"Seré la dama de hierro contra la corrupción"
Una banda de música compuesta por soldados toca sin apenas descanso marchas militares y lo que parecen ser unas notas arrancadas de West side story. Es su regalo a Ellen Johnson-Sirleaf, proclamada el miércoles presidenta de Liberia. Es la primera mujer que alcanza tan alto cargo en su país y en África. Cientos de seguidores se agolpan frente a su vivienda, que ahora llaman casa presidencial. Mueven los pies o el cuerpo entero al ritmo de los trombones y no pierden detalle de la incesante peregrinación de personalidades: políticos y amigos con la esperanza de obtener cargos y diplomáticos deseosos de lograr contratos para sus países. En las esquinas del muro exterior se han erigido dos torretas por las que asoman cuatro cascos azules nigerianos. Afuera, en la vera de una calle de tierra bacheada, un carro de combate de la Misión de Naciones Unidas en Liberia (UNMIL) da protección a todos: presidenta, curiosos y músicos.
"Hay que poner el país a trabajar y limpiar nuestra imagen en el mundo, porque durante demasiados años todo lo malo procedía de Liberia. Las elecciones han empezado a cambiar algo y eso es bueno" "Prometimos que la escuela primaria será gratuita y lo vamos a cumplir, pero no va a ser sencillo escolarizar a todos esos niños porque también hay que construir escuelas, tener maestros y dinero para pagarles"
En el patio de la casa presidencial, un retén de apresurados colaboradores, en el que ya parecen mandar las mujeres, atiende a las personalidades que llegan. En una sala de la primera planta se arremolinan los candidatos a audiencia. Apenas quedan sillas libres. Un ramo de flores ocupa la mesa central, lo ha traído una senadora del Partido de la Unidad, ahora en el poder. Dos secretarias navegan por Internet junto a un reloj de pared de todo a cien con la foto en color de Ellen en el interior y parado en las dos y diez.
El despacho de Mama Sirleaf, como le llaman los liberianos, es menudo y algo oscuro porque tiene las cortinas echadas por razones de seguridad. Un soldado de la ONU, que sirve de guardaespaldas, se mantiene impertérrito junto a la puerta durante la entrevista. Ella está sentada detrás de su mesa revisando papeles que le han pasado a la firma. Viste un elegante traje africano azul y sonríe al decir su edad: "Tengo 67 años, pero recién cumplidos".
Pregunta. En una marcha de mujeres se gritaba esta semana: "Estamos en el poder" [la frase le arranca una carcajada]. Usted es la primera en alcanzar la presidencia en África. El continente depende de las mujeres para casi todo: son las que buscan el agua, cuidan de los hijos y cocinan. Usted es la visualización de esa realidad cotidiana. ¿Qué significa para ellas que una mujer sea presidenta de Liberia?
Respuesta. Significa mucho más que la excitación del momento y la alegría de hacer historia; para ellas es la oportunidad de que una mujer -que tiene la capacidad, el coraje y la experiencia- demuestre que somos capaces de tomar las riendas de un país complicado, de curar las heridas y adoptar las decisiones adecuadas para lograr que la economía vuelva a crecer y con ello mejoren sus vidas. Para las mujeres liberianas es un cambio en su papel en la sociedad. Ahora van a tratar de ser líderes en todos los campos: en las iglesias, en los partidos políticos y en sus aldeas. El potencial está allí para llegar a lo más alto. Y lo mismo sucede en el resto de África. Nosotras llevamos el peso del nacimiento de la sociedad, cuidamos de los niños, buscamos agua, como usted dice, y vamos al mercado... Pero a pesar de todos los problemas, las mujeres africanas hemos conseguido un gran progreso profesional en los últimos 20 años, hemos avanzado más que las mujeres de otras partes del mundo. En política tenemos algunas primeras ministras, ministras de Finanzas y una vicepresidenta en Uganda. No lo hemos hecho mal y ahora, la guinda.
P. Usted tiene una oportunidad, pero también un reto complicadísimo porque Liberia se encuentra en pésimas condiciones tras 14 años de guerra civil: 80% de desempleo, infraestructuras arruinadas, escasez de escuelas y hospitales, sin electricidad y agua potable en la mayor parte del país. ¿Qué medidas va a tomar para no defraudar la esperanza que han traído las elecciones?
R. Primero tenemos que hacer algo con los miles de jóvenes afectados por la guerra
[según las ONG en Liberia hay 20.000 antiguos niños soldado], finalizar los programas de reintegración y devolverlos a sus comunidades. Necesitamos escolarizarlos, aunque sea en escuelas técnicas donde aprendan oficios. Después hay que ayudarles a conseguir un trabajo. En este momento ni acuden a la escuela ni tienen empleo, y por ello son muy vulnerables: cualquiera puede reclutarlos y arrastrarlos a otra guerra
[según Human Rights Watch es lo que está haciendo el Gobierno de Costa de Marfil]. Tenemos que convocar a la clase política liberiana para formar un buen Gobierno, que sea inclusivo, para que todos sientan que tienen un pie en el futuro y que éste pertenece a todos. Tenemos que poner en marcha la maquinaria del Estado, pues somos un país rico que no ha sabido manejar sus recursos. Hay que conseguir un Gobierno eficiente y honesto, y cortar de raíz la corrupción. Hay que poner el país a trabajar y limpiar nuestra imagen en el mundo porque durante demasiados años todo lo malo procedía de Liberia. Las elecciones han empezado a cambiar algo, y eso es bueno. Ahora tenemos una excelente base para empezar.
P. Un asunto importante es Charles Taylor, ex señor de la guerra, ex presidente de Liberia y desde hace dos años exiliado en Nigeria. El Tribunal Especial de Sierra Leona, creado por la ONU, le reclama por crímenes contra la Humanidad y el Gobierno nigeriano asegura que sólo se lo entregará al Gobierno de Liberia surgido de las elecciones si éste se lo pide. ¿Cuáles son sus planes?
R. El caso de Charles Taylor es un asunto internacional. Su presencia en Abuja es parte de un acuerdo [en 2003, para sacarle del poder] que alcanzaron los países de África occidental, también Nigeria, apoyados entre otros por Estados Unidos. Ahora no pueden echar el problema sobre nosotros. Tengo que hablar con los líderes de los otros países de África occidental y alcanzar un consenso. Fueron ellos los que tomaron la decisión de exiliarle en Abuja y ahora quieren pasarme el problema, pero yo se lo devolveré.
P. ¿Cree que Taylor debe acabar ante el Tribunal de Sierra Leona?
R. Dejemos que las cosas sigan su curso y veremos qué se hace y cuándo.
P. Sorprende que en países tan pobres como Níger la sanidad y la educación sean de pago cuando la mayoría de la población es incapaz de afrontar el gasto. Algo parecido sucede en Liberia. ¿Qué piensa hacer su Gobierno?
R. Prometimos que la escuela primaria será gratuita y lo vamos a cumplir, pero no va a ser sencillo escolarizar a todos esos niños porque también hay que construir escuelas, tener maestros y dinero para pagarles [el sueldo medio es de 20 dólares al mes]. No vamos a ser capaces de lograrlo en uno o dos años. El objetivo es reformar la educación en cinco o diez años.
P. En sanidad, el problema es mayor. Según una estadística reciente el número de médicos no supera la veintena en todo el país.
R. Tenemos muchos, cientos de médicos, pero en el extranjero. Hemos de hallar el medio de convencerles para que regresen a su país y ayuden a levantarlo.
P. Otro problema son los desplazados y refugiados. (De casi cuatro millones de habitantes en Liberia, 800.000 se han visto obligados a dejar sus casas).
R. Es difícil de resolver en seguida, pero hay que empezar el proceso de retorno lo antes posible con la ayuda de Naciones Unidas. Es importante para nosotros que regresen a sus aldeas y reconstruyan sus viviendas antes de la siembra del próximo año. No todos volverán de inmediato, sobre todo los que se encuentran en otros países [decenas de miles en Guinea-Conakry], pero el objetivo es que la gente que vive en los campos de desplazados internos vuelva a sus pueblos antes de abril. El caso de los refugiados, llevará uno o dos años conseguirlo.
P. ¿Tiene el apoyo de la comunidad internacional para llevar a cabo sus planes?
R. Sí, y ésa es la mejor noticia. Queremos que la misión de la ONU se quede en Liberia muchos años. Será necesaria hasta que finalice la reestructuración y la profesionalización de nuestras fuerzas de seguridad. Después de tantos años de guerra necesitamos tiempo para consolidar la paz.
P. Hay un serio problema de seguridad ciudadana en el país. ¿Sigue habiendo demasiadas armas en la calle?
R. Las tropas de paz han recuperado muchas. Ha habido un proceso de desarme, pero aún queda mucho por hacer, es verdad. Naciones Unidas nos debe ayudar a completar este proceso.
P. Esta parte de África es como un puzzle: Liberia, Sierra Leona, Costa de Marfil, Guinea-Conakry forman un todo; si uno se desequilibra afecta a todos, y las noticias procedentes de Costa de Marfil no son buenas. ¿Está preocupada?
R. Sí, claro que estoy preocupada. Nuestra paz no estará asegurada hasta que no haya paz en los países vecinos. Tenemos que trabajar con los otros líderes de la región para encontrar juntos una solución que proteja nuestras fronteras, evite el reclutamiento de niños y el paso de una guerrilla de un lado a otro. Pero la solución de los problemas internos es responsabilidad de cada país.
P. En su caso, el primer problema es la corrupción.
R. Lo es. Elegiremos a las personas adecuadas, aquellas que tengan un historial intachable, para ocupar cargos, y estableceremos normas, como la obligación de declarar los bienes antes de acceder al cargo y al dejarlo. Habrá un código de conducta para todos con sus castigos correspondientes. Como en el fútbol: si se comete falta en el área, es penalti. Seré el primer ejemplo en esta transparencia y en el cumplimiento de las normas.
P. Algunos le llaman Mama Sirleaf, y otros la ven como una dama de hierro. ¿Quién es en realidad Ellen Johnson-Sirleaf?
R. Ahora precisamos a las dos. Necesitamos a Mama Sirleaf para responder a las necesidades de los jóvenes -yo debo ser como una madre para ellos-, pero también a la otra, a la dura e intransigente. Seré la dama de hierro contra la corrupción.
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