entre los colaboradores más cercanos de Chávez
Así, en lugar de ceder temporalmente la presidencia, Chávez ha hecho de su sustituto constitucional, el vicepresidente Elías Jaua, un simple recadero encargado de transmitir las órdenes recibidas. Y es de suponer que en el tiempo que el presidente ha estado en Cuba y sufrido dos operaciones tuvo que haber momentos en los que perdió de vista las cosas de este mundo, experiencia sin duda traumática para sus seguidores porque la Caracas oficial ni parpadea sin su permiso. Todo ello se deriva, naturalmente, de la realidad más prosaica. Chávez no quiere a su alrededor luminarias rivales y mucho menos si existe la posibilidad de que esté físicamente disminuido.
Pero también hay explicaciones más mundanas para ese aferrarse a la formalidad tanto como a la materialidad del poder. En 2012 habrá elecciones presidenciales en Venezuela y por mucho que se proclame la irreversibilidad de la revolución bolivariana, la sustitución o debilitamiento del líder podría causar el desistimiento de parte de su parroquia, incapaz de concebir un chavismo sin Chávez. Y por eso es posible que haya forzado su regreso, porque sin esa fuente bautismal de presencia y palabra podía temer que se resquebrajara su ocupación del territorio. En febrero, el conglomerado de partidos y movimientos que forman la oposición, tendrá que elegir en unas primarias al candidato del antichavismo. Y si para entonces no está claro que Chávez sigue siendo el eterno candidato de sí mismo, el advenimiento del socialismo del siglo XXI podría quedar para otro siglo.
La lejanía, por mucho Twitter que se le aplicara, era probable que abriera entre los más cercanos colaboradores del presidente una lucha por el poder, y a esa luz parece cabría interpretar las recientes declaraciones de su hermano mayor, Adán Chávez, más cubano, o sea radical, que el líder máximo, advirtiendo que la revolución podía recurrir a "otros métodos, como la lucha armada" para garantizar su supervivencia. Si Hugo Chávez es muy cierto que tiene el seguimiento real y hasta fervoroso de la mitad del país menos favorecida social y económicamente -y algo habrá hecho para merecerlo- también lo es que no tiene pariente ni allegado que ni remotamente pueda presumir de nada parecido.
Hay que preguntarse si el presidente está en condiciones físicas para gobernar hoy como solía, con la escenificación permanente de imagen y palabra. Chávez ha admitido que la batalla contra la dolencia solo ha comenzado, y se especula con que tenga que volver periódicamente a Cuba para seguir el tratamiento. Un dato sobre el futuro lo dará la continuación o no de sus maratonianos realities televisivos. Una disminución de sus propiedades taumatúrgicas preocuparía no solo a sus fieles, sino igualmente al bloque de países bolivarianos, y para nadie sería más grave que para el Estado cubano que recibe 100.000 barriles diarios de crudo a precio de amigo, y tiene destacados más de 50.000 asesores, técnicos y militares en Venezuela, siempre a cargo de Caracas, cuya permanencia podría quedar en precario. Por eso el castrismo tiene el máximo interés en que se restablezca plena y prontamente la única inversión que le queda en el mundo.
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