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Reportaje:Elecciones presidenciales en Francia

Sarkozy o la sed de poder

El líder conservador flexibilizará el sistema de las 35 horas semanales y endurecerá las leyes de inmigración si gana los comicios

Guillermo Altares

¿Arderán los suburbios franceses si Nicolas Sarkozy es elegido hoy presidente de la República, como prevé su rival socialista, Ségolène Royal, y muchos habitantes de las banlieues? O, al contrario, ¿es el candidato conservador la única persona capaz de llevar a cabo las reformas que este país necesita con urgencia para recuperar su crecimiento económico, como cree The Economist y, según todas las encuestas, la mayoría de los franceses? Nunca un candidato había despertado un movimiento de adhesiones y rechazos tan profundo, si exceptuamos al ultraderechista Jean-Marie Le Pen, cuando pasó a la segunda vuelta en 2002, y nunca un candidato había dejado tan clara cuál es su ambición: dar la vuelta al país.

Un presidenciable nunca había despertado adhesiones y rechazos tan profundos
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El índice de participación roza el 83, 97%, el más alto desde 1988

Nicolas Sarkozy, de 52 años, de los que lleva 30 en política, no ha ocultado que pretende acabar con el sistema que Francia ha forjado a lo largo de las últimas décadas: flexibilizará las 35 horas, quitará el paro a las personas que rechacen dos puestos de trabajo, encarcelará a los reincidentes y tirará la llave, suprimirá casi totalmente los impuestos de sucesión y reducirá las tasas, creará un Ministerio de Inmigración e Identidad Nacional, limitará los mandatos presidenciales a dos, defenderá un minitratado para la Unión, obligará a que los alumnos se levanten cuando entre el profesor en el aula, instaurará servicios mínimos en los transportes, endurecerá las leyes de inmigración para el reagrupamiento familiar...

"Juntos todo es posible" ha sido el lema de su campaña, durante la que hizo concesiones a la derecha extrema en la primera vuelta y al centro en la segunda, y refleja la ambición de alguien que quiere cambiar Francia de arriba abajo, aunque también tiene en cuenta el rechazo a la globalización y un sentido del proteccionismo económico que comparten la mayoría de los ciudadanos (las críticas contra el Banco Central Europeo por mantener el euro tan alto están entre sus temas favoritos).

"Nos quedan dos días para decir adiós a la herencia de Mayo del 68", exclamó al final del último mitin de su campaña, celebrado en Montpellier, retomando otra de sus obsesiones: borrar de la conciencia francesa aquella primavera en la que se podía encontrar la playa bajo los adoquines. Su proyecto de 16 folios está resumido en 15 puntos, que van desde "el orgullo de ser francés" hasta "rehabilitar el trabajo", "Europa como resistencia a la globalización" o "vencer el paro".

"Sarkozy es alguien que conoce profundamente los recursos de la comunicación pública y el lenguaje político", explica la politóloga Fiammetta Venner. Esta habilidad le ayudará a vender sus primeras medidas -en Francia se dice que un presidente recién elegido debe tomar las decisiones más importantes de su mandato en las primeras semanas-; pero también le ha permitido distanciarse de la acción de un Gobierno del que ha formado parte en dos carteras tan cruciales como Finanzas e Interior y sobrevivir a una campaña que se ha centrado en atacarlo.

"Elegir a Nicolas Sarkozy sería peligroso", declaró Ségolène Royal el día del cierre de la campaña. "Me temo que pueden producirse revueltas después de su elección, es algo de lo que todo el mundo habla en las banlieues", señala el escritor Mohamed Razane, habitante del departamento de Seine-saint-Dennis, que concentra gran parte de los barrios más calientes, trabajador social experto en jóvenes conflictivos y autor de la novela Dit violent (Gallimard). "Mi departamento ha sido el que ha conocido el mayor número de inscripciones de votantes de Francia y no se trata de que los jóvenes hayan vuelto a creer en la política; se debe sobre todo al anti Sarkozy", prosigue Razane.

En las últimas horas de la campaña, jóvenes socialistas repartían propaganda electoral en París con pegatinas en las que podía leerse Stop Sarko, mientras que el lema Todo Salvo Sarkozy (TSS) ha estado muy presente. Sin embargo, el candidato conservador se ha mostrado de teflón frente a las críticas y ha conseguido transmitir esta impenetrabilidad a su equipo.

Los rumores dan por hecho que François Fillon, un veterano tecnócrata sin demasiado carisma, aunque con fama de eficaz, que salió tarifando del Gobierno conservador en 2005, será el primer ministro si se confirma la rotunda victoria que pronostican los sondeos. Si el resultado es más estrecho, se habla de Jean-Louis Borloo, más centrista y uno de los miembros más populares del Gobierno. En cualquier caso, nadie duda de que ya se están repartiendo las carteras.

Nicolas Sarkozy, el pasado viernes en los Alpes franceses.
Nicolas Sarkozy, el pasado viernes en los Alpes franceses.REUTERS

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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